07 noviembre, 2011

Descarriló el Auditorio

Crónica que se publico en l sección CIRCO del diario RÉCORD el domingo 6 de noviembre.


Apenas se asomó al tercio del escenario a saludar y ya tenía ganadas las orejas y el rabo. El público del Auditorio adora a este andaluz y sin haber dicho una palabra ovacionó a Joaquín Sabina, sólo por quitarse el sombrero.
Los 10 mil pasajeros que la noche del viernes abordaron el Penúltimo tren de Sabina descarrilaron de emoción.
Y no era para menos, el español ya ha escrito su nombre con tinta indeleble en el inmueble al que llamó un "Templo Sagrado", al que maneja como a un cachorro, porque lo hace a su antojo y al mismo tiempo lo mima.
Ataviado con saco negro de esmoquín rematado con solapas de piel, pantalón rojo, bombín y una playera donde se asomaba "La Maja Desnuda", el juglar de Jaén se apareció justo a las 20:41 horas, y lo primero que salió por su boca, que es nuestra, fue "Esta noche contigo".
El escenario sin mamparas ni artilugios, sólo vestido de luces, hizo juego a la perfección con un Sabina sin prisas, que platicaba más que cantar, con temple de Manolete, porque se veía que la enfermedad no lo deja ser el saltarín y parlanchín de antes.
Aún así, literalmente citó para poner banderillas y solicitó "un poco de little help of my friends" para palmear "Ganas de", para luego disculparse por el retraso de tres meses provocado por los divertículos que lo aquejaron, aunque él en broma se montó en una anécdota de Keith Richards: "... me caí de un cocotero y no podía subirme a un avión".
Se vio a un Sabina envuelto en una genial parsimonia que prometió entregarse, y así el devoto de la religión en forma de cuerpo de mujer, en su versión Steve McQueen prendado de Cruela Deville, nos recetó "Medias Negras".
Eso ya era el coro de los niños sabinianos del Auditorio y siguió el diccionario de sus pecados al son de "Aves de paso".
El secreto jamás revelado de cómo caben tantos besos en una canción llegó con "Peor para el sol" y luego los invitados, Los Secretos, de Álvaro Urquijo, que tuvo su alternativa con "El Boulevar de los sueños rotos".
"Contigo", que crea consensos inmediatos, arribó pronto a la estación como el vagón que encabezó los clásicos, proclamados en íntimas versiones sin excesos vocales.
La noche estaba por supuesto llena de amigos, los escuderos fieles de Sabina, Pancho Varona y Antoñito García de Diego, acompañaban, en el bajo, y guitarra y teclados respectivamente, pero quien tomó la voz primero fue Jaime Azúa.
El requinto invocó el alma del rosarino Páez para entonar con el enemigo íntimo por excelencia, "Llueve sobre mojado", misma que valió la redundancia.
A manera de presentación y descanso para Joaquín, Varona despachó "Conductores Suicidas, pero quien inquietó al Auditorio, fue la corista Mara Barros.
El vestido de encaje desató a la lujuria cuando Mara llegó zapateando sus tacones lejanos para de inmediato hacer brotar Barros de deseo puberto en el rostro de todos. Tanto así, que ni Sabina se resistió a volver a la tarima con un ataque de nervios a terminar de cantar "Yo quiero ser una chica Almodóvar" con aquél monumento.
Pero además canta, y ¿de qué manera? "Y sin embargo te quiero" es una creación en su boca, obvio, luego Sabina la engañaría con cualquiera.
Un momento mágico fue cuando dijo "soy un novio regular, tirando a malo; un amante malo, no es falsa modestia eso dicen las estadísticas; un padre bienintencionado, digamos, pero tengo los mejores amigos del mundo". Ahí saludó a Ángeles Mastreta y al hombre que nos ha hecho a todos "patriotas de Macondo", Gabriel García Márquez, quien estuvo atento en un palco con su "Gaba".
Dedicada al Nobel, salió al quite lo mejor que se haya escrito en un hotel de Lima, según reza la leyenda: "Peces de Ciudad".
Ahí es cuando difícilmente se puede contener uno de tratar de florear la pluma en la crónica, pero es mejor dejar a Sabina decir las estrofas de "Alrededor no hay nada", poema de su libro "Ciento volando de catorce".
La oda a la diosa que se adora fajo un farol, "La Magdalena" nos recordó que las malas compañías son las mejores, para enmarcar, luego, el arribo de una sola nota gitana de la guitarra de Sabina, que provocó el "Olé!" y el canto al unísono de la magistral "19 días y 500 noches", donde la mujer de la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta, evocó alegremente el perfecto fracaso de amor.
El cantante amenazó con irse con su "Princesa" que pide 40 en lugar de 20 duros, pero el Auditorio no lo dejó y like Rolling Stone tan joven y tan viejo, sacó juventud de su pasado.
Tuvo tiempo para declarar: "que dejen de matar de una puta vez", entre la coplas de "Noches de Boda", esperemos que eso no le traiga de penitencia tener que ir a Los Pinos de nuevo.
"Ojalá que volvamos a vernos, ojalá, ojalá" fue más una súplica nostálgica, y le salió el José Alfredo que habita de pensión en su corazón, con la obra genial de Jiménez "La noche de mi mal".
Al final tras cojear con el Pirata y romper el bastón, todos, que sabemos que lleva 62 quisimos que viva 100 años, aunque él nos recete "Pastillas para no soñar". Y a las 23:05, el matador se subió al tren y se fue.

07 marzo, 2011

Entrega urgente

¿En qué momento dejé abandonado este blog? ¿Por qué las letras han pasado de mí?

Solía ser un blogeramente activo, pero ahora estoy ablogeado. Este celibato de la creatividad, el repentino desgano por desenrollar mi Charmin cerebral en un documento de Word obedece a un vacío más grande que un churrasco o un bife de chorizo.

Desde la última vez que había puesto letras en este espacio han pasado muchas cosas, resumo: dos microbuses tuvieron  a bien recargarse en mi pobre vehículo automotor; mi buen Chanfle II se emancipó del kidzania del periodismo y emprendió la ruta del Wok y la cerveza Tigre, allá donde el napalm hacía correr niñas despavoridas que terminaron en portadas de la revista Life; América, al más puro estilo de Marty McFly, volvió a los 80's con Reinoso al frente; mi querido Carnita y la no menos apreciada Livier, ahora se desviven con Rebecca y entran al mundo de los que nunca más volverán a ser la prioridad de sus propias vidas, sino los "esclavos" al servicio de un pequeño dictador que con su tiranía los hará felices como nunca pensaron que podrían serlo.

También en estos 130 días, Coco sigue muerto y no sabemos quién lo hizo. Si es una proeza encontrar justicia para los Toños de México que son Presuntos Culpables, encontrarla para los que ya no respiran es prácticamente imposible. A la par de mi frigidez literaria, Inphi y Jane despegaron en una misión cuyo cosmonauta principal viaja dentro de ellos en el infinito universo que pronto lo llevará a caminar por este valle con la excelente compañía de sus padres.

Si acaso la febril productora de imaginación y materializadora de medios para cincelar ideas, Miranda Hooker me sacó del levantón sufrido por mi inspiración a manos de los sicarios del tedio, al pedirme un texto para su taller, donde paradójicamente hablé de mis pasiones.

En realidad, el coma inducido al Korova, blog comunitario donde secretábamos alegrías y angustias, Olis (quien en Berlín también padeció el ataque de Wilson, Dios de la hueva y dejó de teclear un rato), Inphi, Chanfle, Miranda y yo, me dejó sin la obligación de los jueves de encontrar algo mejor que el silencio para compartir en la red, y eso para un baquetón de las letras como yo, es como dejar al Changoleón dentro de la Sagrada Familia de Gaudí y pretender que termine de construirla. Es decir, necesito un chicotito, un deber, una razón, al menos saber que alguien necesita que le escriba un post it y que ello le entretiene.

Pero como el Korova está más congelado que la promesa de quitar la Tenencia que hizo Fecalillo, en algo tengo que gastar mis dactilares, y por ello este intento de post. ¡Ah, pero todavía no he dicho en qué consiste el vacío que me llena y que me constriñe la glándula del posteo! Miren, si supiera que es ya lo habría extirpado o al menos habría tomado Tofupill, uña de gato o calzádome un stepgym para remediarlo. A lo mejor es que me araña el cuajo la distancia con mis indispensables AC/DC, tal vez como dijera don Cruz Martínez de la Garza, se me han atrofiado las agarraderas de la voluntad o se me descuajaringó la pajarilla, pero de repente echar un ojo a los blogs de mis correligionarios korovescos, ver el florecimiento de las vidas de Carnita, Livier, Inphi, Jane, Chanfle, Olis, Miranda, Bilbeny, y hasta saber que mi  contlapache, Jorge Cisneros se aventó el ocho de traer a Bruno al mundo a pesar de su siempre racional postura de que nunca sería padre porque en 40 años no habrá agua en el mundo, todo esa exuberancia vivencial, me pateó la cabeza y me dijo: "Mientras tú le pusiste tres candados al apando donde te escondiste, afuera la vida sigue, es una selva del Amazonas que nadie detiene", así que voy a salir de mi refugio antitornados y voy a dejar de discutir conmigo mismo sobre lo que la existencia nos ha ido haciendo en el camino.

Ya alguna vez lo he dicho, pero ahora será la raya de cal sobre la que andaré, al menos de aquí a que se me antoje lo contrario: mi saliva es un recurso no renovable y prefiero gastarla en un beso que en una discusión estéril con el tonto que habita  de paracaidista en mi interior.

04 noviembre, 2010

Coco

A Jorge no le gusta que lo feliciten en su cumpleaños, le da tristeza, llora, se siente mal. Tampoco le gustan las despedidas, las evita como muchos que le rehuímos al dolor de desprendernos de alguien por unos días, meses, años o quién sabe hasta cuándo. Cada despedida es un duelo, por eso mejor no hacerlo.

No sé de alguien que lo conozca a quien no le caiga bien, es el alma de las fiestas, uno de esos tipos que hasta empalaga con su afecto desmedido, salvo por su natalicio y decir adiós, es siempre el más risueño, chistorete y dicharachero, diría que muy cerca del estereotipo que Pedro Infante mostraba en sus películas: Lleno de amigos, coqueto y parrandero.

Quizás por eso me sorprendió tanto que al ser internado le dijera a Cyn: "¿Eres feliz? Ojalá nunca conozcas la tristeza".

La primera vez que lo vi, fue cuando llegó mientras su hermana y yo, como buenos novios juveniles, nos dábamos unos besos en el último sillón de la tan extraña como larga sala de la casa de la Portales de los Goya.

Saludó a lo lejos y se quitó la gorra para acomodarse los chinos, pero en medio de la oscuridad alcancé a ver que estaba un poco celoso, porque me veía con ojos de pistola, los párpados a la mitad y el tonito de la despedida sonó más a "desde aquí te estoy vigilando y no se te vaya ocurrir estar de mano larga", al "Buenas noches, abusados" que salió de su boca.

A pesar de su pequeña resistencia inicial, somos buenos amigos. A veces me siento culpable por alcahuetearlo y comprarle una miller o una bud, cuando sé que eso no le gusta a su esposa, pero me consta que nunca se embriagó cuando fuimos a conseguir un coche para Cyn en San Isidro, ni siquiera cuando nos equivocamos de freeway y terminamos pagando una multota por no saber dónde pagar, ya que era de cuota.

"Pepiño, creo que encontramos una mejor ruta", me dijo muy contento, pero cuando llegó el "ticket", ni modo lo tuvimos que azotarnos con la feria.

Recuerdo perfectamente el día de hace unos años en que perdió gran parte de los dedos medio, anular y meñique de la mano izquierda. A sus 20 años el oficio de impresor lo tenía dominado pero la prensa se quedó con una parte de él. Cyn me avisó llorando, como llorando también llegó Jorge con la mano pegada al pecho, vendada y sujetada con miedo por la diestra, que casi la compadecía por su desgracia.

No pasó mucho tiempo para que este chico de los mil amigos encontrara consuelo en su Matraca (Sonia para los que no son de confianza por favor), es más, más que consuelo encontró el calorcito del amor que desembocó en la maravillosa pero inesperada llegada de Mau, su primer hijo. Par de chamacos, apenas iban dejando las espinillas y las muñecas y ya tenían que arrullar a un escuintle.

