27 agosto, 2008

Loro olímpico

La televisión mexicana es como la casa de una señora que tenía un puesto en el tianguis y que un buen día se sacó el Melate.

Es una casa grande, de esas que eran de una sola planta y les han echado piso sobre piso para hacerlas una "mansión", en un barrio muy popular con una pintura amarillo chillante y con dos parabólicas gigantes en el techo.

En su interior todos los adornos están de más: figuras de porcelana de Jadró y vitrinas con recuerdos de Primeras comuniones y Bodas, así como una fotota del Papa (Juan Pablo porque el actual se parece más al Senador Palpatine de Star Wars) que compraron en su viaje al Vaticano.

Los hijos de la señora, todos feos, gordos e ignorantes tienen las novias más esculturales que puede pagar el dinero y ellas representan el símbolo de su "éxito", junto con los autos último modelo que desgracian inmediatamente con los rines más ostentosos y la flama roja en los costados. Comen todos los días en un suntuoso comedor que tiene forrado el tapiz de los asientos con plástico cristal y la ropa más cara del tianguis termina siempre entallada en sus cuerpecitos.

En la casa nadie toca más que la puerta, pero hay un hermoso piano de cola, blanco. También tienen una cantina más surtida que La Europea, pero lo único que llega a escasear alguna vez es el Bacardí blanco, que a alguien le ha dado por decir que es el ron más fino y ya se ha vuelto eso un mito urbano, que las gargantas más incultas pregonan sin césar.

Bueno, pues así o más cargadita es la TV que nos toca padecer, y como no fui uno de esos 500 periodistas que fueron a Beijing, de los cuales 50 trabajaron y los demás se fueron a pasear, tuve que chutarme los Juegos por las brillantes coberturas de nuestros colegas.

Creo, sin ser Álvaro Cueva ni Florence Toussaint, que la mejor transmisión fue la de TVC deportes, porque aunque el buen Rafael Ocampo no tenía idea de cómo se jugaba el voleibol, ni investigó el reglamento del tiro con arco, ni siquiera tenía alguien que le ayudara a distinguir entre una técnica y otra en el taekwondo, y sus colaboradores tenían la misma gracia de Olegario y Mario Vázquez Raña juntos, a pesar de todo ello, hicieron algo que ni Televisa ni TV Azteca consideraron prudente incluir en sus programas: transmitieron todas las competencias de todos los deportes que pudieron, y eso mi estimado Rafa, se agradece y mucho.

Además no tenían ni un solo enviado en China, todo lo hacían desde el estudio, brindándonos las imágenes de lo que realmente queríamos ver: los Juegos, ¡Por Dios, ¿era tan difícil darse cuenta de eso?!

Televisa es el ejemplo de la casa de la nueva rica. Su estudio parecía un café de chinos de la calle de Dolores. Los asientos eran ridículos y las bases de sus monitores pintadas de dorado con spray parecían el trabajo de un albañil chambón en la escenografía setentera del Chapulín Colorado.

Eso se pasa con tal de tener una cobertura decente, pero resulta que mientras Paola y Tatiana se partían el alma por un bronce, los televisos dejaban de pasar los clavados de las contrincantes para compartirnos la "entretenida" cápsula del subnormal Facundo. Y así competencia tras competencia, con o sin mexicanos, teníamos que chutarnos la interrupción por ver a una señora que ha de ser tía de Alarcón, que dice ser cómica, o a la reinita Mayrín (que alguien se la ha de estar almorzando en Televisa porque no es normal que la llevan a nada) diciendo que fue a un restaurante pero que no supo qué comió.

Punto y aparte las escandalosas, creativas como un "1+1" y desabridas crónicas de Pietrasanta en los eventos de los mexicanos. Un asco su alfombra roja y caravanas. Lamentable su "María, caliente y fría".

