25 marzo, 2008

Don Juan

No lo supo, pero me heredó un abrigo de pelo de camello, que en el forro tiene una etiqueta que dice "Vístase con Juan Cortés".

Eso sí, Don Juan, en vida, me heredó tres gustos. El primero, la lectura. Nunca he visto a alguien que lea con tanto gusto, con tanta paciencia al texto, no lo apuraba, no lo precipitaba, no lo abandonaba, pero tampoco se lo atragantaba. Leía de todo, pero sobre todo periódicos (ahora entiendo muchas cosas).

Los domingos era un rito sagrado ir a la iglesia (aunque era más ateo que yo), oir misa con la familia y luego desmarcarnos para ir a comprar el periódico. Caminábamos, a veces de la mano, a veces uno al lado del otro, mientras me contaba que sólo había estudiado hasta el primer año de primaria, porque en 1910 tenía 7 años y con la Revolución se acabó la escuela.

Sólo tuvo un año para aprender algo de la instrucción académica y lo aplicaba todos los días: aprendió a leer, a sumar, restar, multiplicar, y con eso era un hombre muy preparado en su tiempo.

Orgulloso me narraba cómo marchó cada lunes sobre Paseo de la Reforma, con un fusil falso de madera al hombro, hasta saludar a Porfirio Díaz en Chapultepec. Cómo lo hizo en el Centenario de la Independencia. Recuerdo más la Decena Trágica en sus palabras que de los libros. Cómo tuvo que protegerse contra una puerta de madera al paso de los jinetes que iban dando tiros a todo mundo en aquélla Ciudad de México convulsionada.

Para mí, por sus relatos, Juárez no murió del corazón como cuentan en los textos oficiales, fue envenenado por una hermosa mujer llamada la Carambada, en venganza por el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y compañía. Don Juan incluso decía que entre la gente de su tiempo -- él nació apenas 30 años después de la muerte del Benemérito--, se decía que el envenenamiento había sido a través del ¡papel de baño!

Leía un periódico de "pe a pa", cada sección, cada nota, y me decía "si quieres saber cómo se escribe una palabra y no tienes diccionario, ve el periódico", (quizás en esa época sí Don Juan, pero si vieras cómo hacemos ahora los periódicos no me dirías eso). Don Juan tenía una ortografía envidiable, señal de que en su época sí se escribía bien en los diarios.

En el camino para comprar el periódico nos deteníamos en el puesto de jugos del mercado de Narvarte, el que está entre Anaxágoras y Pitágoras y entre Luz Saviñón y Torres Adalid. Don Juan pedía una "polla" de Jérez Tres Coronas con dos huevos, sin licuar, y para mí un licuado de alfalfa con guayaba y limón, o de alfalfa piña y limón, muy sano -me decía-.

Vestía impecablemente, siempre de casimir inglés o lana francesa -Rivetex es una porquería, me enseñó-. Vestía bien, pero no acartonado. De lunes a viernes traje y gabardina, todo combinado, en algún tiempo de sombrero, pero a últimas fechas ya no, ya no se usaba, no estaba de moda, y Don Juan sabía de moda, era el mejor sastre de México.

Era el hombre más respetado de Casa Cuesta, los mejores cortes y telas estaban reservados para él. "Llegó este casimir de importación, Don Juan, tengo dos semanas guardándoselo", decía el gerente de la tienda más exclusiva de telas, y yo me ponía todo orgulloso, mientras el mismo señor me daba una paleta de dulce y me veía con cara de tu abuelo es el mejor.
Decía que la mezclilla era para ferrocarrileros y él sabía vestir de sport con clase los sábados y domingos.

Alguna vez platicó que le hacía la ropa a Ruiz Cortines, pero no le gustaba mucho presumirlo, su encantamiento con el poder no era mucho, al contrario, como que los Presidentes le causaban urticaria (se parece a alguien que conozco).

Cuando llegábamos con el periódico bajo el brazo (Universal o Excélsior), lo leíamos, él toda la tarde en el sillón que estaba frente a la ventana, yo tirado en la alfombra empezando a devorar el papel desde las tiras cómicas, deportes, espectáculos y luego lo demás.

Ocasionalmente recordábamos lo que habíamos hecho el sábado anterior, que siempre era lo mismo: mientras mi hermano hacía su tarea de mecanografía en el despacho de Venustiano Carranza, nosotros salíamos a ver a alguna de sus amiguitas o comprar café a Do Brasil.

El segundo gusto que me heredó, fue el de las mujeres. Don Juan enviudó a los 67, muy buena edad para darle vuelo a la hilacha, pero desde antes ya dominaba el fino arte de galaneo, de hecho tengo un tío que no conozco en Villahermosa, por algo era Don Juan. Le recuerdo perfecto a una amiguita, de unos 40, máximo 42, María de los Ángeles. La chica tenía una hija de unos 4 añitos, que siempre vi como una tía, por si las dudas.

A sus 78 añejos Don Juan sabía perfectamente cuando un nieto sobraba y algunas veces nos depositaba en el camión "Vía San Juan" y se alejaba con la fémina del brazo y llegaba tarde, pero llegaba a la casa, porque vivíamos juntos, de hecho en el mismo cuarto. Esa es otra enseñanza: hay que llegar tarde, pero siempre llegar. Es raro, pero yo hablaba de mujeres con mi abuelo y llevé a la práctica varias de sus máximas.