Coco, como le decimos en la familia, no quiso seguir los estudios después de la secundaria, pero no había día en que no trabajara. Así se compró su moto, con la que tuvo un episodio casi fatal bajando del puente de Municipio Libre que cruza Tlalpan de Poniente a Oriente. Afortunadamente no pasó de otro susto, pero gracias a la imprudencia del conductor que lo embistió junto a un amigo tuvo que ir al hospital.

El pequeño Diego completó el cuarteto de los Palacios Casas y un día decidieron hacer su vida, allá en La Mesa de Otay, donde todos quieren pasar al otro lado y donde la religión es el dólar.

Tijuana los recibió y Coco, que nació en Chicago por esas triquiñuelas de la vida y por el espíritu aventurero de Juan Manuel y María Elena sus padres que se fueron a hacer la America para luego separarse, poco a poco hizo residente a Sonia y ciudadanos a los niños, de más de 1.80 de estatura cada uno, por cierto.
C
ontrario a su conocido refrán: "Un favor y un desprecio jamás los hago", Jorge es lo más solidario si de entrarle a un "toro", una faena o misión se trata. Me consta porque luego de comprar el Volvo, que nos salió malísimo, él mismo le cambió las cuatro llantas en el Discount Tire donde antes trabajaba en San Diego, luego del gran descuento que consiguió por su enorme don de gente.

No digamos cuando fuimos con su amigo Alex y nos puso gratis los frenos delanteros y luego nos echamos una fría, ahí dentro del Volvo. No le sacó al parche y al grito de "al ver veremos" no paramos hasta dejar manejable la carcacha con la que nos timó Sabino, el dealer de Otay, que nos la vendió en 4 mil dólarucos.

Me da risa acordarme que ya habla más como un bato que como un chilango. "Raza", "parqueate" y "guacha" ya son parte de su vocabulario, obviamente con el acentito atropellado de los tijuanenses, pero sin perder sus clásicos refranes de "hay que comer porque quién sabe cuando lo volveremos a hacer" o el de "si me ha de llevar el díablo que me lleve en un buen caballo".

A últimas fechas la cerveza empezó a jugarle rudo. Los trabajos no llegaban a pesar de que sabe de mecánica y está certificado como tal, además de que por ser ciudadano legal tiene un amplio campo laboral. El problema es que no tenía el ánimo para hacerlo. Algo lo apesadumbraba, ese algo crecía dentro de él y lo quemaba y sólo unas cheves lo calmaban.

Así las riñas en el hogar lo hicieron escuchar los consejos de internarse en un Centro de Rehabilitación para dejar el alcohol. Fue una decisión valiente, entró por su propio pie y no quiso despedirse, sólo le dijo a Cyn que estaba muy triste, le preguntó si era felíz, ella le respondió que sufría mucho por el autismo de su hijo. Jorge le dijo que me quisiera mucho, que me diera muchos besos, no sé de dónde lo sacó pero le dijo que soy un buen hombre y remató con el, "ojalá nunca conozcas la tristeza".

Hoy desafortunadamente todos la conocemos porque en el Semefo dicen que tu nombre está entre el de los 13 ejecutados por sicarios del narco que entraron la noche del 24 de octubre al El Camino AC y abrieron fuego contra los internos que querían superar sus adicciones.

Tenías apenas cuatro días dentro y jamás fuiste de una banda o algo parecido. Vivías del otro lado, en enero pasarías el "trago amargo" de llegar a los 38 años, eras un mecánico certificado y nos cobraron tres mil pesos por el tratamiento. ¿Qué mierda corre por las venas de quien acribilla a hombres indefensos y sobre todo inocentes? Precisamente corre eso, mierda.

¿Quién le dio permiso a Calderón para ponernos en medio de su estúpida guerra? ¡Y que no se le ocurra salir a decir que todos los asesinados eran narcomenudistas arrepentidos o que fue un ajuste de cuentas entre pandillas porque no conoce a Jorge ni me conoce a mí y no lo voy a permitir!

Ahora, escribo esto en el avión que me lleva a verte y no sé qué cara poner, no sé qué decir, no me gustan las despedidas, pero me encanta la cerveza como a ti que no tomabas otra cosa, que no probabas drogas y que eras un padre amoroso.

Cada vez que esté en San Diego en la gasolinera donde nos paramos a comprar una chela para el calor, brindaré por ti y ten por seguro que Mau, Diego y Sonia no se han quedado solos.

02 junio, 2009

El más joven






A mis 39 años llegar un lugar donde hay 8 mil personas y ser uno de los cuatro más jóvenes, sólo me puede pasar en un torneo mundial de cachibol, en una mega clase de acuarobics para romper un récord Guiness o en un concierto de Raphael.

El slogan de la tocada: "50 años", parecía más un requisito mínimo de edad para poder accesar al Auditorio, que un recordatorio del aniversario del Divo cantando entre nosotros.

Desde que empezamos a subir los escalones rumbo a la puerta comenzamos a notar que como que no encajábamos. El "Palomo", así le pusimos Cyn, Iliana, Simón y yo, un señor moreno casi chocolate, vestido con un traje blanco de lino, impecable, con zapato a juego y camisa negra con corbata en el mismo color, nos hizo recordar que estábamos en un gran evento, una gala.

Las señoras con falsas pieles que rodeaban su cuello, zapato cansado de tacón cubano y ropas cuyos mejores días estuvieron antes de los 80's, nos veían como bichos raros y eso que no íbamos de camiseta y tenis, pero obvio, no íbamos tratando de lucir a todo como los demás.

Una vez ubicados en la zona llamada palcos, que no son otra cosa que los brazos que rodean los boletos caros del auditorio, cada silla de ruedas, andadera y bastón que se acomodaban en los asientos subían dramáticamente el promedio de edad de los asistentes.

De pronto a cinco lugares a mi derecha pude ver a mi tío Raúl, con su cabello negro-negro-negro más azabache que el de Mónica Belluci, largo cubriéndole las orejas, lacio-lacio-lacio. Su rostro con marcadas arrugas pero que no representa sus 81 añitos. Estaba contento como un niño y le gritó al Divo: "Me alegro mucho de volver a verte", a lo que Raphael respondió agitando la mano derecha por encima del cabello teñido de rubio caoba y con su sonrisa de un millón de euros.

Las luces se semiapagaron y el "Ruiseñor de Linares" caminó como sólo una primera figura de los escenarios lo puede hacer, igual que cuando tenía 13 años que hizo casting para un concurso de canto, donde anduvo sobre la tarima del teatro al oír su nombre por parte del jurado que lo invitaba a mostrarles su talento. Hace 50 años apenas, llegó al centro de la sala, le dijeron "eso es todo, puede retirarse". Raphael se echó a llorar porque ni siquiera lo habían dejado cantar y lo habían bajado del escenario. Preguntó por qué lo eliminaban así y uno de los jurados le dijo algo así como: "con sólo verlo entrar al escenario me bastó, no necesito oirlo para saber que es una estrella".

Así, 50 años después, llenándolo todo, llegó al centro de la tarima del Auditorio Nacional y antes de cantar se inclinó al público y sin haber dicho una sola palabra se llevó la primera de varias ovaciones de pie que le prodigamos, por el simple hecho de verlo caminar.

Mis vecinas de la fila de enfrente, madre e hija, ambas redondas y adiposas, de esas señoras cuyos brazos nunca llegan a ponerse a la altura del tronco, porque descansan suavemente en la gordura de las lonjas que le sobran a los costados de sus poseedoras, vestidas con blusas similares a ropones desgastados de bautizo, lloraban sin parar canción tras canción y sacaban, una abajo de la manga izquierda de su blusa y la otra de la bolsa de su pants, un rollo aplastado de papel de baño para limpiar de su nariz la viscosa muestra de su conmoción por el gran español.

Para situarnos en la época de una manera salvaje pudimos reconocer entre el público a Dorle, la viuda alemana de Raúl Velasco, mismo oscuro personaje que decía quién cantaba y quién no cantaba en México. Eso sí, ni Dorle nos despertó un prejuicio sobre el Divo, al contrario.

Sobra decir que Raphael nos encanta. Horas y horas habíamos invertido los cuatro, en torno a botellas de tinto y cerveza, escuchando sus canciones, por lo que verlo por primera vez en cinco décadas nos tenía embobados, sobre todo cuando de una patada rompió el espejo al que le cantaba y luego cuando abandonó el micro para entonar a puro pulmón y todos escúchabamos perfecto "Digan lo que digan, los demás".

Algunos piensan que el Divo es mixto, y si no lo es qué desperdicio de pluma, pero es una delicia escucharlo cantar "¿Qué sabe nadie? Lo que me gusta o no me gusta en el amor". Ahí sientes que estás ante algo parecido a Edith Piaf o Liberace.

Lo pensaba antes de deleitarme ese sábado y lo sostengo: yo cada vez creo menos en los géneros y más en el talento, donde quiera que esté y sin importar de qué música se trate.

Fueron 165 minutos exquisitos y al salir todos teníamos la misma edad, incluso la señora cuyo look nos hizo creer que era hermanita de Andy Warhol, pero ya a punto de cobrar su afore. Corrí para tratar de saludar a mi tío Raúl, pero lo perdí entre la multitud en la explanada, no lo veía desde el 30 de marzo del 2000 que murió de un infarto, pero me hizo la noche verlo tan contento, aplaude y aplaude.

20 mayo, 2009

Mi biografo

"Uno aprende... que otros recuerdan mejor que uno mismo cosas que dijimos, hicimos o nos atañeron directamente... si quisiéramos repasar a fondo nuestras vidas, tendríamos que rastrear testigos", esto se lo leí hace unos cuatro meses a Javier Marías en la columna que escribe para EPS e inmediatamente pensé que eso me pasa exactamente.

Soy de una memoria pésima y cada vez es peor. Hace unos 15 años todavía era de una incredulidad burlona cuando mi padre o mi madre decían que no recordaban tal o cual cosa, tal o cual persona, cierto pasaje o situación, ahora los entiendo perfectamente. La edad definitivamente nos enseña que el pedazo de cerebro, alma o gaveta donde entran los recuerdos tiene un límite de espacio y luego ya no es fácil recordarlo todo.

En fin, más allá de mi precoz alzheimer, nunca se me ha dado recordar nombres ni anécdotas. Muchas veces encuentro en la calle a personas, que tiene cierto tiempo que no veo pero con las que conviví años, y no puedo decirles por su nombre porque en ese momento no lo sé.

Para lo que sí soy bueno es para las caras, si te he visto cuando te vuelva a ver sabré que no me eres extraño, lo malo es que no sabré toda la demás información.

Y si a todo esto le sumas que a mí me da la "migueldelamadriditis" y luego ya no sé ni lo que dije, ni lo que escribí, que muchas veces no me reconozco en lo que he escrito en este mismo blog o en otros lados. No entiendo de qué parte de mí salen algunas cosas y cuando las releo me suenan desconocidas y ni siquiera atino a adivinar el final del texto.

Dice Marías, con la pluma llena de razón, que olvidamos las cartas que escribimos más que las que leímos, lo que dijimos más que los que nos dijeron. En cuestión de ofensas, agrega, recordamos mucho más los que nos inflingieron que los que infligimos. Yo resumiría en que todos necesitamos un biografo y yo tengo uno.

Tengo la enorme fortuna de contar con Simón, el amigo más cercano que he tenido en toda la vida, un hermano que me lo escogió el azar y me lo reafirmó el afecto. Simón, es en sí mismo un personaje fantástico que por igual podría habitar en una novela de Rulfo que en un relato Paco Taibo II. Su vida es mucho más mágica de lo que él puede reconocer. Nació siendo Rafael por la adoración de su madre por el Divo y así fue registrado, luego por discrepancias familiares, ya siendo un niño le cambiaron en el Registro Civil el nombre a Arturo Román, pero él es Simón, porque cuando nació, creo que su abuela se equivocó al ver el santoral y como supuso que había llegado al mundo el Día de San Simón, le empezó a decir así de cariño y se le quedó.

Ahora cuando lo veo cantar las rolas del Ruiseñor de Linares, creo que sí podría ser Rafael. También lo pensé cuando fui por primera vez a su casa de Sánchez Azcona y vi en la sala un óleo que retrataba a un señor muy serio y pregunté si era su Papá (que yo sabía que ya había fallecido), pero cuando la respuesta fue que era el mismísimo intérprete de "Sigo siendo aquel" en un homenaje hecho por su progenitora al cantante, me di cuenta que mi amigo no era alguien común.

