11 marzo, 2007

En vivo y a medio color

Para los que no lo sepan o para los que no se acuerden, yo soy daltónico y eso me da una visión exclusiva del mundo que difícilmente alguien podrá entender.
Atreverme a decir esto es casi como lo que hizo el chotito de RBD, al salir del clóset con todo y novio pegado a sus belfos. ¿Por qué? Porque es un auténtico dolor de tompiates admitir a cualquier persona, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia este padecimiento.
Así como el RBGay, cada vez que he hecho esta revelación (la del daltonismo, no la de mis preferencias sexuales, que son de lo más aburridas y comúnes: puras mujeres), comienzan a llegar las solicitudes de entrevista, los chacaleos banqueteros y los bombardeos de cuestionamientos.
Inmediatamente surge la tipa que apenas conoces, pero que oyó la plática, y que te enseña una horrible chalina que cuelga de su cuello, y te pregunta: "¿de qué color la ves?", en este caso, (no se lo dices, pero lo piensas), lo importante no es el color, sino que un día la laves para que deje de oler a pachuli asoleado de Coyoacán y que las lámparas de grasa que la adornan sean distinguibles, incluso para los no daltónicos.
Pero hasta tus cuates y amigos más cercanos, no se pueden abstraer de empezar un extenso test cromático que incluye las preguntitas de: "¿ves en blanco y negro como los perros?", "y cómo manejas, porque los semaforos son de colores, ¿no lo sabías?", o "¿entonces cómo le haces?" y "¿de qué color es ese coche?".
Invariablemente, unas veces con más paciencia que otras, unas con menos leperadas que otras, saco el bat y contesto con ánimo de sacar a mi interlocutor del parque: "no soy perro ni toro y veo colores, pero no como tú, simplemente los veo distintos".
Y me ha pasado de todo en el vía crucis de esta hemofilia del color, porque durante gran parte de mi infancia más bien pensé que era un imbécil de la gama cromática, porque yo decía "mira esa vieja con botas rosas", y eran grises, y se burlaban de mí.
Más tarde me di cuenta que no era un problema de aprendizaje, ni era porque hice sólo un año de kinder antes de entrar a la primaria a los 5 años (porque sí llegué a pensar que me había saltado una parte importante de la escolaridad y que por eso los colores eran una ciencia vedada para mí). No era así, y un día oí del daltonismo y dije, de aquí soy.
Luego me topé con mi primer test de daltonismo en una hoja de papel llena de puntitos de colores, y nada más que nunca pude ver los numerotes, que según dicen, estaban ahí formados.
Y sí, parafraseando al Hombre Elefante diré que ¡no soy un animal!, ¡no soy un fenómeno!, ¡soy un ser humano!
Como cultura general les diré que ningún daltónico confunde los mismos colores que otros, todos somos distintos y es muy improbable que haya mujeres daltónicas (por eso si juntas a siete van a coincidir en casi todo, sobre todo si se trata del tema hombres, todo depende del cristal con que se mira, y todas ellas ven todo igual), porque el daltonismo, descubierto por John Dalton, quien lo padecía, se encuentra en el cromosoma x, por lo que las mujeres, en su mayoría sólo son portadoras, y como es una enfermedad hereditaria, se la llegan a transmitir a sus hijos varones.
¿Qué tal? Ahora creo que ya hasta me siento mejor, me liberé, me siento nuevo, soy daltónico y qué, veo el mundo como nadie más, mi realidad no se parece a la de ningún otro, mi rojo, es sólo mi rojo, mi verde es sólo mi verde y esa tonalidad no existe en ningún pantone del universo, sólo en mi cabeza. Eso es ser daltónico, y mucho más, porque cuando escribo una crónica casi nunca hablo de color, describo las cosas y a las personas por lo que transmiten, por su esencia, por su forma y por su conducta, porque de nada me sirve decir que la rana verde hizo esto o aquello, si ni siquiera sé si es tan verde como me dicen que es o tan roja como la veo.
De ahora en adelante convocaré a la marcha anual por el orgullo daltónico y propondré una bandera sin colores para que la gente nos incluya y nos permita formar sociedades de convivencia... bueno, eso no, ya se me fueron las cabras, mejor ahí nos vemos.