La tercer gusto que me heredó fue el box. Ver una pelea con Don Juan, era como hablar de los 10 mandamientos con Moisés. Lo sabía todo, anticipaba los nocauts y daba la clave del triunfo. Toño Andere y Sonny Alarcón habrían sido sus aprendices sin problemas. Cada vez que me emociona una pelea irremediablemente lo visualizo en su sillón analizando la pelea.

Don Juan me dejó a los 11 años y mi papá, quien ahora tiene 78 años y es también Don Juan de nombre, me dio el abrigo de pelo de camello del abuelito. Heredé su abrigo pero no su elegancia y su buen vestir. Seguro le daría gusto saber que tengo el de pelo de camello, pero creo que más le agradaría que lea periódicos, me gusten las mujeres y que me aloque con el box.


Para Don Afif, que me hizo recordar a Don Juan.

04 marzo, 2008

En esta esquina..........


El boxeo es la más animal, caballerosa, brutal, leal, bárbara, pulcra, insensata y pasional de todas las disciplinas. Todos hemos pretendido dar o de plano hemos dado una trompada a alguien, y por alguna extraña y natural razón, ver un tiro entre dos cristianos, te enardece y te calienta la sangre.

Observar una pelea como la que construyeron Israel Vázquez y Rafael Márquez (no la niña que juega en el Barça, si no el hermano de Juan Manuel) es un deleite. Sí, suena irracional, pero es maravilloso ver a dos artistas del trompón prodigarse mamporros con tal belleza.
No debería serlo, pero es como escuchar a Mozart, algo tiene que no puedes ser indiferente.

Mi relación con el boxeo viene desde que tengo uso de razón, cuando me tiraba en la alfombra frente a la vieja tele Zonda de bulbos, mientras en su sillón mi abuelo Don Juan me aleccionaba sobre los uppers, rectos, volados, ganchos, golpes de conejo, cabezazos, counters y jabs, que "Panterita" Ursúa o "El Macetón" Cabrera lanzaban en la función sabatina, donde Don Toño Andere y el Sonny Alarcón narraban con clase, humor y sapiencia.

Y precisamente con la pelea de Vázquez y Márquez me remonté a esos tiempos en los que me levantaba emocionado y tiraba el gancho o cabeceaba como sombra de los pugilistas. ¡Qué agarrón! ¡No hubo un sólo abrazo o interrupción de los jicamazos entre este par de Súpergallos hasta el décimo round! Sólo golpes pulcramente tirados, sólo guardias bien ajustaditas y pasos laterales, nunca un paso atrás que no fuera provocado por un obús del contrario.

De campana a campana con el respeto que se tiene por un gran rival, se agredieron con lealtad. Se nota que Nacho Beristáin trae a Márquez porque es un boxeador con más oficio, pero Israel tiene un corazón tan grande que le llega de puño a puño y por eso le dieron la decisión. Para mí era empate, y aunque en esta ocasión no llevé mi propia tarjeta como suelo hacerlo, mentalmente mis puntuaciones eran parejas.

El pago por evento nos estaba alejando de esta tan mexicana relación con el deporte de la fistiana, pero ahora (gracias TV Azteca, gracias Televisa, hasta que hacen algo bien. Vientos Carlos Aguilar, narras chido) en la TV abierta volvemos los mortales que no recibimos boletos gratis cada fin de semana para ir a apostar a Las Vegas, a paladear esta pasión nacional.

El box cura mi necesidad de triunfos deportivos que definitivamente no caen ni por el futbol, beisbol, no digamos tenis u otra disciplina profesional en la que México apesta, ahora más que nunca (salvo Lorena, pero como ya no estoy yendo a jugar golf lunes y viernes a BosqueReal, ya no me apasiona tanto.

Por ello me atreví a hacer mi Top Ten de las grandes peleas que he visto en mi vida y he hecho apartado de otras grandes, que, o he visto en video o que apenas quedaron fuera de mi ranking.

Va el ranking dedicado a Don Juan:

1.- Barrera-Morales I

2.- JL Ramírez-Rosario

3.- Azabache-Chávez

4.- JC Chávez-Edwin Rosario

5.- Zaragoza-Paul Banke

6.- Zárate-Zamora

7.- Chiquita-Carbajal

8.- JC Chávez-Taylor

9.- Salvador Sánchez-Wilfredo Gómez

10.- Castillo-Corrales

Notables

Barrera-Hamed

Robinson-LaMotta III

Joe Louis-Max Schmelling I

Ali-Frazier II (Thrilla in Manila)

Ali-Foreman (The Rumble in the Jungle)

Manuel "Pulgarcito" Ramos-Frazier
(Esta sólo porque Ramos se le puso al brinco a Frazier en el segundo round, para luego ser noqueado, porque el buen "Pulgarcito" daba lástima en los últimos años de su carrera, ya que de la últimas 24 peleas, perdío 20, las 15 últimas consecutivas)

Ali-Óscar Natalio "Ringo" Bonavena

Ray Robinson-Carmen Basilio

Jim "Caballero" Corbett-Joe Choynski III
(¡KO en 27 asaltos 1889, en un muelle cerca de Fairbax, California! ¡Esos eran hombres!)

Roberto Durán-Iran Barkley

Pacquiao-Morales

Sorjaturong-González

Bobby Chacón-Bazooka Limón

Y las que faltan...