Nos conocemos desde hace ya casi 25 años, hemos sido Viruta y Capulina, Pancho y Rancho, El Gordo y el Flaco, Pituca y Petaca, hemos sido cómplices de un acto vandálico impronunciable y que nos acompañará hasta el día que durmamos con los peces, porque creo que ni él ni yo nos atreveremos algún día confesar que tanto pecó el que ararncó el coche como el que aventó la piedra.

Simón es mi biografo porque él recuerda mejor que yo las cosas que he vivido, en las que ha estado presente y las que no. Invariablemente, en cada plática en torno a un pozole, una chela o un vodka, empiezo contando algo y Simón refina el relato, lo adereza condimenta, él dice que con algo de ficción, pero hasta que los diálogos de la situación salen por su boca, en mi cabeza se prende el foco de que, efectivamente así fue, eso dije, eso me dijeron, así me pegó el Jackson o así corrí al capitán del equipo de la Prepa en un arranque de ira.

A veces el grupo de amigos que tenemos dábamos carrilla a Simón (incluido Faz, su hermano) porque el buen Simón parecía el personaje de la camción de Radio Futura, aquel "Tonto Simón" que "siempre cuenta la misma historia", pero ahora es una bendición que tal como contó por primera vez nuestro viaje a Guadalajara para promocionar el disco de Juan Pablo Manzanero, lo puede volver a relatar con las mismas palabras, los mismos detalles, todo a la perfección y cada vez que lo hace me maravillo de que su disco duro no haya reciclado, como el mío, toda esa data.

Hoy me alegro un millón de veces el no haberlo dejado caer desde el tercer piso del hotel Nueva York de Guanatos, ese día que luego de las rondas de bacardí, cervezas, viñarreales y vodkas emuló a Jim Morrison en la película de Oliver Stone y se colgó a una mano del marco de la ventana y dejó ir el cuerpo al vacío. Si no hubiera salido de mi embriaguez súbitamente y de un jalón lo hubiera regresado al cuarto, seguro me hubiera pasado como a Juan Rulfo, a quien alguna vez le preguntaron por qué ya no escribía, y contestó, es que se me murió mi tío Celerino, que era quien me contaba las historias. Yo tendría que decir que ya no escribía porque se murió mi amigo Simón, que no se llama Simón, que me recordaba todas nuestras historias.

Entonces, hoy aprovecho para agradecer a Simón porque por él no soy un Salinger, un Rimbaud o un Rulfo, sin recuerdos que escribir... ah y además tengo al mejor amigo.

12 mayo, 2009

Irrepetible

Corrimos con la misma aprehensión que tendríamos si nos persiguiera un terrorista chiíta, pero con la alegría del niño que oye la chicharra y sale al recreo desbocado.

La Plaza ya nos era familiar y no por los toros, sino porque ahí el viejo Tigre hispano ya nos había enseñado lo que era esperar dos horas bajo la lluvia para escuchar un auténtico maestro del rock en español.

Como siempre el contenido de nuestros bolsillos nos llevó a la parte más alta del coso y aunque nunca se llenó, no nos detuvimos hasta encontrar el mejor lugar disponible, justo en la barandilla del tercer piso, donde el embudo provoca vertigo con sólo asomar la nariz.

Ese 20 de febrero de 1988, Simón y yo no encontramos eco en nuestros compinches y fuimos a ver en binomio a Nacha Pop, Danza Invisible y Kerigma, pero eso traía una vergonzosa historia detrás.

Mi estupidez juvenil me había hecho regalarle a una chava los dos boletos de "abajo" con la inocente esperanza de que con ello se fijara en mí. Los compré con una quincena de sueldo completa pensando en ir con ella y cuando los vio se aventó como pantera, le gritó a su hermano que ya podía estar tranquilo, porque ya no se perderían a Danza Invisible, su grupo preferido.

Menso a mis 17 añitos no dije: "¡Hey!, ¿cómo que con tu hermano?". Cogí lo que me quedaba de dignidad, que no era mucho, cargué con dos toneladas de vergüenza y me abrí paso entre la desvergüenza de ella y me fui a mi casa.

Al otro día con lo poco que me quedó, de dinero, porque la dignidad se me cayó en el camino, hablé a Simón y le propuse que fuéramos a ver si de casualidad encontrábamos dos boletos baratos para el concierto.

Total, los conseguimos y entramos. Ahí desde el balcón, la tristeza de la babosada cometida me duró un rato mientras Kerigma, uno de los grupos más finos del rock mexicano y quizás a uno de los que menos justicia se la ha hecho, entonaba "Sin rumbo", "Mi espera" y "Nena" (no pidas si no vas a dar). Su cantante, Sergio Silva (al que nosotros le decíamos el insepulto por su cara de muerto de tres días) me recordaba lo tarado que había sido, aunque cantara "Juana la Loca".

Luego vino Danza Invisible, grupete de baturros de poca monta, cuyo único mérito era aquella de "Sin aliento". ¿Y para esto me dejé arrebatar los boletos? Malísimos. De plano nadie los peló y todavía se atrevieron a pedirnos que cantáramos con ellos. "¡Pues pásenos las letras!", les gritó Simón y hasta la fecha me cago de la risa cuando lo recordamos.

"Hemos llegado de Madrid y nos hemos encontrado con una ciudad impresionante, interminable, no se acaban las calles", con estas palabras nos recibió Antonio Vega y empezó esa gran canción. Fue impresionante.

Por primera vez en nuestras vidas escuchamos en vivo, "Décima de segundo" (pufffff), "Vístete","Persiguiendo Sombras", "Grité una Noche", "Relojes en la oscuridad", "Lágrimas al suelo", "Asustado estoy", "Desordenada habitación". Se mezclaban el pop lúcido de Nacho con el nostálgico rock, lleno de poesía y con letras que si acaso se pueden comparar con lo que Santiago Auserón hacía con Radio Futura. Un manjar similar a un merengue que pones sobre la lengua y se va desintegrando pero llenado de placer la papilas gustativas del alma.

Casi para cerrar, vino el grito que dimos cuando la guitarra de Vega empieza a ser rasgada por las notas de "Lucha de gigantes" me sacó los ojos de sus cuencas. Estoy seguro que ese día estaba ahí Alejandro González Iñarritu sentado junto a Lyn Fainchtein y pensaron sin decirse nada, el día que haga una película, no sé cómo, no sé por qué esta canción será el soundtrack. Afortunadamente existieron los Amores Perros y muchos que nacieron después o que no se habían dado cuenta de ellos, conocieron a Nacha Pop. Jamás volvieron a dar un concierto en México o América Latina, ahora más que nunca esto merece aquella definición de un momento irrepetible.

De mi dignidad, mi sufrimiento y todo lo demás, no hubo más, aquélla pérfida ratera fue un último recuerdo que no volvió desde que Antonio nos cantó "Chica de ayer", y eso fue, aunque todavía era hoy, ella ya era de ayer.


PD: Hoy murió Antonio Vega y me pegó. Cuando Cyn me lo dijo en la mañana yo pensé que había sido Nacho Vega, su primo, pero cuando supe que era él, me volvió a pegar. La maldita heroína lo arrastró como amarrado a un tren, pero su genio irrepetible no es ochentero o de la movida es, para quien lo quiera escuchar, clásico. Verlo en su última aparición en TV antes de cumplir los 51, con los que se iría a calacas, me conmovió como a Bosé.

Véanlo, la canción es entrañable.

29 abril, 2009

Ladies night

Tengo varios amigos, algunos con los que comparto muchas ideas y coincido en ciertos gustos, que me reclamaban el nunca haber visto la película Jerry Maguire, a lo que siempre contesté que tengo un prejuicio insalvable contra todo aquel pedazo de celulosa, ahora archivo digital que contenga, lo que algunos mal llaman, actuación de Tom Cruise.

Mi repulsión por este cientólogo venido a celebridad no tiene otro origen que su nula, pésima y sobrevalorada calidad histriónica, amén de su personalidad de bachelor universitario, perdona vidas y claramente reprimido gay de clóset, que siente que no lo merece el piso por el que camina, pero que transmite la vibra de un ente lleno de complejos.

En suma, el tipillo me parece vomitivo, pero ante tanta insistencia de mis compinches, pero de manera casual ya que se me atravesó por enfrente al estar practicando el edificante deporte del zapping, la mentada película que el buen Inphi tiene como manual de vida, dvd de cabecera y compendio de frases célebres.

El escenario no podía ser más adecuado para librarme de toda teleraña que me impidiera captar las bondades de la movie. Estaba en Tepoztlán, lejos de la influenza y la psicosis colectiva (que saca lo peor de mucha gente que ya pelea su lugar en el cadena alimenticia tratando, no sólo de salvarse por encima de todo, sino también de hundir a algunos en el camino, para que cuando sólo queden olotes ellos sean de los pocos burros todavía en pie), en fin estaba desestresado, recostado con la familia dormida a mi lado, por ahí de las 9 de la noche y con el frasco de la tolerancia lleno a tope, luego de haber comido en Los Colorines y nadado en la alberca hasta tener las manos arrugadas como las tepalcuanas de Madonna.

En total relax recibí como si fuera El Padrino o Pulp Fiction, es decir con avidez de ver algo bueno, la primera escena de la película que ya estaba empezada y cuál sería mi decepción que veo al sobre actuado chaparro correr tras Reneé Zellweger para pedirle matrimonio, y la Bridget Jones (que por aquella época estaba totalmente en sus jugos y muy apetecible) acepta. Lo malo no es el tema, es la poca credibilidad del actorcete. Me dije, no seas severo, no lo puedes acabar luego de dos minutos, sigamos viendo.

Corte a boda en el jardín y el negrito, Cuba Gooding, por quien no tengo ningún tipo de rencor, se atreve a cantar sacrílegamente acompañado por el clásico mariachi de ecuatorianos avecindados en Los Ángeles, el himno del soul What's going on del gran maestro Marvin Gaye. Sobra decir que Cuba no canta ni bien ni mal, sólo no canta, por lo que tal osadía me pareció como si Schwarzeneger interpretará el Himno Nacional Mexicano acompañado por Julio Preciado, Coque Muñiz y la Tesorito a ritmo de hip hop. No se vale, mi parte más agria pidió inmediatamente al pulgar movernos al Atlas-Toluca, pero aún así me quedé casi con unos palillos en los ojos y una bolsa antimareos, por cualquier contingencia provocada por ingerir productos en estado de descomposición.

Más tarde, ¡oh sorpresa! escenas bien logradas de acción en un emparrillado me llaman la atención, y más, aunque no le voy a Dallas, sino que me provoca algo similar que Cruise en cuanto a simpatía, veo a Troy Aikman, Deion Sanders y otras leyendas, alternando con el personaje de Cuba que resulta ser un receptor de los Amievas de Arizona. Lo malo es que sigue saliendo Cruise con su cara y actuación tipo Ricky Martín en los Muñecos de papel siempre con el mismo gesto y actitud que son tan naturales como las chichis de Sabrina.

Me vienen a la mente los comentarios de Bri que también se persigna todas las noches y pronuncia un "show me the money" antes de dormir, pero aguanto vara. Tambien se forma en mi cabeza un flashback de cuando los Cardenales derrotaron a los Vaqueros en playoffs con Jake Plummer como quarterback, y me emocionan las jugadas de la última desesperada serie ofensiva de los pájaros rojos de mi estimado "Andrés cabecita de algodón" y hasta pienso, ahorita lo tengo cerca, porque ya vive en Cuernavaca.

Pero poco me duró el gusto porque viene una escena donde Gooding anota el TD de la victoria , que en este caso le da a los Cards el pase a postemporada y cae de cabeza, queda inconsciente. inmóvil y todos temen lo peor, y cuando parece que el melodrama toma forma, inverosímilmente el negro abre los ojos se para y festeja como Prime Time y como todos los jugadores de la NFL juntos, da 20 giros en el aire. ¡Por favor! Aunque haya fingido y se hubiera querido pasar de chistoso, no hay manera de que se le permita a un jugador de la NFL siquiera ponerse en pie, luego de que se le "apagó la tele", tuvo un golpe en el cuello o cabeza y mucho menos todas esas cosas juntas. Además el asunto como guión, carece de gracia y Cuba carece de biz cómica para interpretarlo.

