El negro es el color de moda, porque increíblemente la Casa Blanca se pintó del más serio de los colores.
La negritud es algo que siempre me ha agradado desde el Negro José, el Negro del Batey, Toña La Negra, Mama qué será lo que quiere el Negro, Memín Pinguín, Aunt Jemima, el Negro Santos y el Negro Hodge.
En serio, me hubiera gustado ser negro, como dice Charly García, "ser negro y con mucho olor", pero no de esos negros veracruzanos, medio zancochados, cenizos como zapatito sin bolear (cualquier parecido con Joel Zamora es pura coincidencia), no así no, negro de esos que charolean, que azulean, que hasta morados se ven.
Seguro han notado que cuando un negro entra en un bar o antro en México y siempre y cuando no parezca hermanito de Notorious Big o de Zamorita, llama la atención y por lo regular no faltan las dos o tres comadres que se le avientan, amén del consabido mito (dicen que no es mito) de que los prietos "viven lejos", casi todos a las afueras de la ciudad y a veces mucho más lejos. Los negros, por lo menos en México, no me pregunten si en el Congo, pero tienen su ondita.
Y claro que hay negros admirables y poderosos: Hamilton, rey de la F1; Jordan, el más grande basquetbolista; Bola de Nieve, maestro del piano; Compay Segundo, jefe del cuatro y el son; Tiger Woods, dominante en el golf, o mi amigo Walter Payton, leyenda inalcanzable del futbol americano.
En Walter me detengo, porque es quizás el negro más querido para mí (no se sientan ni Isaías, ni Alonso, a ustedes los llevo en el corazón, pero siguen vivos).
A Payton lo conocí en las carreras de CART, porque era copropietario del equipo donde corría Michel Jourdain y una vez que lo entrevisté no dejó de saludarme cada vez que nos veíamos e inclusive se detenía a charlar o hasta a joder. Sí a joder, era un jodón profesional. Si de repente en el paddock o en los pits sentía un garruchazo con el dedo índice en el lóbulo de una de mis orejitas, podía jurar que al voltear la cara encontraría a un Walter disimulando socarronamente tras sus Ray Ban Wayfarer y que después me daría un abrazo, muerto de la risa, diciendo, "¡Amigo!".
Era el garruchazo o el toque en mi hombro para voltear y no encontrar a nadie a mi derecha y luego verlo pasar corriendo a mi izquierda aguantándose la carcajada como el Lindo Pulgoso, pero siempre bromeaba.
Alguna vez me presentó a su esposa, una señora rubia bajita no muy guapa, pero cuando en 1999 lo estaban velando me di cuenta que no era su esposa, porque ahí había otra viuda. En otra ocasión, volando hacia Chicago cayó en mis manos un ejemplar del Chicago Tribune donde una nota a una página se enorgullecía de informar que Jarret, hijo de Walter era un gran quarterback colegial y que seguro seguría los pasos de mi estimado "Sweetness".
Más orgulloso todavía guardé el diario y se lo mostré a Walter en cuanto lo vi Detroit, donde sería la carrera ese fin de semana. Cuando lo leyó se le agrío el gesto y ya no fue lo dulce que era siempre. "Jarrett debería seguir jugando Soccer, es all american en eso. El football (americano) no me gusta para él".
Nunca pensé escuchar en boca del más grande corredor de todos los tiempos, y en esa época líder en yardas de todos los tiempos, que no quería que su hijo jugara americano, pero a Walter no le gustaba el tocho. Quién diría que luego su hijo llegaría a tomarse un café a la NFL, ya no como quarterback, sino como corredor, con el número 34 en los Titanes de su amigo Jeff Fisher y que ahora anda dando pena en la liga canadiense. Qué razón tenías Walter.
Su poco gusto por el americano lo sabía de antes, desde la otra vez que lo había visto enojado, y que fue precisamente la primera en que hablé con él. En el autódromo Hermanos Rodríguez lo entrevisté y con ello cumplí el sueño de hacer una nota con mi ídolo. Ahí me había dicho que Barry Sanders era el mejor corredor de todos los tiempos; que aquello de que su fortaleza física se había forjado subiendo un cerro, era pura publicidad; pero también que el futbol americano fue una manera de salir de la calle, pero que a él le gustaba correr autos y el basquetbol, que por ello jamás entrenaría a un equipo. Todo esto pasaba mientras Dulzura me picaba el estómago, me apagaba la grabadora de microcassette (jamás he usado una digital y en esa época sólo los japoneses las tenían), veía mi acreditación y fingía pintarle bigotes. Por mi parte al principio me apené, luego me molesté y terminé riéndome de sus gracejadas.