Lo rescatable, el maestrito Mateo, que resultó mejor reportero que el turista Tinoco Guaaaaaaaaaadarrama, que la Iberia Sánchez, por hablar de periodistas, y por supuesto muy superior que los gritones con micrófono, llámense Wurvitz, Furby o el prógnata políglota Latti que cree que por saber cien idiomas es más inteligente que los demás, lo que no sabe es que una pendejada es una pendejada así la digas en mandarín, español o griego, es decir el que es pendejo en español lo es en inglés, francés o alemán, los idiomas no te dan inteligencia.

TV Azteca, medalla de oro. Productora: Pati Chapoy; conductora principal, Mónica Garza; conductor, Omar Germenos. Mi pregunta es ¿En qué tlapalería estudiaron periodismo los genios que escogieron el proyecto de la chacha de Álvaro Dávila como su gran apuesta para Beijing? Es como dejar encargado a un chivo en una cristalería. Es como llegar en crocs a recoger el Premio Nobel de Literatura o lo que es peor es como si le hubieran dado el Nobel a Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Patético, imperdonable, si ya de por sí era un handicap en contra tener que confiarle a Latapí, Marín y Garay unos Olímpicos, dárselos a Esteban Macías y el equipo de Ventaneando fue como nombrar director de un kinder en Jerusalem a Hitler.

El poder de Doña Chapoy es inversamente proporcional a su cultura, y por supuesto que lo último que se le ocurrió es que alguien quisiera ver un partido del Dream Team o la Lucha Grecorromana, sólo habrá que agradecerle que Pedrito Sola no narró la gimnasia.

Total que sólo se salvó Luis Niño de Rivera, maestro de los clavados (no por nada dirige el Banco Azteca), porque ni con sus cambios de último momento la libraron. Mención aparte el reportaje de Garay con Phelps, de lo poco bueno.

Podría decir que se extrañó a Joserra, pero extrañé más al Güiri-Güiri, porque Fernández salió en ESPN como borrachito, platicando puras anécdotas a su estilo: "Spitz era un atleta, alto, fuerte, rápido, importante" con Jesús Ochoa. Decadente, pero lo hubiera preferido.

En fin, como no creo que vaya a ir a Londres 2012, ruego porque un día un periodista de deportes se encargue de producir las transmisiones, y que si lo hace se dé cuenta que si los televidentes quisiéramos ver comedia barata no nos esperaríamos cuatro años para hacerlo y nos bastaría con ver la Hora Pico. Desde aquí un corte de manga para todos los que les quede el saco y que les arda la cara de vergüenza.

17 agosto, 2008

Nuestros hijos

"... Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario", esa fue la última recomendación del Che a sus cinco hijos antes de irse a Bolivia, la cual consta en una carta sellada que tenía que ser abierta si no volvía con vida.

El Che no volvió, pero seguro murió tranquilo sabiendo que había dejado el principio básico, yo no diría del revolucionario, sino del ser humano en sus hijos.

No conozco a nadie que críe a un niño para que sea un animal desprovisto del más mínimo sentido de compasión. Seguramente me falta conocer a muchos padres que andan por ahí por el mundo, porque creo que algo está podrido, pero está podrido en el intangible nivel de eso que llamamos lo social.

Como sociedad, como mexicanos, algo estamos haciendo muy mal, porque somos la madre y el padre de bestias que le vuelan los sesos a un hombre por quitarle una X Trail; de escorias que deciden matar a un niño porque... no sé por qué, quizás porque no obtuvieron el dinero que querían por su rescate, o tal vez porque reconoció a alguno de sus captores, o porque en el juego de ser Dios, de tener en su mano la decisión de si Fernando seguiría su camino a ser futbolista o empresario sintieron el placer de bajar el pulgar y pintar una línea de cal en su destino.

Pero insisto, estos mexicanos crecen en nuestro territorio, van a nuestras escuelas, ven nuestras películas, nuestra televisión, cantan nuestras canciones, toman nuestro tequila, se vuelven lo que son junto a nosotros, entre nosotros.