El colmo fue la escena que sigue donde el intento de actor, ex esposo de Nicole Kidman, corre a salvar su matrimonio y enmedio de 36 viejas que echaban café y compartían sus amarguras por los hombres, entra a su casa y con un discurso de tres minutos, que envidiaría Eduardo Santamarina en una telenovela de Juan Osorio, le dice a Reneé que no puede vivir sin ella y todas las féminas reunidas en la sala de la casita clasemediera, chillan como marranos ante tanta sensibilidad emanada de un cuerpecito que apenas levanta el 1.60 de estatura.

En seguida, escena de prensa con final chapucero entre el competidor de Maguire y su representado, ok. Más tarde secuencia de Cuba siendo entrevistado por Glenn Frey, ¡de The Eagles!, donde, otra vez sobre actuado, el jugador se entera de que su magnífico agente le consiguió 11.2 MDD de contrato. Mmmmm, al menos ya terminó.

Lo mejor de todo fue que al final todo tiene una explicación lógica: VH1 transmite el bodrio en un segmento semanal llamado, Ladies Night, ahora todo tiene sentido, una película que es catalogada como para "viejas" o hecha para viejas, no podía ser de otra manera, y no es por misoginia, sino que los productos dirigidos a un cierto segmento siempre terminan por ser maniqueos y con mensajes sesgados y poco afortunados.

Posiblemente 40 minutos no sean suficientes para juzgar una obra, pero prometo que la próxima vez que vaya a Tepoztlán y estemos al borde de una pandemia y que el Ladies Night transmita Jerry Maguire la veré desde el principio para emitir un juicio más justo, mientras, con su permiso, mantendré mi prejuicio insalvable contra este filme y todo lo que huela a Cruise.

25 marzo, 2009

Yo soy el Árbol

No lo puse en el post anterior, en realidad no quise decirlo, peero yo soy el Árbol.

El apodo, cuyo origen, repito, me llevaré a la tumba, me lo puso un chango que ya ni me acuerdo cómo se llama (ya le preguntaré a Simón) pero se me quedó por años y de hecho la gente que me conoció allá por mis 15 años, con cariño me dice así.

Sí fui un delincuente juvenil y creo que Slim no era dueño de Sanborns en ese entonces, y qué bueno porque sino me cobraría tanto robo-hormiga, robo-escabajo y robo-grúa.

Con el Chori y el Coco mantuve cierta comunicación porque la vida nos llevó juntos al mismo grupo de cuarto de Prepa en la 6 y a los tres nos tocó bola blanca y marchamos para hacer el Servicio Militar Nacional en el Campo Militar número Uno.

Parecíamos triates, pero como a que a mí me fue cayendo el 20 que eso de ser un granuja no me iba a llevar muy lejos, además de que ser un peladazo tampoco me iba a traer muchas simpatías femeninas, o por lo menos no del tipo que yo buscaba, así que antes de empezar el quinto de Prepa, aunque nos veíamos mus seguido en los pasillos, nos convertimos en extraños.

Al Chori lo vi hace poco, con la misma camisa a cuadros, tipo leñador, que usaba en la secu, los mismos jeans guangos, pero ahora con una frente que le daba casi hasta la parte occipital. Lo malo es que era el mismo lenguaje alburero y comportamiento juvenil.

Al Coco lo ví y me impresionó verlo totalmente calvo y pensando unso 150 kilos, pero eso sí con la misma cara llena de pecas. Lo nuevo era que ya tenía diente incisivo, un camionetón tipo narco, esposa guapetona y dos chamacos. Me dijo que hacía negocios, no me dijo cuales, pero parece que le va bien, espero que no sea que haya seguido en el ramo de la delincuencia.

¿Cómo me habrán visto ellos?

20 marzo, 2009

El Chori, el Coco y el Árbol

¡Bájate de ahí!, ¡te vas a matar! Gritó el maestro Terrazas al "Chori" el día que el director Filemón López Avendaño, le encargó la secundaria 45, mientras acudía a una junta distrital.

El profesor más temido conoció el infierno gracias a los tres secundarianos con la creatividad más calenturienta que se ha visto en la esquina de Esperanza y Cuauhtémoc.

Terrazas hostigaba a los cuatro grupos de tercero con su trigonometría y raíces cuadradas. Su asqueroso bigotito rojizo recortado apenas sobre los márgenes del labio superior, su suetercito marrón tejido de tres botones y su corbata de células, mitocondrias y núcleos, muy setentera, provocaban el terror en la clase.

Amigo de la humillación pública y el escarnio sobre el débil, "Terrascas" como le apodaban, también era un viejo verde, que para sus 45 parecía de 60, que no escondía sus lúbricas mañas sentando en la primera fila del salón a Adriana, Luz, Marisela, Tania y cuanta ya formada casi quinceañera de falda rabona le podía inspirar una mirada llena de viscosas intenciones.

Terrazas se regodeaba en su poder, ese podercito insignificante pero que a los alumnos nos parece el mayor problema del mundo en su momento, pero que viéndolo en perspectiva luego de unos años, es en su mayoría, sólo el reflejo de las frustraciones y carencias de alguien, sin vocación, que siente que es alguien echándole a perder un pedazo de sus vididtas a los granientos y hormonosos escuintles.

El Chori era un personaje del submundo narvarteño, con nariz de alcanza-queso, cuerpo de castor parado, vocabulario acuñado entre las enseñanzas de Zayas, Luis de Alba y todo el cine sexy-ficheras y anexas, mismo que 99 de 100 veces era una hilación de albures y que sin ton ni son terminaba cada frase con un "qué tal, qué tanto" o un "saaaaaaaco" lo cual le trajo después que esa palabra se convirtiera en otro apodo, para quien en la pila bautismal fue llamado Pedro, Piedrín.

El compinche número uno del "Chori" era el "Coco", cuyo verdadera identidad era Guillermo Ulises, pero no tenía cara de eso, sino de "Coco". Su pinta similar a la de Alfalfa lleno de pecas, se acentuaba en la ñoñez con las tallas chicas de su uniforme de suéter verde, polo blanca y pantalon "príncipe de Gales" con parche en la rodilla derecha. Pero no te podías dejar llevar por esa imagen de aparente inocencia, ni por la ventana que formaba en su mazorca la ausencia del incisivo derecho, ya que su precocidad y perversión eran dignas del capo más sangriento.

La comparsa de estos malandrines era "El Árbol". Uno de los mejores promedios del salón, pero sin mucho apego a la disciplina. El porqué de su apodo me lo llevaré a la tumba, pero no era ni por su engominado cabello al estilo Vaselina, ni por que lo dejaran plantado ni nada de eso. Digamos que sus calificaciones eran la mejor coartada para las acciones criminales del trío.

Esa mañana, la tercia de rufianes se propuso dejar a Terrazas con un imbécil delante de toda la escuela, por... nada más porque sí. El expediente delictivo de los tres amigos incluía una extensa serie de robos hormiga a la sección de LP's de todos los Sanborn's que existían en ese momento. La técnica, aprovechando que no había códigos de barras ni sensores en las puertas, con dos discos viejos se parapetaban hasta 50 viniles de un jalón y salían tan campantes, con la sangre fría que sólo puede proveer la inconsciencia.

Luego, esos acetatos terminaban regalados entre los amigos, las pretenzas y piernudas que los veían como el Robin Hood de los sin dinero para música y eso llegó a granjearles los favores de no menos una interesada.

Sus otras travesuras incluían bailes eróticos entre clases y las clásicas tareas del calzón chino, poste y burro tamalado, pero llevadas al extremo.

Por eso, como quise empezar a contar, pero yo solito me interrumpí, esa mañana que Filemón ("Dirpelón" para los cuates) fue a una junta, seguro con Elba Esther, todo iba bien para Terrazas, hasta que dieron las 10:50, hora del descanso.

Desde el primer balcón de las escaleras, Terrazas contemplaba a los pubertos llenos de clearasil, mientras un grupo de albañiles pintaba el impermeabilizaba los edificios de la secu.

Sin un plan preconcebido de por medio comenzó el motín. El "Coco" se lanzó a apredear a los albañiles que como afganos rencorosos respondieron a la agresión desde el techo. Pronto eso era una lluvia de pequeñas piedritas negras, como las que forman el asfalto. El eco del micrófono de Terrazas amenazaba al Coco con la suspensión, expulsión y ex comunión, pero a la voz de "todo el que haga lo mismo correrá con la misma suerte", media secundaria se unió al despapaye.

No sé por qué pero no puedes retar a un secundariano a no portarse mal, porque es un llamado inmediato a la sublevación. Entre la confusión, el "Árbol" reclutó al "Gato" para hurtar el aparato que proveía del sonido local a la escuela. Era una especie de estéreo industrial, con radio y salida para dos micros.

El problema es que estaba en el salón de música y ahí reposaba doña María Santarelli, anciana boteriana que nunca se podía parar del banquillo de su piano porque su trasero descomunal no le permitía moverse con soltura. El plan fue que mientras el "Árbol", aparente estudiante modelo, se apersonó frente a la maestra que ya sólo lucía dos dientes arriba y dos abajo en toda su boca, y le sacó plática sobre el concurso de entonación del Himno Nacional que se llevaría a cabo una semana después, el "Gato" sacaría el estéreo.

La "mayra", también conocida como "Panzarelli", se sintió halagada por la visita, y ajena al bullicio exterior no se percató que mientras ella hablaba de Nunó y Bocanegra, el "Gato" introdujo sus garras por el pequeño hueco que quedaba entre las ventana que tenía visagra en la parte superior y una reja que le daba aspecto de cárcel a las ventanas de la escuela.

Con la habilidad que envidiaría Houdini, los brazos del "Gato" sustrajeron el estéreo, desconectando el micrófono, sin que alguien pudiera notarlo. Acto seguido el estéreo fue a dar al portafolios Sansonite jumbo del "Árbol", cuyos útiles se repartieron entre los compinches del tercero "B" que por ser parte del conflicto y esas ganas de ser malos, ayudaron a los maleantes.

Terrazas corrió al salón de música, pero cuando llegó ya no había estéreo y ni el "Árbol" ni la profesora sabían dónde estaba. El pobre hombre estaba fuera de sí y exigía compostura.
La hora del descanso se había extinguido y el patio era como la sabana cuando los leones salen a cazar: un corredero alocado de gacelas y cheetas, que gozaban el libertinaje.

El maestro se dispuso a tocar el tiembre, pero no contaba con que el "Coco", estudiante del taller de electrónica hurtó, los fusibles y no había luz. A gritos, Terrazas intentaba hacer que se formara el estudiantado, pero fue en vano, y para rematarla el "Chori", en el acto supremo de la heroicidad adolescente, tomó un andamio, de esos donde se sientan los albañiles y que mediante una polea sirven para subir colgados junto a una pared, y comenzó a jalar de la cuerda para terminar justo en el quicio de la ventana del tercer piso, del salón de tercero A, junto a las escaleras.

Terrazas enloqueció, creo que hasta se le llenaron de lágrimas los ojos. "¡Bájate de ahí!, ¡te vas a matar!", vociferó exultando ira, pero se oían más las risas del Chori y compañía.

El descanso nunca terminó, el maestro, que creo no contaba con la simpatía del resto de los maestros porque nadie lo ayudó, resolvió el maremagnum abriendo las puertas y dejando salir a todos a las 12:00, casi dos horas antes.

El castigo, como en buena historia, nunca llegó, Terrazas quiso reprobarlos, pero tenían promedios aceptables, quiso quitarles la carta de buena conducta, pero no pudo hacerlo porque tuvo que eliminar de su reporte las faltas más graves por miedo a quedar como un tonto frente a Filemón. Lo más que pudo fue recuperar el estéreo dos semanas después, no sin antes haber cedido en aprobar a más de 20 que tenía reprobados, y así no pasar a la historia como un inútil que no pudo contralar una mañana a 700 inocentes alumnos. Claro ni que fuera algo del otro mundo.

