17 febrero, 2009

El periodismo es como la cacería

Ayer me aventé un clavado a la parte de mi cerebro que coordina el debraye y llegué a la conclusión de que el periodismo, ese que busca la exclusiva, la nota importante, la entrevista que rompa, ese periodismo es como la cacería.

Lo es porque todos los que lo practicamos o que por lo menos intentamos hacerlo, buscamos siempre llevarnos la mejor pieza, la más rara, el más bello especímen a nuestra sala de trofeos. Porque no nos hagamos, escribimos para un medio, para los lectores, pero antes que nada escribimos para nosotros y queremos que se sepa que nosotros lo hicimos, no conozco a nadie que haga un notón y que no quiera firmarlo.

Y sí, un cazador trata de matar su presa de la manera más limpia, más fina y artística. Lo acecha por horas o por días, se asegura que la flecha o la bala no dañen la cabeza. Tampoco va a acabar con la especie, los animales en veda son como la información off the record, por ética no las publicas, no las quemas. Luego, el conocimiento adquirido es utilizable pero en el momento es sagrado.

El verdadero cazador como el verdadero reportero no caza en grupo, ni a la misma presa. Quiere un ejemplar, al mejor de todos pero para él solo. Los que cazan en grupo, lo hacen para comer, para sacar la chuleta del día, prefieren compartir a competir, el mediocre bienestar general sobre la gloria individual, es más cómodo, aunque nunca cazas lo suficiente aunque la pieza sea muy apetitosa, porque entre varios se diluye el gusto.

Caso aparte son lo que sólo meten la grabadora, porque son como carroñeros que se arremolinan alrededor de un cadaver, no importa qué diga, no importa a qué sepa se trata de rescatar un pellejo y si se puede soltar una mordida entre el anonimato del tumulto. Todos hemos tenido que meter una grabadora, pero hay algunos que lo hacen sin escuchar al que habla, sin cuestionar algo, por eso son carroñeros.

Cuidar a la presa y presentarla de la manera más digna posible sobre la chimenea o parada y disecada en un salón, es la culminación de la obra, y ahí también hay los que al presentarla (escribirla) la destrozan, todo lo que ganaron con el gatillo, con la emboscada, lo pierden por el mal manejo del cuchillo.

Lo peor es cuando, luego de jornadas de espera, de vigilia permanente, se te va el trofeo por un estornudo o quedarte dormido. Suele pasar que eres quien ha seguido un tema, día a día, avance tras avance y a la mera hora cuando todo se definirá, no dispara por estar en la baba o de plano erra el tiro por sentirse muy seguro y llega otro le gana al ejemplar apuntando desde otro lado.

Los eventos o coberturas de varios días son como los safaris, donde los cómodos, los inexpertos, se van sobre la manada de cebras, porque hay muchas y son fáciles de agarrar, pero el cazador con espíritu de Hemingway, toma la cebra (la conferencia), pero luego busca cazar al león o al cheeta, el premio mayor entre todos los que al verse en la sabana, el paraíso informativo, sólo toman lo que está a la mano.

Los periodistas que hacen crónicas de partidos o de lo que sea, no son cazadores, porque no es ese su rol en ese momento, ellos son pintores, interpretan en un lienzo lo que ven, ven más allá de lo que se vio y oyen más allá de lo que se oyó. Los otros, los cazadores, van por todo, por algo más duro.

Hay otros cazadores primitivos, sin moral, sin códigos, que cazan con piedras, que degüellan al animal, lo abren en canal y lo empalan para correr gritando con la cabeza de la presa bien en alto, mientras cantan algún himno tribal. Esos son los amarillistas, los que no tienen respeto por el trofeo, los que entre más sangre o más grasa mejor.

Existe otro subgrupo que es el de los lenguas, esos que salen a cazar y dicen haber matado una presa que nadie vio, o que cazan una rata y dicen que fue un tigre, esos periodistas son los ue vuelan las notas.

Así me podría seguir horas, pero no podría asegurar que alguien siga leyendo esta letanía sin bostezar, por eso a este animal, lo diseco y abur.

03 febrero, 2009

Che... Fidel; Che.. película

Los que me conocen un poco saben que respeto y admiro a Ernesto Guevara de la Serna, El Che. Que por eso me he documentado e investigado sobre su vida, sin caer en fanatismos, y más allá de desmitificarlo, el conocer su vida me ha hecho llevar la admiración al terreno humano más que al político o ideológico.

Por eso, no podía perderme la película, El Argentino, y definitivamente no me gustó. ¿Por qué si la imagen del Che no es desvirtuada ni tiene un mensaje proyanqui? Pues porque para mí fue como un "Che for Dummies", la historia oficial contada ya miles de veces, desde que Omar Shariff se animó a empaparse del halo de grandeza del doctor rosarino.

Está totalmente basada en diarios escritos por el propio Guevara, la película es como su evangelio, las frases son exactas y redactadas con acuciosidad, son el reflejo de lo que el Che escribió luego de que pasaban las cosas en el plan de dejar un documento oficial de una revolución, pero no tiene alma.

Es una película panfletaria, es como una biblia de izquierda, entiendo que para hacer una película del Viejo o Nuevo Testamento no hay más que unas fuentes y por eso esa películas son tan parecidas y tiesas como una pintura, pero aquí no tenía que ser el caso.

Creo que con tantos documentos y testimonios de personas que aún viven y que estuvieron con el Che, con libros como el de Taibo II o el de Castañeda (que quería tirar el icono y terminó haciéndolo más grande) podría Soderbergh haber construído un personaje más humano, más creíble, porque obviamente que el Che no era ese personaje tieso que cada vez que habría la boca soltaba una neta, y Camilo no era ese bufón que cada que lo hacía soltaba un mal chiste.

Creo también, que Benicio del Toro, como productor de la película, sucumbió ante el vanidoso acto de interpretar a una persona que imanta con su personalidad, y como seguro alguien le dijo que se parecía, más se hinchó de soberbia y lo hizo. Su actuación me parece buena, pero el casting es lamentable.

Por momentos, bien lo dijo Cyn, parece Jorge Ortiz de Pinedo en el papel del Che, pero tiene ángulos donde está muy clavado, como en su alegato en la ONU. Lo que no checa es que Del Toro mide 1.88, mientras que Ernesto Guevera era un hombre de 1.73, ¡un poco más bajo que yo!

Con la magia del cine, eso no es problema, si no se te ocurre contratar a un Fidel Castro como Demián Bichir, que me cae muy bien, pero mide 1.80, mientras que el Comandante en Jefe es un hombrón de 1.91. Total que en las escenas que salen juntos, parece el "mini mi" de Fidel junto a la estatua del Che que está en Santa Clara. Una total desproporción de catastróficas dimensiones.

Además Bichir tiene una vocecilla de pito camotero, que no tiene nada que ver con el timbre del ahora agonizante líder cubano.

Para acabar pronto, como espectador, si no fuera porque conozco la historia y porque me interesa, me hubiera parecido una película lenta, sin dejar de lado que el gran desperdicio que es tener a un auténtico cubano como Jorge Perugorría en un papel donde apenas habla dos líneas.

Es más, una ambientación y escenografía hollywoodense, pero inmediatamente se ve que los extras son mexicanos, no parecen cubanos, y de eso se da cuenta fácilmente alguien que vive en América Latina.

Pero, ¿a ti te gustó la película o ando de mamón y no me gusta nada?