10 noviembre, 2008

Marvin





Para mí, The Rolling Stones es el mejor grupo del mundo.

The Beatles eran mágicos, pero mientras ellos decían "I wanna hold your hand", Jagger y compañía andaban en "Let's spend the night together", mientras Lennon y McCartney se clavaron con "Let it be", sus Satánicas Majestades entonaban "Let it Bleed".

Evidentemente, y como no soy ni Jaime Almeida ni nada que se le parezca, esta opinión no es más que la insulsa diarrea que brota de mi cabeza y que hace que mis huellas digitales aporreen unas teclas, que ninguna culpa tienen de mis gustos.


Los Stones me dicen más, porque son más ácidos, más vulgares, más exquisitamente soeces, Los Beatles me dicen otras cosas en otros momentos, pero Los Stones me lo dicen todo en todo momento.

Para tratar de justificar mi afirmación recurrí a la revista Rolling Stone (no se puede llamar de otra manera la biblia del rock) y me topé con su lista de los 500 mejores álbumes de la historia http://www.rollingstone.com/news/story/5938174/the_rs_500_greatest_albums_of_all_time/ y ¡Oh, no! Beatles está en primer lugar con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y antes de que aparezca Exile on Main Street en séptimo lugar, hay otros dos discos de los de Liverpool, que en total tienen en esa lista 4 en el top ten y 11 de sus 12 discos de estudio, más que ningún otro.

Eso tira mi aseveración, pero reafirma mi gusto, Los Stones son para gente como yo que no piensa como la mayoría (pensé como para darme ánimos). Pero me di una segunda oportunidad y busqué la lista de las 500 canciones más grandiosas de la misma RS http://www.rollingstone.com/news/coverstory/500songs y ahí sí.

1.- Like a Rolling Stone, Bob Dylan (No es de los Stones pero como si lo fuera)
2.- Satisfaction, The Rolling Stones (Segundos, pero abajo de Dylan es como ser primero)
3.- Imagine, John Lennon
4.- What's Going On, Marvin Gaye
5.- Respect, Aretha Franklin
6.- Good Vibrations, The Beach Boys
7.- Johnny B. Goode, Chuck Berry
8.- Hey Jude, The Beatles
9.- Smells Like Teen Spirit, Nirvana
10.- What'd I Say, Ray Charles

Luego de satisfacer mi ego con Satisfaction, me di a la tarea de escuchar cada una de las 10 primeras y redescubrí a alguien que podría estar tranquilamente en el primer lugar y que seguramente lo está para mucha gente: Marvin Gaye.

Este crooner, alma de Motown, porque el corazón era Diana Ross, grabó algunas de las melodías más sublimes de que se tenga registro. No exagero al decirles que Gaye fue el mesías del Soul, el profeta de la negritud estadounidense y la lengua de los desposeídos en los ghettos.

Su mensaje, proveniente del hijo de un severo pastor cristiano, suena a tristeza de crecer sin esperanza con toques del espíritu de un juglar que canta con la voz de toda una raza.

En lo personal la que más gusta de todas sus interpretaciones es I Heard It Through the Grapevine (lugar 80 de la lista), que aunque ya la había cantado Gladys Night, Marvin la convierte en un himno soul, con altísimas como rasposas notas que parecen haberse escapado de una plantación de algodón en el siglo XVIII.

El Everest de Marvin es What's Going On, la atormentada súplica de paz de un hombre al que la tragedia tatuó un estigma en la frente desde que su padre abusaba de él siendo un niño, luego cuando perdió a su mejor amiga Tammi Terrell (con quien inmortalizó la más comercial Ain't no Mountain High Enough) y más tarde cuando ni Eurípides podría haber imaginado que sería el propio Marvin Gay Sr. (el padre de Marvin se apellidaba Gay y él cambió su apellido por Gaye cuando empezó a grabar), quien de dos disparos acabaría con la vida del más grande cantante que el sonido Motown haya dado al mundo.

El filicidio apagó uno de los timbres más suaves y sentidos, pero afortunadamente para los que lo conocimos luego del 1 de abril de 1984, fecha en que dejó el mundo, justo un día antes de cumplir 45 años, agradecemos a Edison el invento que graba el sonido, porque así lo podemos oír y gracias al youtube ver, aunque hace tiempo que no está.

Aquí les dejo I Heard It Through the Grapevine, luego una versión a capella con la que dan ganas de haber estado ahí. Si les queda aliento, escuchen What's Going On, y si no quieren irse pensando en el absurdo de la vida, reviéntense Ain't no Mountain High Enough, y seguro les sacará una sonrisa.









Para Bri, quien me pidió escribiera sobre el maestro Gaye y quien me enseñó a subir videos al Bló.

02 noviembre, 2008

Gasolina en la sangre

Luego de dos años y medio de alinear en el bando pambolero, días como hoy, donde afortunadamente Lewis Hamilton le ganó el título de la F1 al pesado de Felipe Massa, poco a poco me he ido acordando por qué llegué a ser aficionado el número uno de todo lo que tuviera ruedas y transitara por un circuito.