19 marzo, 2009

Monsieur Madrid


Cuando éramos más jóvenes cantábamos en corro ".. aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia", aullábamos "Sin tu latido" y regurgitábamos "Princesa". Brindábamos porque el pasado no existe y el futuro es una mierda. El ron era agua de uso, la cerveza para lavar las tripas y los pitillos los segunderos que se consumían uno tras otro, hasta que, en esa hora maldita, nos cruzábamos con el trabajador en la calle.
Dábamos de beber a los dioses para evitar el gafe. Teníamos algo que llorar, algo que reír, pero sobre todo mucho que cantar. De Diagonal de San Antonio a Atocha, pasando por Reina, Cerro San Andrés y Cuauhtémoc, el gañote se secaba despellejando a los cretinos, aplaudiendo a los valientes y entonando a los maestros, pero se bañaba en nombre de la familia que se escoge, de los camaradas por los que la vida va en prenda a cada paso.
Seguimos la ruta del dolor de Asha a la Camerata. El polaco pedía que se tomaran las medidas, la rat peinaba su gigantesco copete y ella, siempre fiel, nos cuidaba. El casero apareció y enloqueció por las paredes pinchadas, pero eso poco nos importó, apenas bajamos del Renfe la Casa de Campo nos vio hacer el dominó humano, levantar el puño izquierdo frente a Anguita y recibir la crónica de Rubén de aquél beso entre dos amigas que empezó en la frente y terminó en el ombligo.
El discípulo de Morin, el mejor de todos, hizo de aquel 97 el año de Madrid. Lloramos toda la noche antes de abordar el KLM, lo que hoy vino a mi mente de nuevo al escuchar a Rodolfo llamar "Monsieur Madrid" a Joaquín en pleno recital en el Palacio de los Congresos, pero por esta vez me va a perdonar, porque el único y auténtico "Monsieur Madrid", sabe a mota.

17 febrero, 2009

El periodismo es como la cacería

Ayer me aventé un clavado a la parte de mi cerebro que coordina el debraye y llegué a la conclusión de que el periodismo, ese que busca la exclusiva, la nota importante, la entrevista que rompa, ese periodismo es como la cacería.

Lo es porque todos los que lo practicamos o que por lo menos intentamos hacerlo, buscamos siempre llevarnos la mejor pieza, la más rara, el más bello especímen a nuestra sala de trofeos. Porque no nos hagamos, escribimos para un medio, para los lectores, pero antes que nada escribimos para nosotros y queremos que se sepa que nosotros lo hicimos, no conozco a nadie que haga un notón y que no quiera firmarlo.

Y sí, un cazador trata de matar su presa de la manera más limpia, más fina y artística. Lo acecha por horas o por días, se asegura que la flecha o la bala no dañen la cabeza. Tampoco va a acabar con la especie, los animales en veda son como la información off the record, por ética no las publicas, no las quemas. Luego, el conocimiento adquirido es utilizable pero en el momento es sagrado.

El verdadero cazador como el verdadero reportero no caza en grupo, ni a la misma presa. Quiere un ejemplar, al mejor de todos pero para él solo. Los que cazan en grupo, lo hacen para comer, para sacar la chuleta del día, prefieren compartir a competir, el mediocre bienestar general sobre la gloria individual, es más cómodo, aunque nunca cazas lo suficiente aunque la pieza sea muy apetitosa, porque entre varios se diluye el gusto.

Caso aparte son lo que sólo meten la grabadora, porque son como carroñeros que se arremolinan alrededor de un cadaver, no importa qué diga, no importa a qué sepa se trata de rescatar un pellejo y si se puede soltar una mordida entre el anonimato del tumulto. Todos hemos tenido que meter una grabadora, pero hay algunos que lo hacen sin escuchar al que habla, sin cuestionar algo, por eso son carroñeros.

Cuidar a la presa y presentarla de la manera más digna posible sobre la chimenea o parada y disecada en un salón, es la culminación de la obra, y ahí también hay los que al presentarla (escribirla) la destrozan, todo lo que ganaron con el gatillo, con la emboscada, lo pierden por el mal manejo del cuchillo.

Lo peor es cuando, luego de jornadas de espera, de vigilia permanente, se te va el trofeo por un estornudo o quedarte dormido. Suele pasar que eres quien ha seguido un tema, día a día, avance tras avance y a la mera hora cuando todo se definirá, no dispara por estar en la baba o de plano erra el tiro por sentirse muy seguro y llega otro le gana al ejemplar apuntando desde otro lado.

Los eventos o coberturas de varios días son como los safaris, donde los cómodos, los inexpertos, se van sobre la manada de cebras, porque hay muchas y son fáciles de agarrar, pero el cazador con espíritu de Hemingway, toma la cebra (la conferencia), pero luego busca cazar al león o al cheeta, el premio mayor entre todos los que al verse en la sabana, el paraíso informativo, sólo toman lo que está a la mano.

Los periodistas que hacen crónicas de partidos o de lo que sea, no son cazadores, porque no es ese su rol en ese momento, ellos son pintores, interpretan en un lienzo lo que ven, ven más allá de lo que se vio y oyen más allá de lo que se oyó. Los otros, los cazadores, van por todo, por algo más duro.

Hay otros cazadores primitivos, sin moral, sin códigos, que cazan con piedras, que degüellan al animal, lo abren en canal y lo empalan para correr gritando con la cabeza de la presa bien en alto, mientras cantan algún himno tribal. Esos son los amarillistas, los que no tienen respeto por el trofeo, los que entre más sangre o más grasa mejor.

Existe otro subgrupo que es el de los lenguas, esos que salen a cazar y dicen haber matado una presa que nadie vio, o que cazan una rata y dicen que fue un tigre, esos periodistas son los ue vuelan las notas.

Así me podría seguir horas, pero no podría asegurar que alguien siga leyendo esta letanía sin bostezar, por eso a este animal, lo diseco y abur.

03 febrero, 2009

Che... Fidel; Che.. película

Los que me conocen un poco saben que respeto y admiro a Ernesto Guevara de la Serna, El Che. Que por eso me he documentado e investigado sobre su vida, sin caer en fanatismos, y más allá de desmitificarlo, el conocer su vida me ha hecho llevar la admiración al terreno humano más que al político o ideológico.

Por eso, no podía perderme la película, El Argentino, y definitivamente no me gustó. ¿Por qué si la imagen del Che no es desvirtuada ni tiene un mensaje proyanqui? Pues porque para mí fue como un "Che for Dummies", la historia oficial contada ya miles de veces, desde que Omar Shariff se animó a empaparse del halo de grandeza del doctor rosarino.

Está totalmente basada en diarios escritos por el propio Guevara, la película es como su evangelio, las frases son exactas y redactadas con acuciosidad, son el reflejo de lo que el Che escribió luego de que pasaban las cosas en el plan de dejar un documento oficial de una revolución, pero no tiene alma.

Es una película panfletaria, es como una biblia de izquierda, entiendo que para hacer una película del Viejo o Nuevo Testamento no hay más que unas fuentes y por eso esa películas son tan parecidas y tiesas como una pintura, pero aquí no tenía que ser el caso.

Creo que con tantos documentos y testimonios de personas que aún viven y que estuvieron con el Che, con libros como el de Taibo II o el de Castañeda (que quería tirar el icono y terminó haciéndolo más grande) podría Soderbergh haber construído un personaje más humano, más creíble, porque obviamente que el Che no era ese personaje tieso que cada vez que habría la boca soltaba una neta, y Camilo no era ese bufón que cada que lo hacía soltaba un mal chiste.

Creo también, que Benicio del Toro, como productor de la película, sucumbió ante el vanidoso acto de interpretar a una persona que imanta con su personalidad, y como seguro alguien le dijo que se parecía, más se hinchó de soberbia y lo hizo. Su actuación me parece buena, pero el casting es lamentable.

Por momentos, bien lo dijo Cyn, parece Jorge Ortiz de Pinedo en el papel del Che, pero tiene ángulos donde está muy clavado, como en su alegato en la ONU. Lo que no checa es que Del Toro mide 1.88, mientras que Ernesto Guevera era un hombre de 1.73, ¡un poco más bajo que yo!

Con la magia del cine, eso no es problema, si no se te ocurre contratar a un Fidel Castro como Demián Bichir, que me cae muy bien, pero mide 1.80, mientras que el Comandante en Jefe es un hombrón de 1.91. Total que en las escenas que salen juntos, parece el "mini mi" de Fidel junto a la estatua del Che que está en Santa Clara. Una total desproporción de catastróficas dimensiones.

Además Bichir tiene una vocecilla de pito camotero, que no tiene nada que ver con el timbre del ahora agonizante líder cubano.

Para acabar pronto, como espectador, si no fuera porque conozco la historia y porque me interesa, me hubiera parecido una película lenta, sin dejar de lado que el gran desperdicio que es tener a un auténtico cubano como Jorge Perugorría en un papel donde apenas habla dos líneas.

Es más, una ambientación y escenografía hollywoodense, pero inmediatamente se ve que los extras son mexicanos, no parecen cubanos, y de eso se da cuenta fácilmente alguien que vive en América Latina.

Pero, ¿a ti te gustó la película o ando de mamón y no me gusta nada?

20 enero, 2009

Black is black

El negro es el color de moda, porque increíblemente la Casa Blanca se pintó del más serio de los colores.

La negritud es algo que siempre me ha agradado desde el Negro José, el Negro del Batey, Toña La Negra, Mama qué será lo que quiere el Negro, Memín Pinguín, Aunt Jemima, el Negro Santos y el Negro Hodge.

En serio, me hubiera gustado ser negro, como dice Charly García, "ser negro y con mucho olor", pero no de esos negros veracruzanos, medio zancochados, cenizos como zapatito sin bolear (cualquier parecido con Joel Zamora es pura coincidencia), no así no, negro de esos que charolean, que azulean, que hasta morados se ven.

Seguro han notado que cuando un negro entra en un bar o antro en México y siempre y cuando no parezca hermanito de Notorious Big o de Zamorita, llama la atención y por lo regular no faltan las dos o tres comadres que se le avientan, amén del consabido mito (dicen que no es mito) de que los prietos "viven lejos", casi todos a las afueras de la ciudad y a veces mucho más lejos. Los negros, por lo menos en México, no me pregunten si en el Congo, pero tienen su ondita.

Y claro que hay negros admirables y poderosos: Hamilton, rey de la F1; Jordan, el más grande basquetbolista; Bola de Nieve, maestro del piano; Compay Segundo, jefe del cuatro y el son; Tiger Woods, dominante en el golf, o mi amigo Walter Payton, leyenda inalcanzable del futbol americano.

En Walter me detengo, porque es quizás el negro más querido para mí (no se sientan ni Isaías, ni Alonso, a ustedes los llevo en el corazón, pero siguen vivos).

A Payton lo conocí en las carreras de CART, porque era copropietario del equipo donde corría Michel Jourdain y una vez que lo entrevisté no dejó de saludarme cada vez que nos veíamos e inclusive se detenía a charlar o hasta a joder. Sí a joder, era un jodón profesional. Si de repente en el paddock o en los pits sentía un garruchazo con el dedo índice en el lóbulo de una de mis orejitas, podía jurar que al voltear la cara encontraría a un Walter disimulando socarronamente tras sus Ray Ban Wayfarer y que después me daría un abrazo, muerto de la risa, diciendo, "¡Amigo!".

Era el garruchazo o el toque en mi hombro para voltear y no encontrar a nadie a mi derecha y luego verlo pasar corriendo a mi izquierda aguantándose la carcajada como el Lindo Pulgoso, pero siempre bromeaba.

Alguna vez me presentó a su esposa, una señora rubia bajita no muy guapa, pero cuando en 1999 lo estaban velando me di cuenta que no era su esposa, porque ahí había otra viuda. En otra ocasión, volando hacia Chicago cayó en mis manos un ejemplar del Chicago Tribune donde una nota a una página se enorgullecía de informar que Jarret, hijo de Walter era un gran quarterback colegial y que seguro seguría los pasos de mi estimado "Sweetness".

Más orgulloso todavía guardé el diario y se lo mostré a Walter en cuanto lo vi Detroit, donde sería la carrera ese fin de semana. Cuando lo leyó se le agrío el gesto y ya no fue lo dulce que era siempre. "Jarrett debería seguir jugando Soccer, es all american en eso. El football (americano) no me gusta para él".

Nunca pensé escuchar en boca del más grande corredor de todos los tiempos, y en esa época líder en yardas de todos los tiempos, que no quería que su hijo jugara americano, pero a Walter no le gustaba el tocho. Quién diría que luego su hijo llegaría a tomarse un café a la NFL, ya no como quarterback, sino como corredor, con el número 34 en los Titanes de su amigo Jeff Fisher y que ahora anda dando pena en la liga canadiense. Qué razón tenías Walter.