La putrefacción social no es responsabilidad sólo de las mamás de los secuestradores. Los valores y los principios los formamos todos. Si segregamos, diferenciamos, discriminamos, no toleramos, si permitimos si gozamos la impunidad que nos da la palanca de un primo o un amigo, si embarramos la mano del policía con un cincuentón, si vemos gente de primera, segunda, tercera, cuarta y reversa, también alimentamos el Leviatan que se devora nuestra paz, y es un Leviatán porque gobierna con el miedo en nuestras vidas.

¿Qué no se ha dicho de Fernando Martí? ¿quién no se ha tratado de poner en el lugar de su papá o su mamá? No falta el que piensa que es un exceso de tiempo y espacio detenerse en un crimen como este, igual al que han sufrido miles de personas en este País, pero que por tratarse del vástago de un rico empresario llegó a las primeras planas.

Vale lo mismo, pero no más lo cual ya es muchísmo, que la vida del chavo que murió de un navajazo en la esquina de Neza por no darle su mochila al ratero que se la pedía. Fernando no vivía en el México real, vivía en la burbuja que forma la sociedad para los que tienen para pagarla, pero era sólo una burbuja al fin, un alfiler bastaba para reventarla y finalmente supimos todos que estaba igual de expuesto que todos nuestros hijos, él por ser un suculento platillo y los nuestros por ser el alimento diario de la bestia criminal que hemos criado en este País.

¿En verdad alguien cree que esas grandes empresas de seguridad, de negociadores, de carros blindados y guarros, quieren o trabajan para que se acabe el miedo y la violencia? No creo que ellos que hacen emporios gracias a que la criminalidad es cada día más grande, la quieran ver reducida. Podríamos empezar por reglamentar sus acciones, alcances, límites y atribuciones. Ganan un dineral por proteger la burbuja del México irreal y casi estoy seguro que ellos mismos le abren la puerta a los que la llegan a romper.

Lo que nos debe preocupar y lo que debemos remediar es el "Porqué", no el "Qué". Hace unos años hasta los rateros tenían ética, hoy el maestro de Ética te pide una lana para que pases el examen. Moralmente somos una sociedad destruída, un Hiroshima, un Dresden después del bombardeo. Si a nosotros no nos importa pisar al compañero para lograr un ascenso, si alabamos y enaltecemos al "chingón", al más cabrón ese que se empinó a todos no por ser mejor, sino porque fue más abusado, más abusivo, más desleal, ése que para lograr la dirección desnudó los amores de su igual con su secretaria, si por lo menos no nos indigna eso, estamos contribuyendo a esta brutal descomposición.

Critico que Calderón fuera a tomarse la foto con el papá de Fernando, que salga con la simpleza de la cadena perpetua como reacción disfrazada de solución (que servirá para que algunos chivos expiatorios no den más lata en la calle), pero que no haya movido un dedo por la señora Wallace que tiene tres años siguiendo a los secuestradores de su hijo, esa misma señora que muchos tiran de a loca, pero que sufrió lo mismo, exactamente lo mismo que el señor Martí, pero que ha tratado de hacer lo que las autoridades no.

¿La solución? No la sé, haré lo que pueda y lo que tenga en mis manos. Por lo pronto, mis hijos sabrán lo mismo que los hijos del Che y están indignados por Fernando y por cada niño que muere a manos de nuestro Leviatán.

06 agosto, 2008

Cuento chino

No me caracterizo por mi dulzura ni mucho menos, por eso escribo más sobre cosas que no me gustan que de las que me agradan, por eso hoy hablaré de las ceremonias de inauguración y clausura.

Viene ya la de Beijing, y por ahí un amigo me preguntó: "¿te vas a desmañanar para ver la inauguración de los Olímpicos", y le contesté en un tono parecido a si me hubiera inquirido si metería la mano a la taza del baño: "Ni pedo lo veo".