Recuerdo perfectamente el día en que mi jefe Andrés, me dijo "¿Qué fuente quieres cubrir?", luego de seis semanas cubriendo a Tigres y Rayados (que es como cubrir a Palestina e Israel: mucha pasión, mucho conflicto, mucha radicalización, nada de racionalización y poco de calidad la de Medio Oriente humana, en Monterrey, futbolística).

A lo que ingenuamente contesté. -"¿Cuáles hay?"
Y me respondió. - "Hay autos, automovilismo y autos".
- "Nooooo, pues yo quisiera autos, pero si no hay de otra me quedo con autos".

En ese momento me sentí como seguramente se sintió Fox luego de que le pusieron la banda presidencial en el 2000. Es decir, me asaltó el pánico y me dije "pero si no sé nada de esto, ¿ahora qué hago?".

Como inmediatamente me visualicé en el desierto informativo pasando las de Caín para poner una méndiga notita en el "budget", también pedí que me dieran todas las demás fuentes que nadie más quería ni cubría, así que además de ser suplente en box y tenis, me agarré, al más puro estilo anarquista que reza "la fuente es de quien la trabaja", es más me agandallé basquetbol, golf (esa un poco forzado) y hasta equitación.

Volviendo al carro, el mismo día que mi "Cabecita de algodón Amieva" me ensartó la fuente. me di a la tarea de tratar de hacer mi primer contacto. Para mí, el automovilismo se limitaba a lo que conocía de Fórmula Uno, que no era mucho y ya, tan tán, no more, se acabó. Entonces para mi fortuna esa noche Joserra entrevistó en "En Caliente" a Adrián Fernández y pensé, pues este changuito debe ser el bueno, por lo que pidiendo referencias de aquí y allá alguien me dijo que era lo mejor que había en el País en ese momento.

¿Cómo? No sé, pero conseguí su teléfono, fui a su casa, lo entrevisté, y luego me volví a quedar como Fox: ¿Y ahora qué hago? Para no aburrirlos con mi letanía, sólo les diré que no sólo pude cubrir la fuente, sino que me envenené de ella.

A partir de ese momento, o mejor dicho cuando fui a la pista de Pachuquilla a ver una carrera de la Fórmula Dos y luego la coronación de Allen Berg en el Autódromo Hermanos Rodríguez, el virus infeccioso del automovilismo entró en mi cuerpo como el Alien, con la diferencia de que no me salió por la panza ni me mató.

Es difícil explicar el porqué los autos se le meten a uno en el código de barras aunque ni siquiera sepas manejar, pero ver cómo un hombre toma un vehículo y a 200 o 300 kilómetros por hora, lo viste, se lo calza, como quien toma un buen traje; cuando ese hombre hace hablar una máquina de 800 0 mil caballos de fuerza, y luego de hacerla hablar le saca una melodía, en ese momento la infección se ha producido y lo único que queda es estar flojito y cooperando.

Dentro del mundo motor me ha tocado de todo, nueve muertitos entre prensa, pilotos, espectadores y bandereros; grandes victorias y fracasos. Los he sentido como míos, porque así como el reportero de nota roja termina hablando como policía, con claves y todo, el de autos se mimetiza con la fuente, pero al mismo tiempo formas parte del circo y cuando alguien muere o celebra, lo sientes como tuyo teniendo que apretar los labios para mantener una distancia y no llorar o reír con el implicado.

Los personajes que más me marcaron en mi etapa de reportero fueron Adrián Fernández y Alex Zanardi. De Adrián sobra decir que logré su confianza y al mismo tiempo su respeto por mi trabajo, lo cual persiste hasta ahora, pero con Zanardi fue como ver un huevo y verlo de pollito, de gallo, y luego salir casi muerto para la pollería y de nuevo, felizmente presenciar su retorno al corral.

Zanardi es el tipo más simpático que conozco fuera de las pistas, pero el más fiero dentro de ellas. El rebase en la curva "cornscrew" de Laguna Seca sobre Bryan Herta en la última vuelta de la última carrera del año, fue como ver en vivo a Moisés abrir las aguas. El hombre realizó la maniobra más inverosímil que se haya imaginado con el talento de un Paganini, de un Tchaicovsky, de un Beethoven: una sinfonía.

Creo que en un lapso de cinco años lo vi triunfar en una docena de carreras o más, y no es que me haya ganado cuando me recomendó comer ossobuco en el Ristorante Antonio's de Vancouver o que me haya dado una entrevista aunque su "PR" me corrió de su hospitality, bueno sí y no, lo que realmente me hermanó con Alex fue que en algún momento fue para mí, el piloto más sorprendente, pero sobre todo el que más transmitía en la extinta Serie CART.

Ante mis ojos fue Novato del Año, Campeón, se fue a la Fórmula Uno y lo vi regresar fracasado. Por eso, ese 15 de septiembre en Lausitz estaba feliz de ser el único reportero de autos mexicano que lo acompañó cuando volvió a correr como nos tenía acostumbrados, cuando fue de nuevo el viejo Alessandro. Desafortunadamente las piernas de Alex no terminaron la carrera, se quedaron para siempre en el óvalo alemán, pero su espíritu se mantuvo intacto y todavía sigue corriendo.

Yo estoy un poco alejado de las pistas, pero asomar la nariz a la televisión para ver a mis amigos me hace reactivar el veneno que irremediablemente me acompañará hasta ver la bandera a cuadros.