Su poco gusto por el americano lo sabía de antes, desde la otra vez que lo había visto enojado, y que fue precisamente la primera en que hablé con él. En el autódromo Hermanos Rodríguez lo entrevisté y con ello cumplí el sueño de hacer una nota con mi ídolo. Ahí me había dicho que Barry Sanders era el mejor corredor de todos los tiempos; que aquello de que su fortaleza física se había forjado subiendo un cerro, era pura publicidad; pero también que el futbol americano fue una manera de salir de la calle, pero que a él le gustaba correr autos y el basquetbol, que por ello jamás entrenaría a un equipo. Todo esto pasaba mientras Dulzura me picaba el estómago, me apagaba la grabadora de microcassette (jamás he usado una digital y en esa época sólo los japoneses las tenían), veía mi acreditación y fingía pintarle bigotes. Por mi parte al principio me apené, luego me molesté y terminé riéndome de sus gracejadas.

Mi boca era como el puente de Broolyn ante el asombro y se ocurrió preguntarle, cito textualmente: "¿Por qué los atletas de color son más existosos en todo
que los blancos?"

Walter me vio por arriba del marco de los Ray Bay Wayfarer y se puso de pie, ya que antes estaba sentado sobre el riel que divide los pits del callejón, y me dijo: "¿Qué color? ¿A qué color te refieres? No somos de color, somos negros, dilo, somos negros, no de color, Dilo".

Lleno de bochorno vocalicé un tímido "Black" y sólo entonces me contestó: "porque tenemos hambre, porque todo nos cuesta más trabajo, no somos mejores pero tenemos hambre". Plop, atiza y reflauta, ni hablar negro traes puñal.

Eso lejos de hacer que me cayera mal, me hizo admirarlo más, porque efectivamente los diminutivos, los adjetivos que esconden la verdad, suenan más a lástima (lástima de qué, si son bien cabrones), negro es negro y black is black.

Acto seguido le pedí a Luis Cortés que me tomara la única foto que le he pedido a un compañero de la lente que me obsequiara con un entrevistado, y me la tomó, pero nunca me la ha dado. Ya son 10 años, quien vea a Luis, dígale que me la dé. Pude haber tenido un jersey de firmado por Walter, pero como pensé que lo iba a tener cerca mucho tiempo lo dejé para después a pesar de que me había dicho él varias veces que cuando quisiera me lo autografiaba. Así que Luis una razón más para que me des mi foto.

Cuando en Huatulco me enteré que mi amigo Walter había muerto luego de no resistir en la cola para conseguir un trasplante de hígado, (lo cual habla aún más de su honestidad), se me salió una de cocodrilo. Hoy que Barack ganó, no pude dejar de querer ser negro ni de acordarme que Walter hubiera estado orgulloso decirse así: NEGRO.

06 enero, 2009

Éxtasis

Ellos son tres, pero parecen cuatro, de hecho lo deberían ser, pero el primer Raulito se hartó de este mundo antes de cumplir el año.

Raúl, el segundo Raúl porque mi tío no podía quedarse sin un hijo que llevara su nombre, es una especie de Keith Richards mezclado con el peinado de Rick James. También es conocido en los bajos fondos del Fonacot como "El Lobo" ya que no hay poro de su cuerpo que no contenga un folículo capilar azabache, creciente, incólume y perenne.

Si una palabra lo define es "protector". Desde que nació es un padre de familia sin hijos, un padre de sus padres, de sus hermanos, de sus primos, de sus sobrinos, de sus amigos y de sus amores.

Su labor sindical le da para comer, aunque su famélica figura denote que comer no es su mayor afición. Prefiere fumar Baronets, Montanas, Boots o cualquier pitillo no demasiado caro, mientras pasea en un juego sin fin, hasta 12 monedas de mano en mano, de una en una, de dos en dos, de tres en tres, en un malabrar infinito como perfecto donde ninguna pieza toca el suelo.

Es tan moreno que a veces con la barba cerrada se parece a Urko, el general del Planeta de los Simios, pero es tan delgado y usa ropa tan entallada y blanca, que es imposible no recordar cuando lo ves a Tony Manero caminando rumbo la Disco en Fiebre del Sábado.

Su único defecto le da un toque de misterio a su personalidad. De niño, Sergio, su hermano, recibió en Reyes un arco con flechas y se le hizo muy fresa usarlas con la goma de chupón que cubría la punta, así que cuando decidió que Raúl era un vaquero enemigo y le disparó cuando asomó su cabeza desde atrás del sofá, su saeta se incrustó justo en el ojo del "segundo de los primogénitos de su padre".

Ahora ya no ve nada con el ojo izquierdo, producto de la catarata que se formó con los años, pero lejos de guardarle rencor a Sergio, le cortó un dedo al echar a andar, todo indica que sin intención, el motor del vocho '74 que el buen Sheik compró cuando trabajaba en American Express.

La falangeta del dedo índice derecho de Sergio voló cuando giró la banda del motor, y con ello se consumó el famoso ojo por ojo, dedo por dedo.

Sergio es un hombrecillo parecido a un integrante de los Buggles, aquellos del Video mató a la Estrella de la Radio. Utiliza unas gafas de aumento que son la versión máxima de los Rayban en tamaño, porque la gota que forma cada cristal le tapa media cara, algo así como aquel pollito súper inteligente que era cuidado por el Gallo Claudio, por encargo de su mamá la Gallinita Miss Prissy.

Una decepción amorosa lo volvió un ermitaño incorregible, un gruñón ocasional y un energúmeno seguro, esto último solamente cuando tomaba una copa de más. Afortunada o desafortunadamente, una hepatitis consiguió que jamás volviera a probar licor alguno.

Su talento musical que se volcaba en una rascadísima y por lo mismo ya sin barniz guitarra de Paracho provocó que Ricardo, el menor de los tres, un morenito simpático y cortés, también comprara semanalmente los números de Guitarra Fácil para hacerle segunda a su brother.

Richie de extremadamente lacio cabello, como el del que esto escribe, es una sonrisa con patas y brazos. El carácter más parejo del mundo, enmarcado por una nerviosa boca que se abre y se cierra como la de una trucha fuera del agua, por un tic nervioso que lejos de darle un aire macabro lo hace todavía más afable.

Pero ese es el Ricardo de los amigos y los parientes, porque en su trabajo como contador es un feroz competidor que no duda en sacar ventaja de todas sus habilidades. Ataca tal y como va por las seis cuerdas de su Fender negra, a la cual le saca notas que llegaron a hacerme pensar que Blackmore era mexicano.

Mientras crecían las habilidades de los menores, Raúl se mutaba de heróico asistente a Avándaro, a participante en Fiebre del Dos con todo y Fito Girón, Chela Braniff y Arturito de fondo. Pero el más grande de los hermanos también se contagió de música, sólo que al no saber tocar la lira, tomó el micrófono y empezó a berrear.

Apenas empezaban los 80's y surgió la agrupación musical que más he admirado en mi vida: Éxtasis. Además de los tres hermanos, estuvieron Héctor y luego Luis, en el bajo; y Chucho y luego Alejandro, en la batería, y escribieron la historia.

Mi alineación favorita siempre será con Raúl en la voz; Richie en el requinto; Sergio en la guitarra de acompañamiento; Luis en el bajo, y Chucho en la bataca.

Aprendí a idolatrarlos desde que iba en la primaria. No daba crédito de cómo era posible que tocaran Angie, Gloria o el Rock de la Cárcel y poco a poco me volví su fan número uno. Cada ensayo, cada tocada eran para mí cita obligatoria hasta que se hizo realidad mi sueño y fui parte del grupo.

Éramos rockeros todos y queríamos tocar todo el tiempo Escalera al Cielo, pero como había que sacar dinero de la afición, empezaron las contrataciones como "grupo versátil". El ánimo no decayó, al contrario, todos teníamos dinero después de cada XV Años, Boda, Cumpleaños o Graduación, pero el espíritu del rock and roll latía en nuestros corazones, así que luego de cada Caballo de la Sabana, siempre llegaba Jumpin Jack Flash, y para abrir cualquier tocada, fuera el festejo de lo que fuera, llegaba Show me the Way, de Peter Frampton.

Mi hermano y yo nos sentíamos soñados, pero no vayan a pensar que nos unimos como músicos a Éxtasis, no, nuestro papel era de cargadores, roadies, instaladores de los instrumentos y operadores de las luces, pero para nosotros era casi como ser Plant y Page en Led Zeppelin.

Con el tiempo nos dimos cuenta que Raúl se movía como Jagger, pero la rola que mejor le salía era Y Volveré, de los Ángeles Negros; Richie no era Eddie Van Halen, pero el requinto de Beat it le salía como a dos notas de ser exacto; Sergio tenía como máximo número All my lovin de los Beatles; Chucho, gordo y calvo, le pegaba con ganas a la batería pero no era Bonham, y qué decir de Luis "El Chapman", quien en su suprema pasión por el bajo, pero al mismo tiempo inmensa ignorancia, quiso ponerle a su hijo Sting, pero afortunadamente el secretario del registro civil no lo dejó. Cabe destacar que Luis, zapatero remendón de profesión era el más limitado de todos, pero en este mundo nadie pela a los bajistas, así que se notaban poco sus fallas. A pesar de todo, de saber que no eran tan virtuosos como creíamos, la admiración nunca se perdió.

La diferencia de edades no existía, podíamos hablar de lo mismo su papá (mi tío "El Gallego" autor de aquella histórica frase para cualquier chiquilla que se le atravesara en el camino. "descuídate mucho, mi reina") de 58 años, mis primos Raúl de 33, Sergio de 31, Richie de 29, mi hermano de 18, y yo de 16 podíamos hablar de cualquier cosa e íbamos a cualquier lugar juntos, eso desde cinco años antes.

Poco a poco Éxtasis se murió, como mi tío en el 2000, y fue como cuando se sale una cuenta en un collar, el resto nos separamos inmediatamente y desde entonces rodamos por cada quien por su lado.

A lo mejor un día Sergio deja un rato su afán de taquero y tortero, Richie la administración de antros, Raúl el sindicato, Nacho sus endodoncias y yo la redacción, para la reunión de Éxtasis.

Para "El Gallego", el bohemio más grande del mundo, y para los que todavía leen esto luego de casi dos meses de abandono. A los que ya no leen, no los culpo.

10 noviembre, 2008

Marvin





Para mí, The Rolling Stones es el mejor grupo del mundo.

The Beatles eran mágicos, pero mientras ellos decían "I wanna hold your hand", Jagger y compañía andaban en "Let's spend the night together", mientras Lennon y McCartney se clavaron con "Let it be", sus Satánicas Majestades entonaban "Let it Bleed".

Evidentemente, y como no soy ni Jaime Almeida ni nada que se le parezca, esta opinión no es más que la insulsa diarrea que brota de mi cabeza y que hace que mis huellas digitales aporreen unas teclas, que ninguna culpa tienen de mis gustos.


Los Stones me dicen más, porque son más ácidos, más vulgares, más exquisitamente soeces, Los Beatles me dicen otras cosas en otros momentos, pero Los Stones me lo dicen todo en todo momento.

Para tratar de justificar mi afirmación recurrí a la revista Rolling Stone (no se puede llamar de otra manera la biblia del rock) y me topé con su lista de los 500 mejores álbumes de la historia http://www.rollingstone.com/news/story/5938174/the_rs_500_greatest_albums_of_all_time/ y ¡Oh, no! Beatles está en primer lugar con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y antes de que aparezca Exile on Main Street en séptimo lugar, hay otros dos discos de los de Liverpool, que en total tienen en esa lista 4 en el top ten y 11 de sus 12 discos de estudio, más que ningún otro.

Eso tira mi aseveración, pero reafirma mi gusto, Los Stones son para gente como yo que no piensa como la mayoría (pensé como para darme ánimos). Pero me di una segunda oportunidad y busqué la lista de las 500 canciones más grandiosas de la misma RS http://www.rollingstone.com/news/coverstory/500songs y ahí sí.

1.- Like a Rolling Stone, Bob Dylan (No es de los Stones pero como si lo fuera)
2.- Satisfaction, The Rolling Stones (Segundos, pero abajo de Dylan es como ser primero)
3.- Imagine, John Lennon
4.- What's Going On, Marvin Gaye
5.- Respect, Aretha Franklin
6.- Good Vibrations, The Beach Boys
7.- Johnny B. Goode, Chuck Berry
8.- Hey Jude, The Beatles
9.- Smells Like Teen Spirit, Nirvana
10.- What'd I Say, Ray Charles

Luego de satisfacer mi ego con Satisfaction, me di a la tarea de escuchar cada una de las 10 primeras y redescubrí a alguien que podría estar tranquilamente en el primer lugar y que seguramente lo está para mucha gente: Marvin Gaye.

