Ayer me aventé un clavado a la parte de mi cerebro que coordina el debraye y llegué a la conclusión de que el periodismo, ese que busca la exclusiva, la nota importante, la entrevista que rompa, ese periodismo es como la cacería.
Lo es porque todos los que lo practicamos o que por lo menos intentamos hacerlo, buscamos siempre llevarnos la mejor pieza, la más rara, el más bello especímen a nuestra sala de trofeos. Porque no nos hagamos, escribimos para un medio, para los lectores, pero antes que nada escribimos para nosotros y queremos que se sepa que nosotros lo hicimos, no conozco a nadie que haga un notón y que no quiera firmarlo.
Y sí, un cazador trata de matar su presa de la manera más limpia, más fina y artística. Lo acecha por horas o por días, se asegura que la flecha o la bala no dañen la cabeza. Tampoco va a acabar con la especie, los animales en veda son como la información off the record, por ética no las publicas, no las quemas. Luego, el conocimiento adquirido es utilizable pero en el momento es sagrado.
El verdadero cazador como el verdadero reportero no caza en grupo, ni a la misma presa. Quiere un ejemplar, al mejor de todos pero para él solo. Los que cazan en grupo, lo hacen para comer, para sacar la chuleta del día, prefieren compartir a competir, el mediocre bienestar general sobre la gloria individual, es más cómodo, aunque nunca cazas lo suficiente aunque la pieza sea muy apetitosa, porque entre varios se diluye el gusto.
Caso aparte son lo que sólo meten la grabadora, porque son como carroñeros que se arremolinan alrededor de un cadaver, no importa qué diga, no importa a qué sepa se trata de rescatar un pellejo y si se puede soltar una mordida entre el anonimato del tumulto. Todos hemos tenido que meter una grabadora, pero hay algunos que lo hacen sin escuchar al que habla, sin cuestionar algo, por eso son carroñeros.
Cuidar a la presa y presentarla de la manera más digna posible sobre la chimenea o parada y disecada en un salón, es la culminación de la obra, y ahí también hay los que al presentarla (escribirla) la destrozan, todo lo que ganaron con el gatillo, con la emboscada, lo pierden por el mal manejo del cuchillo.
Lo peor es cuando, luego de jornadas de espera, de vigilia permanente, se te va el trofeo por un estornudo o quedarte dormido. Suele pasar que eres quien ha seguido un tema, día a día, avance tras avance y a la mera hora cuando todo se definirá, no dispara por estar en la baba o de plano erra el tiro por sentirse muy seguro y llega otro le gana al ejemplar apuntando desde otro lado.
Los eventos o coberturas de varios días son como los safaris, donde los cómodos, los inexpertos, se van sobre la manada de cebras, porque hay muchas y son fáciles de agarrar, pero el cazador con espíritu de Hemingway, toma la cebra (la conferencia), pero luego busca cazar al león o al cheeta, el premio mayor entre todos los que al verse en la sabana, el paraíso informativo, sólo toman lo que está a la mano.
Los periodistas que hacen crónicas de partidos o de lo que sea, no son cazadores, porque no es ese su rol en ese momento, ellos son pintores, interpretan en un lienzo lo que ven, ven más allá de lo que se vio y oyen más allá de lo que se oyó. Los otros, los cazadores, van por todo, por algo más duro.
Hay otros cazadores primitivos, sin moral, sin códigos, que cazan con piedras, que degüellan al animal, lo abren en canal y lo empalan para correr gritando con la cabeza de la presa bien en alto, mientras cantan algún himno tribal. Esos son los amarillistas, los que no tienen respeto por el trofeo, los que entre más sangre o más grasa mejor.
Existe otro subgrupo que es el de los lenguas, esos que salen a cazar y dicen haber matado una presa que nadie vio, o que cazan una rata y dicen que fue un tigre, esos periodistas son los ue vuelan las notas.
Así me podría seguir horas, pero no podría asegurar que alguien siga leyendo esta letanía sin bostezar, por eso a este animal, lo diseco y abur.
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6 comentarios:
Me fue imposible, conforme iba leyendo tu descripción de cazadores, no visualizar varios rostros que tú y yo conocemos de compañeros y ex compañeros que caen solitos en las metáforas que tan bien plasmaste en tu blog...
Igualmente, no he escapado de hacer una reflexión sobre qué papel juega la gente que manda a los cazadores a la jungla o a la sabana, aquellos que nunca tomaron una escopeta o que jamás enfrentaron a una fiera viéndola a los ojos, o que alguna vez lo hicieron, pero ya lo olvidaron o se hacen tontos al respecto... Ellos también pueden echar a perder una cacería...
Gran analogía. Creo que todos nos hemos enfrentado a esas clasificaciones, incluso hemos caído en varias de ellas, muchas veces sin saber que siempre debimos apostar por ser los mejores cazadores.
Lo increíble de esta profesión es que siempre nos da o nos permite crearnos nuevas oportunidades para entonces sí llevar a redacción la presa soñada.
Y no hay periodistas caníbales?
El periodismo es una selva, definitivo. Y gana el depredador más vivo, que no necesariamente el más fuerte.
Sólo una advertencia: yo no sé si seamos 3, 5 10 o 359 lectores de tu blog. Como quiera que sea, danos el derecho de decidir si te seguimos leyendo, ¿no? No decidas por nosotros, ni mucho menos te autocensures o te limites en la extensión de tus posts. En la blogósfera los lectores deciden. Decidimos, pues.
Punto.
Esta bueno, a veces es gacho cuando al cazador le dicen sus patrones que no quieren una gran presa, que mejor sólo coma de las cebras y se olvide de lo demas.
Esta chida
Wow!
Te leí y no pude dejar de hacerlo hasta que se terminó tu excelente descripción de esta jungla a la que tú y yo nos dedicamos!
Me gustó y creo que me asustó... no es que hayamos caído del todo, pero no quiero convertirme en sólo eso, pues para mi, esto tiene vocación y dedicación, pero sobre todo pasión!
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