Le expliqué que me repugnan esos numeritos, de hecho es lo único que no soporto de los olímpicos y los mundiales. Esas expresiones de falsa hermandad, inútiles intentos de parecer países maravillosos, de presumir valores que no tienen, y sobre todo el tono hipócrita de paz que, aunque se supone que los olímpicos eran una tregua en todas las guerras, son otro campo de batalla y trampas, donde gana casi siempre el más rico y el que puede inventar algo para ser más fuerte o rápido sin que los demás lo sepan, pero cuando los demás lo usen lo pondrán en la lista de sustancias dopantes.

Además es el clásico evento donde la tía está feliz frente al televisor, "¡Mira qué bonito!", donde la abuelita se siente en un festivalote del día de las madres y aplaude las tablotas gimnásticas. Total, un evento para señoras cursis, yo lo que quiero ver son las competencias, no cómo canta el himno la Britney china y cómo una paloma se chamusca cuando un dragón prende la antorcha, claro, todo esto mientras en el Tibet, porque existe el Tibet, todos están a disgusto.

Por mí se pueden evitar la ceremonia del 8-8-8. Mejor preparémonos a ver cómo los chinos se adueñan de cuanta medalla pueden, ya sea legalmente como arrasan con el comercio internacional o ilegalmente como mataron a muchos en Tiananmen.

01 agosto, 2008

Anti-tech

Soy un hombre de otro siglo. Mis necesidades materiales corresponden a cosas que ya no existen o han pasado de moda.

No tengo ipod, a lo más que llego es un discman. Mi coche tiene un stereo con cassetera, ni mp3 ni cd's, radio (que se oye más en AM) y cassetera. Escucho Radio Ciudadana.

La última consola de videojuegos que compré fue un Nintendo 64, y antes de ese un Atari 2600, el original. He jugado un poco de XBOX 360, algo de Madden, Halo, FIFA, PES, pero invariablemente parezco un gorila tratando de tocar el piano cuando cae el control ese que tiene más botones que el volante de un F1. Cada vez que estoy en un apuro, que es cada dos minutos, no sé qué hago que pongo pausa o apago el juego. Un desastre. Un amigo, Marco, dice que parece que no tengo pulgares, y me pide que lleve mis protesis las pocas veces que por ahí me invita a echar la jugada.

En lo único que medio me defiendo es en la batería de Rockband, y eso porque el ritmo me ayuda.

Desconozco totalmente de dónde se "bajan" películas o rolas en internet, no sé a que equivale un mega, un giga o un k, qué cabe ahí y qué no.

En la escuela (terminé la universidad en 1991, y por joven o madreado que me vea tengo 38 años) y jamás hice una tarea en computadora, que ya existían, pero era como tener ahorita una planta de luz propia en casa, nadie la tenía. A lo más que llegué en un control de lectura o trabajo fue a la máquina de escribir eléctrica.

En la Facultad, absolutamente nadie tenía celular, todos nos formábamos en el teléfono público que estaba por las copias o el de enfrente a servicios escolares. Existían ya unos celulares grises enormes como tabiques, pero eran lo más exótico del mundo, inaccesibles.

De hecho el primer celular que he tenido en mi vida es el que tengo desde hace dos años que cambié de trabajo, antes tuve dos pero los usé tres meses y los abandoné.
Adoro la acumulación fetichista de cd's, antes discos de vinil. No entiendo eso de archivos mp3.

Nunca me he comprado un reloj, todos los que tengo me los han regalado, y desde hace un rato no traigo porque a todos se les acabó la pila.

Ciertas cosas que emocionan y hacen alucinar a ciertos hombres, no me llaman la atención en lo más mínimo. Los gadgets son a mí, lo que los peines a Kojak.

Mi agenda es de papel y por ahí un amigo me regaló una palm, que no he usado nunca.

A mí me gusta charlar con mis amigos, tomar un vinillo, licorcillo o cervecilla escuchando la música que me gusta con la gente que me cae bien. Prefiero un dominó a un joystick.

El hombre anti-tech no odia el progreso, simlemente no lo necesita... todavía.