Este crooner, alma de Motown, porque el corazón era Diana Ross, grabó algunas de las melodías más sublimes de que se tenga registro. No exagero al decirles que Gaye fue el mesías del Soul, el profeta de la negritud estadounidense y la lengua de los desposeídos en los ghettos.

Su mensaje, proveniente del hijo de un severo pastor cristiano, suena a tristeza de crecer sin esperanza con toques del espíritu de un juglar que canta con la voz de toda una raza.

En lo personal la que más gusta de todas sus interpretaciones es I Heard It Through the Grapevine (lugar 80 de la lista), que aunque ya la había cantado Gladys Night, Marvin la convierte en un himno soul, con altísimas como rasposas notas que parecen haberse escapado de una plantación de algodón en el siglo XVIII.

El Everest de Marvin es What's Going On, la atormentada súplica de paz de un hombre al que la tragedia tatuó un estigma en la frente desde que su padre abusaba de él siendo un niño, luego cuando perdió a su mejor amiga Tammi Terrell (con quien inmortalizó la más comercial Ain't no Mountain High Enough) y más tarde cuando ni Eurípides podría haber imaginado que sería el propio Marvin Gay Sr. (el padre de Marvin se apellidaba Gay y él cambió su apellido por Gaye cuando empezó a grabar), quien de dos disparos acabaría con la vida del más grande cantante que el sonido Motown haya dado al mundo.

El filicidio apagó uno de los timbres más suaves y sentidos, pero afortunadamente para los que lo conocimos luego del 1 de abril de 1984, fecha en que dejó el mundo, justo un día antes de cumplir 45 años, agradecemos a Edison el invento que graba el sonido, porque así lo podemos oír y gracias al youtube ver, aunque hace tiempo que no está.

Aquí les dejo I Heard It Through the Grapevine, luego una versión a capella con la que dan ganas de haber estado ahí. Si les queda aliento, escuchen What's Going On, y si no quieren irse pensando en el absurdo de la vida, reviéntense Ain't no Mountain High Enough, y seguro les sacará una sonrisa.









Para Bri, quien me pidió escribiera sobre el maestro Gaye y quien me enseñó a subir videos al Bló.

02 noviembre, 2008

Gasolina en la sangre

Luego de dos años y medio de alinear en el bando pambolero, días como hoy, donde afortunadamente Lewis Hamilton le ganó el título de la F1 al pesado de Felipe Massa, poco a poco me he ido acordando por qué llegué a ser aficionado el número uno de todo lo que tuviera ruedas y transitara por un circuito.

Recuerdo perfectamente el día en que mi jefe Andrés, me dijo "¿Qué fuente quieres cubrir?", luego de seis semanas cubriendo a Tigres y Rayados (que es como cubrir a Palestina e Israel: mucha pasión, mucho conflicto, mucha radicalización, nada de racionalización y poco de calidad la de Medio Oriente humana, en Monterrey, futbolística).

A lo que ingenuamente contesté. -"¿Cuáles hay?"
Y me respondió. - "Hay autos, automovilismo y autos".
- "Nooooo, pues yo quisiera autos, pero si no hay de otra me quedo con autos".

En ese momento me sentí como seguramente se sintió Fox luego de que le pusieron la banda presidencial en el 2000. Es decir, me asaltó el pánico y me dije "pero si no sé nada de esto, ¿ahora qué hago?".

Como inmediatamente me visualicé en el desierto informativo pasando las de Caín para poner una méndiga notita en el "budget", también pedí que me dieran todas las demás fuentes que nadie más quería ni cubría, así que además de ser suplente en box y tenis, me agarré, al más puro estilo anarquista que reza "la fuente es de quien la trabaja", es más me agandallé basquetbol, golf (esa un poco forzado) y hasta equitación.

Volviendo al carro, el mismo día que mi "Cabecita de algodón Amieva" me ensartó la fuente. me di a la tarea de tratar de hacer mi primer contacto. Para mí, el automovilismo se limitaba a lo que conocía de Fórmula Uno, que no era mucho y ya, tan tán, no more, se acabó. Entonces para mi fortuna esa noche Joserra entrevistó en "En Caliente" a Adrián Fernández y pensé, pues este changuito debe ser el bueno, por lo que pidiendo referencias de aquí y allá alguien me dijo que era lo mejor que había en el País en ese momento.

¿Cómo? No sé, pero conseguí su teléfono, fui a su casa, lo entrevisté, y luego me volví a quedar como Fox: ¿Y ahora qué hago? Para no aburrirlos con mi letanía, sólo les diré que no sólo pude cubrir la fuente, sino que me envenené de ella.

A partir de ese momento, o mejor dicho cuando fui a la pista de Pachuquilla a ver una carrera de la Fórmula Dos y luego la coronación de Allen Berg en el Autódromo Hermanos Rodríguez, el virus infeccioso del automovilismo entró en mi cuerpo como el Alien, con la diferencia de que no me salió por la panza ni me mató.

Es difícil explicar el porqué los autos se le meten a uno en el código de barras aunque ni siquiera sepas manejar, pero ver cómo un hombre toma un vehículo y a 200 o 300 kilómetros por hora, lo viste, se lo calza, como quien toma un buen traje; cuando ese hombre hace hablar una máquina de 800 0 mil caballos de fuerza, y luego de hacerla hablar le saca una melodía, en ese momento la infección se ha producido y lo único que queda es estar flojito y cooperando.

Dentro del mundo motor me ha tocado de todo, nueve muertitos entre prensa, pilotos, espectadores y bandereros; grandes victorias y fracasos. Los he sentido como míos, porque así como el reportero de nota roja termina hablando como policía, con claves y todo, el de autos se mimetiza con la fuente, pero al mismo tiempo formas parte del circo y cuando alguien muere o celebra, lo sientes como tuyo teniendo que apretar los labios para mantener una distancia y no llorar o reír con el implicado.

Los personajes que más me marcaron en mi etapa de reportero fueron Adrián Fernández y Alex Zanardi. De Adrián sobra decir que logré su confianza y al mismo tiempo su respeto por mi trabajo, lo cual persiste hasta ahora, pero con Zanardi fue como ver un huevo y verlo de pollito, de gallo, y luego salir casi muerto para la pollería y de nuevo, felizmente presenciar su retorno al corral.

Zanardi es el tipo más simpático que conozco fuera de las pistas, pero el más fiero dentro de ellas. El rebase en la curva "cornscrew" de Laguna Seca sobre Bryan Herta en la última vuelta de la última carrera del año, fue como ver en vivo a Moisés abrir las aguas. El hombre realizó la maniobra más inverosímil que se haya imaginado con el talento de un Paganini, de un Tchaicovsky, de un Beethoven: una sinfonía.

Creo que en un lapso de cinco años lo vi triunfar en una docena de carreras o más, y no es que me haya ganado cuando me recomendó comer ossobuco en el Ristorante Antonio's de Vancouver o que me haya dado una entrevista aunque su "PR" me corrió de su hospitality, bueno sí y no, lo que realmente me hermanó con Alex fue que en algún momento fue para mí, el piloto más sorprendente, pero sobre todo el que más transmitía en la extinta Serie CART.

Ante mis ojos fue Novato del Año, Campeón, se fue a la Fórmula Uno y lo vi regresar fracasado. Por eso, ese 15 de septiembre en Lausitz estaba feliz de ser el único reportero de autos mexicano que lo acompañó cuando volvió a correr como nos tenía acostumbrados, cuando fue de nuevo el viejo Alessandro. Desafortunadamente las piernas de Alex no terminaron la carrera, se quedaron para siempre en el óvalo alemán, pero su espíritu se mantuvo intacto y todavía sigue corriendo.

Yo estoy un poco alejado de las pistas, pero asomar la nariz a la televisión para ver a mis amigos me hace reactivar el veneno que irremediablemente me acompañará hasta ver la bandera a cuadros.

15 octubre, 2008

Y yo estuve ahí


Hay una frase que dice: "Cuando te toca aunque te quites; cuando no te toca aunque te pongas". Dice mi amigo Juan Martín que es algo muy taurino, (Martincillo es algo muy taurino, pero también la frase según él), pero esta vez me sirve para contar que sin querer caí en la Babel de Hierro.

Yo no le voy a los Yanquis, Dios me libre, pero me tocó estar en el antepenúltimo partido en la historia del Yankee Stadium el 19 de septiembre pasado. Digo que me tocó porque 10 días antes no tenía ninguna intención ni esperanza de andar por Nueva York por esas fechas, pero el buen Chuck Blazer tuvo a bien organizar un ágape para periodistas mexicanos y aterricé en La Gran Manzana.

Nunca antes había estado en esa ciudad y me agradó. Yo catalogo las ciudades en dos grandes grupos: ciudades en las que podría vivir, y ciudades donde no podría vivir. Definitivamente NY es del primer conjunto.

No es un lugar común, pero tampoco me impresionó, ni me enamoré de ella ni nada, pero percibí que tiene vida, estrés, actitud y sobre todo puedes hacer cualquier cosa y ser parte de ella y al mismo tiempo ser un fantasma que camina ahí y ser absolutamente imperceptible dentro del paisaje.

Los newyorkers son como los chilangos: brutos, atrabancados, se empujan en el metro, se cruzan las calles como Yara por enmedio con el alto o el siga o como vendedores ambulantes. Son lo menos gringo que he visto y eso es bueno para mí, con decirles que hasta una ñora se me clavó en la cola de los hot dogs en pleno Yankee Stadium y como revendedora del Azteca me volteó a ver con cara de "di algo wey, quéjate y no te la acabas" y no tuve de otra que tragarme mi coraje, mi jocho y mi chela sin hacer pancho alguno.

Fueron pues, cuatro diítas muy sabrosos. Hospedado a cuatro cuadras de Times Square, una del Edificio Chrysler y con dos boletitos (que conseguimos vía internet gracias a Javier amigo de Neria) para despedirnos de la "Casa que Ruth construyó" (por cierto, era buen albañil el Bambino, porque con todo y sus 85 años a mí el Estadio de los Mulos me gustó mucho).

En compañía del Yoirtch Meléndez me interné para presenciar el juego 6 mil 578 en la historia del inmueble más célebre del beisbol mundial. Fue un hola y adiós, pero a la distancia creo que más que la terrible actuación de Pavano o el jonrón de Robinson Cano, lo que en mi mente no dejaba de dar vueltas como mayate (bichito volador que gira como loco cuando el sol se empieza poner, no aquél hidrocanóico individuo que busca compañía en las calles enfundado en una falda) era sobre cómo los gringos no tienen ningún empacho en derrumbar sus "catedrales".

La mitología gringa se compone a mi entender de dos grandes temas: deportes y guerras. En lo segundo para ellos todo se reduce a los buenos (EU) y los malos (el resto del mundo) y si no les regalas tu petróleo, uranio o gas, eres comunista, rojo o dictador o guardas armas de destrucción masiva, por eso como guerreros me caen muy mal, pero como deportistas y deportólogos saben cómo crear héroes.

Por lo menos yo he comprado completo aquello de que Ty Cobb era el hombre más fiero del mundo, que Jack Lambert comía las entrañas de sus enemigos, que Jordan saltaba dos canchas de basquetbol con la lengua de corbata, que Montana es el hombre más puro y perfecto del mundo, que Phelps (aunque no le gane a nadar a un charal) es la reencarnación de Tritón.

Adoro el olimpo deportivo gringo, desde su concepción en las escuelas y universidades, hasta su encumbramiento en dioses y su consecuente caída, con todas las historias que de ahí se desprenden y terminan en AP, Sporting News, etc.

Pero al mismo tiempo me parece un acto bárbaro derribar el templo y volverlo a edificar sin siquiera encontrar mercaderes profanos en su interior.

Ya tiraron el Tres Ríos, van por el Texas, se van a cargar el Shea y el ¡Yankee Stadium! A lo mejor soy el clásico viejito que se opone a la modernidad, pero no deja de parecerme una salvajada dinamitar 85 años de historia, así como si nada, como quien le jala la cadena al retrete.

Miren que era (sí ya era, del verbo nunca más lo volverá a ser) bien bonito ver cómo salían bailando "YMCA" los trabajadores del estadio en la quinta entrada, mientras le alisaban el cuadro al diamante. También una chulada, el cantadito de "Take me Out to the Ballpark" bailado, cantado y actuado por la fauna del Bronx, que con excepción de dos o tres mulitas de Manhattan no le piden nada a los aficionados del Toros Neza.

