23 septiembre, 2007

Adorador del pirulí (IV y última parte)

Mis trabajos bizarros tienen una cumbre, un oscar, un tope que creo que jamás será superado: el Festival OTI.
¡¡¡Para-papara-papapá-papara-papa-parapapara-pará-pará-paraaaaá!!! Los Hermanos Zavala, con uno de ellos particularmente maquillado como PeeWee Herman, en vivo interpretando el intro del festival de la canción a todo lo que daba, ¡qué momento!
Uno de los foros de Televisa San Angel, pletórico, lleno de fans hambrientas de aplaudir, echar porras y vitorear a Raúl Velasco, no importa que sea sólo una eliminatoria previa a la gran final, donde cuatro de los 10 de ese día avanzarían.
El nervio se siente en el ambiente, los fans se voltean a ver retadores. Fernando Riba, María del Sol, María Medina, Laura Flores, cada quien tiene su gallo, es la guerra. Y nosotros ahí enmedio con una gruesa de claveles rojos con nuestra pinta de rockeros ochenteros, llenos de pena y angustia.
Nuestro trabajo como "promotores" musicales nos llevó a repartir volantes de conciertos de Tania Libertad, pósters del disco de la Selección 1986 con los "gustados" temas "La Ola Verde" "El equipo tricolor", también colgamos mantas de conciertos de Laureano Brizuela, organizamos un par de conciertos de Luis Miguel y uno de Gloria Trevi (con todo y taco de ojo con sus coristas que gracias al buen ojo del maestro Andrade eran unas diosas), pero nunca hicimos algo como lo que tuvimos que soportar esa noche.
Nuestra misión, y no podíamos rehusarnos a cumplirla porque era encomienda de las "madrinas" de nuestra mafia Jade y Nora, era por unos cuantos pesos extras ser la barra oficial de Víctor Iturbe "El Pirulí" en la eliminatoria.
"El Faz" consiguió una conveniente alianza con las seguidoras de Fernando Riba y en su turno acuñamos el grito de "Arriba, Riba" como estandarte de batalla. En realidad nos veíamos muy raros entre ese enjambre de gatunas seguidoras y uno que otro chotito, porque "El Faz" era una versión adiposa de Dee Snyder; Simón era como un Duran-Duran menos glamoroso; "El Gueiro" (deformación surgida del apodo Alligator) era un fresita de top sailers, suéter tejido estilo Flans (hasta la rodilla) y cabello chino con una coleta; "el Chezner", un hombre que a pesar de sus 20 años aparentaba unos 35 por su gordura y calvicie, y yo, que parecía guitarrista de Luzbel con playera de Metallica.
No encajábamos, pero eso era lo de menos estábamos compitiendo, no nos espantaban los Feliep Gil, ni los Sergio Esquivel, ni las Eugenia León, "El Pirulí" era nuestra bandera y la defendimos con gallardía.
Llegó nuestro turno, el último de la noche por cierto, y nos dispusimos a la epopeya pirulesca. Nos dividimos tres arriba en la tribuna y dos abajo, a nivel de "cancha". Era muy importante que se vieran los claveles rojos mientras don Víctor salía en TV, sino no nos pagaban.
Simón y "Chezner" se fueron al piso, mientras "Gueiro", "Faz" y yo en esas épocas apodado "Árbol" nos apostamos en lo alto.
Simón pidió permiso al floor manager para lanzar unas flores a un cantante, a lo que el sujeto contestó burlón: "pero si sólo falta el Pirulí", y acto seguido todos los camarógrafos y jalacables comenzaron a chiflarnos y burlarse de nuestras "preferencias". "Chezner", hombre de mundo, dijo, "'Cheimen' (contracción chezneriana de Simón) no les hagas caso" y empezó a sonar el requinto del maestro "Chamín" Correa y después la voz de Víctor Iturbe.
Fueron los tres minutos más largos de nuestras vidas, fans y no fans, salvo las aliadas de Riba, se rían de nosotros o por lo menos así lo sentíamos en ese momento y como dice Intocable, "todo para qué".
Después de todo, "El Pirulí no pasó a la final y el esfuerzo de aventar una gruesa de claveles no tuvo efecto.
Poco menos de un año después, volvimos a saber del insigne cantante de "Verónica". El 29 de noviembre de 1987 fue asesinado según decía la vox populi: Víctor Iturbe murió de siete balazos en el pirulí. lo que nos trajo nuevamente un trabajal horrible, porque ahora nos mandaron en Polygram a surtir pedidos por la desmedida euforia por su música, luego de su muerte. En fin, pobre Pirulí siempre nos lleno de chamba ingrata, pero cuando lo oigo, otra vez me dan gans de aventarle claveles de pura nostalgia.

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