Mi boca era como el puente de Broolyn ante el asombro y se ocurrió preguntarle, cito textualmente: "¿Por qué los atletas de color son más existosos en todo
que los blancos?"
Walter me vio por arriba del marco de los Ray Bay Wayfarer y se puso de pie, ya que antes estaba sentado sobre el riel que divide los pits del callejón, y me dijo: "¿Qué color? ¿A qué color te refieres? No somos de color, somos negros, dilo, somos negros, no de color, Dilo".
Lleno de bochorno vocalicé un tímido "Black" y sólo entonces me contestó: "porque tenemos hambre, porque todo nos cuesta más trabajo, no somos mejores pero tenemos hambre". Plop, atiza y reflauta, ni hablar negro traes puñal.
Eso lejos de hacer que me cayera mal, me hizo admirarlo más, porque efectivamente los diminutivos, los adjetivos que esconden la verdad, suenan más a lástima (lástima de qué, si son bien cabrones), negro es negro y black is black.
Acto seguido le pedí a Luis Cortés que me tomara la única foto que le he pedido a un compañero de la lente que me obsequiara con un entrevistado, y me la tomó, pero nunca me la ha dado. Ya son 10 años, quien vea a Luis, dígale que me la dé. Pude haber tenido un jersey de firmado por Walter, pero como pensé que lo iba a tener cerca mucho tiempo lo dejé para después a pesar de que me había dicho él varias veces que cuando quisiera me lo autografiaba. Así que Luis una razón más para que me des mi foto.
Cuando en Huatulco me enteré que mi amigo Walter había muerto luego de no resistir en la cola para conseguir un trasplante de hígado, (lo cual habla aún más de su honestidad), se me salió una de cocodrilo. Hoy que Barack ganó, no pude dejar de querer ser negro ni de acordarme que Walter hubiera estado orgulloso decirse así: NEGRO.
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7 comentarios:
Es bueno, entonces, tener ideas macabremente negras?
No hablaste de los mitos (con "m") negros. Digo, ya que andabas por ahí.
Hace unos días la Beni Benite me habló sobre un negrito al que admira de nombre Mandingo y me conminó a checar algún video en el que este personaje saliera en YouTube. Afortunadamente, no lo hice primero por falta de tiempo y luego porque alguien más me advirtió que Mandingo comparte fama con cierto compañero de Cancha, por lo que mejor cambié el tema y dejé que lo único negro de ese día fuera la junta del medio día...
Tengo, eso sí, que quejarme de que no mencionaste al negro Eto´o y recordar que la mejor frase del 2006 en la redacción fue "Eto´o es el negro de mi vida"... no diré de quién es la frase...
Futs, qué anécdota. Recordaba tu admiración por Walter Payton pero no lo de decirle negro. Me recuerda una nota o una discusión reciente, acerca de que había gente que no estaba orgullosa de Obama porque no era negro negro.
¿?
¿Neto no es negro? ¿Neto tiene que ser negro (además uno mismo negro) para enorgullecerte de Obama?
En fin. Dulce relato, el mejor que te he leído.
MUY BUEN POST¡
Cómo has pasado 10 años sin plantarte en la casa de Luis Cortés para exigir que te de esa foto???!!!
MI QUERIDO PIP, PRIMERO UN ABRAZO CALUROSO Y UN GRAN SALUDO DESDE LAS INSTALACIONES DE TELERISA. ALGO QUE SIEMPRE HEMOS COMPARTIDO ES LA GRAN ADMIRACION POR EL MEJOR JUGADOR DE TODOS LOS TIEMPOS (Y MEJOR SER HUMANO): SWEETNESS. QUE ENVIDIA DE LA BUENA HABER CONOCIDO A 'MASTER' PAYTON EN PERSONA. EN FIN, OJALA PRONTO NOS VEAMOS.
OSCAR GONZALEZ (QUE NO OSCAR SMITH, EH!).
Muy emotivo el post, a mi me gustaría ir a Huatulco, uno de los destinos mas visitados de México y disfrutar de todos sus encantos. Saludos!
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