Lo mejor de todo es cuando Mariano Rivera es anunciado para el relevo, porque en ese momento Metallica y su Enter Sandman enmarcan la noche y todos los presentes entonan el himno del relevista moviendo sus cabecitas en onda mosh, trash, heavy: "Exit light, Enter night, Take my hand, Off to never never land".

Los Orioles fueron sólo como los Coroneles que sirven de sparring para los Globbetrotters, que mágicamente siempre ganan, por lo menos eso fueron esa noche donde los Bombarderos consiguieron que todos salieran con el "New York, New York" en los labios, mientras por las orejas "Blue Eyes" Sinatra, nos lo decía al suavecito.

La vida me puso ahí, (con todo el Yiortch que es una gran compañía y un andarín excelso con quien fui de la 116 a la 52 con escala en la Apple Store), y aunque la calle que está enfrente del viejo estadio parece la salida del metro Talismán con todo y el tren elevado, sólo que laspiqueras y cervecerías que están enfrente sí están más fieras que las que circundan el mercado de Jamaica, no me puedo quejar, el Sino me dio un cariñito y cuando tenga unos 96 años, podré decirle a sus bisnietos: "Y yo estuve ahí".

PD: Para los que pasaron por aquí estos dos meses y no vieron nada nuevo. (Este lo tenía guardado, prometo esmerarme más en los próximos y hacerlo más seguido).

27 agosto, 2008

Loro olímpico

La televisión mexicana es como la casa de una señora que tenía un puesto en el tianguis y que un buen día se sacó el Melate.

Es una casa grande, de esas que eran de una sola planta y les han echado piso sobre piso para hacerlas una "mansión", en un barrio muy popular con una pintura amarillo chillante y con dos parabólicas gigantes en el techo.

En su interior todos los adornos están de más: figuras de porcelana de Jadró y vitrinas con recuerdos de Primeras comuniones y Bodas, así como una fotota del Papa (Juan Pablo porque el actual se parece más al Senador Palpatine de Star Wars) que compraron en su viaje al Vaticano.

Los hijos de la señora, todos feos, gordos e ignorantes tienen las novias más esculturales que puede pagar el dinero y ellas representan el símbolo de su "éxito", junto con los autos último modelo que desgracian inmediatamente con los rines más ostentosos y la flama roja en los costados. Comen todos los días en un suntuoso comedor que tiene forrado el tapiz de los asientos con plástico cristal y la ropa más cara del tianguis termina siempre entallada en sus cuerpecitos.

En la casa nadie toca más que la puerta, pero hay un hermoso piano de cola, blanco. También tienen una cantina más surtida que La Europea, pero lo único que llega a escasear alguna vez es el Bacardí blanco, que a alguien le ha dado por decir que es el ron más fino y ya se ha vuelto eso un mito urbano, que las gargantas más incultas pregonan sin césar.

Bueno, pues así o más cargadita es la TV que nos toca padecer, y como no fui uno de esos 500 periodistas que fueron a Beijing, de los cuales 50 trabajaron y los demás se fueron a pasear, tuve que chutarme los Juegos por las brillantes coberturas de nuestros colegas.

Creo, sin ser Álvaro Cueva ni Florence Toussaint, que la mejor transmisión fue la de TVC deportes, porque aunque el buen Rafael Ocampo no tenía idea de cómo se jugaba el voleibol, ni investigó el reglamento del tiro con arco, ni siquiera tenía alguien que le ayudara a distinguir entre una técnica y otra en el taekwondo, y sus colaboradores tenían la misma gracia de Olegario y Mario Vázquez Raña juntos, a pesar de todo ello, hicieron algo que ni Televisa ni TV Azteca consideraron prudente incluir en sus programas: transmitieron todas las competencias de todos los deportes que pudieron, y eso mi estimado Rafa, se agradece y mucho.

Además no tenían ni un solo enviado en China, todo lo hacían desde el estudio, brindándonos las imágenes de lo que realmente queríamos ver: los Juegos, ¡Por Dios, ¿era tan difícil darse cuenta de eso?!

Televisa es el ejemplo de la casa de la nueva rica. Su estudio parecía un café de chinos de la calle de Dolores. Los asientos eran ridículos y las bases de sus monitores pintadas de dorado con spray parecían el trabajo de un albañil chambón en la escenografía setentera del Chapulín Colorado.

Eso se pasa con tal de tener una cobertura decente, pero resulta que mientras Paola y Tatiana se partían el alma por un bronce, los televisos dejaban de pasar los clavados de las contrincantes para compartirnos la "entretenida" cápsula del subnormal Facundo. Y así competencia tras competencia, con o sin mexicanos, teníamos que chutarnos la interrupción por ver a una señora que ha de ser tía de Alarcón, que dice ser cómica, o a la reinita Mayrín (que alguien se la ha de estar almorzando en Televisa porque no es normal que la llevan a nada) diciendo que fue a un restaurante pero que no supo qué comió.

Punto y aparte las escandalosas, creativas como un "1+1" y desabridas crónicas de Pietrasanta en los eventos de los mexicanos. Un asco su alfombra roja y caravanas. Lamentable su "María, caliente y fría".

Lo rescatable, el maestrito Mateo, que resultó mejor reportero que el turista Tinoco Guaaaaaaaaaadarrama, que la Iberia Sánchez, por hablar de periodistas, y por supuesto muy superior que los gritones con micrófono, llámense Wurvitz, Furby o el prógnata políglota Latti que cree que por saber cien idiomas es más inteligente que los demás, lo que no sabe es que una pendejada es una pendejada así la digas en mandarín, español o griego, es decir el que es pendejo en español lo es en inglés, francés o alemán, los idiomas no te dan inteligencia.

TV Azteca, medalla de oro. Productora: Pati Chapoy; conductora principal, Mónica Garza; conductor, Omar Germenos. Mi pregunta es ¿En qué tlapalería estudiaron periodismo los genios que escogieron el proyecto de la chacha de Álvaro Dávila como su gran apuesta para Beijing? Es como dejar encargado a un chivo en una cristalería. Es como llegar en crocs a recoger el Premio Nobel de Literatura o lo que es peor es como si le hubieran dado el Nobel a Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Patético, imperdonable, si ya de por sí era un handicap en contra tener que confiarle a Latapí, Marín y Garay unos Olímpicos, dárselos a Esteban Macías y el equipo de Ventaneando fue como nombrar director de un kinder en Jerusalem a Hitler.

El poder de Doña Chapoy es inversamente proporcional a su cultura, y por supuesto que lo último que se le ocurrió es que alguien quisiera ver un partido del Dream Team o la Lucha Grecorromana, sólo habrá que agradecerle que Pedrito Sola no narró la gimnasia.

Total que sólo se salvó Luis Niño de Rivera, maestro de los clavados (no por nada dirige el Banco Azteca), porque ni con sus cambios de último momento la libraron. Mención aparte el reportaje de Garay con Phelps, de lo poco bueno.

Podría decir que se extrañó a Joserra, pero extrañé más al Güiri-Güiri, porque Fernández salió en ESPN como borrachito, platicando puras anécdotas a su estilo: "Spitz era un atleta, alto, fuerte, rápido, importante" con Jesús Ochoa. Decadente, pero lo hubiera preferido.

En fin, como no creo que vaya a ir a Londres 2012, ruego porque un día un periodista de deportes se encargue de producir las transmisiones, y que si lo hace se dé cuenta que si los televidentes quisiéramos ver comedia barata no nos esperaríamos cuatro años para hacerlo y nos bastaría con ver la Hora Pico. Desde aquí un corte de manga para todos los que les quede el saco y que les arda la cara de vergüenza.

17 agosto, 2008

Nuestros hijos

"... Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario", esa fue la última recomendación del Che a sus cinco hijos antes de irse a Bolivia, la cual consta en una carta sellada que tenía que ser abierta si no volvía con vida.

El Che no volvió, pero seguro murió tranquilo sabiendo que había dejado el principio básico, yo no diría del revolucionario, sino del ser humano en sus hijos.

No conozco a nadie que críe a un niño para que sea un animal desprovisto del más mínimo sentido de compasión. Seguramente me falta conocer a muchos padres que andan por ahí por el mundo, porque creo que algo está podrido, pero está podrido en el intangible nivel de eso que llamamos lo social.

Como sociedad, como mexicanos, algo estamos haciendo muy mal, porque somos la madre y el padre de bestias que le vuelan los sesos a un hombre por quitarle una X Trail; de escorias que deciden matar a un niño porque... no sé por qué, quizás porque no obtuvieron el dinero que querían por su rescate, o tal vez porque reconoció a alguno de sus captores, o porque en el juego de ser Dios, de tener en su mano la decisión de si Fernando seguiría su camino a ser futbolista o empresario sintieron el placer de bajar el pulgar y pintar una línea de cal en su destino.

Pero insisto, estos mexicanos crecen en nuestro territorio, van a nuestras escuelas, ven nuestras películas, nuestra televisión, cantan nuestras canciones, toman nuestro tequila, se vuelven lo que son junto a nosotros, entre nosotros.

La putrefacción social no es responsabilidad sólo de las mamás de los secuestradores. Los valores y los principios los formamos todos. Si segregamos, diferenciamos, discriminamos, no toleramos, si permitimos si gozamos la impunidad que nos da la palanca de un primo o un amigo, si embarramos la mano del policía con un cincuentón, si vemos gente de primera, segunda, tercera, cuarta y reversa, también alimentamos el Leviatan que se devora nuestra paz, y es un Leviatán porque gobierna con el miedo en nuestras vidas.

¿Qué no se ha dicho de Fernando Martí? ¿quién no se ha tratado de poner en el lugar de su papá o su mamá? No falta el que piensa que es un exceso de tiempo y espacio detenerse en un crimen como este, igual al que han sufrido miles de personas en este País, pero que por tratarse del vástago de un rico empresario llegó a las primeras planas.

Vale lo mismo, pero no más lo cual ya es muchísmo, que la vida del chavo que murió de un navajazo en la esquina de Neza por no darle su mochila al ratero que se la pedía. Fernando no vivía en el México real, vivía en la burbuja que forma la sociedad para los que tienen para pagarla, pero era sólo una burbuja al fin, un alfiler bastaba para reventarla y finalmente supimos todos que estaba igual de expuesto que todos nuestros hijos, él por ser un suculento platillo y los nuestros por ser el alimento diario de la bestia criminal que hemos criado en este País.

¿En verdad alguien cree que esas grandes empresas de seguridad, de negociadores, de carros blindados y guarros, quieren o trabajan para que se acabe el miedo y la violencia? No creo que ellos que hacen emporios gracias a que la criminalidad es cada día más grande, la quieran ver reducida. Podríamos empezar por reglamentar sus acciones, alcances, límites y atribuciones. Ganan un dineral por proteger la burbuja del México irreal y casi estoy seguro que ellos mismos le abren la puerta a los que la llegan a romper.

Lo que nos debe preocupar y lo que debemos remediar es el "Porqué", no el "Qué". Hace unos años hasta los rateros tenían ética, hoy el maestro de Ética te pide una lana para que pases el examen. Moralmente somos una sociedad destruída, un Hiroshima, un Dresden después del bombardeo. Si a nosotros no nos importa pisar al compañero para lograr un ascenso, si alabamos y enaltecemos al "chingón", al más cabrón ese que se empinó a todos no por ser mejor, sino porque fue más abusado, más abusivo, más desleal, ése que para lograr la dirección desnudó los amores de su igual con su secretaria, si por lo menos no nos indigna eso, estamos contribuyendo a esta brutal descomposición.

Critico que Calderón fuera a tomarse la foto con el papá de Fernando, que salga con la simpleza de la cadena perpetua como reacción disfrazada de solución (que servirá para que algunos chivos expiatorios no den más lata en la calle), pero que no haya movido un dedo por la señora Wallace que tiene tres años siguiendo a los secuestradores de su hijo, esa misma señora que muchos tiran de a loca, pero que sufrió lo mismo, exactamente lo mismo que el señor Martí, pero que ha tratado de hacer lo que las autoridades no.

¿La solución? No la sé, haré lo que pueda y lo que tenga en mis manos. Por lo pronto, mis hijos sabrán lo mismo que los hijos del Che y están indignados por Fernando y por cada niño que muere a manos de nuestro Leviatán.