Ahora que Raúl Velasco pasó a dormir con los peces, no pude evitar el recuerdo dominguero de mi infancia.
No piensen que voy a empezar a decir que me da nostalgia o que me formó o algo así, para nada, al contrario, ahora que todo mundo rescata sus "aportes" a México, yo recuerdo todo lo que me quitó.
Para empezar, ver que salía con sus papeles agarrados entre anular y meñique y en la misma mano el micrófono ya era sinónimo de es domingo, de qué hueva, de no he hecho la tarea, de no hay nada más en la tele, de nomás tenemos una tele, de parece que soy el único contreras que alucina a ese güey, y de qué hecho yo para merecer esto (diría Almodóvar).
Ver, tirado en la alfombra, el avance del kilométrico programa, era sentir que se acababa el fin de semana, era recordar que el viernes le había dicho a mi mamá que no tenía tarea, que el sábado en casa de mi tío me había divertido pensando que en un ratito la hacía, pero era repasar de qué se trataba el "deber escolar inconcluso".
Invariablemente había un momento en el que abría el cuaderno y ¡huevos! Necesito una cartulina blanca y una monografía, pero, ¡la papelería cierra en 15 minutos!
Y ahí te voy a pedir dinero para el material, a recibir (cuando me iba bien) un regaño, una amenaza, un castigo y un jalón de orejas hasta la puerta para correr a comprar lo necesario.
El "deadline" para terminar la tarea eran los créditos de Siempre en Domingo, donde acompañado de la cancioncita y al término del número final, casi siempre del ballet de Milton Ghio o del de Amalia Mendoza, aparecían escenas de todo el nefasto vía crucis dominical "artista por artista" (no sé a qué alma se le ocurrió decirle artista a tanto intento de cantante o de actor, cuando esa palabra implica un grado máximo de realización de alguna de las tareas que marcan las musas, y no alguien que sale en la tele. Carajo, yo escribo y la literatura es un arte, pero no por eso ¡soy un artista!).
Total, si pasaban los créditos y la tarea seguí inconclusa, (mía o de alguno de mis hermanos) aparecía la lágrima, el moco y el jalón de pelos, ante cada "¡Apúrate!, ¡así no se hace!, ¡eres un burro!". Pobres de mis papás, qué pesadilla.
Pero a toda esa atmósfera digna de antidepresivos o mínimo un alcohol, contribuía en gran parte el "Genio de Celaya" con su filosofía de dos pesos, con su pésimo gusto para dictar lo que tenía de escuchar el "pueblo" y sobre todo su chabacano sentimentalismo (muy barato) de chillar cada vez que volaba la mosca o que iba a saludar a la venerable señora (creo que se llamaba Catita o algo así) que tenía más años yendo cada domingo al Foro 2 de Televisa, que de pensión en el ISSSTE.
Su cultura muy guanajuatense (como la de Fox) denotaba una cultura ínfima (como la de Fox), su sentido del humor pésimo (como el de Fox) y su prepotencia (como la de Fox) sobra decir que me zurraban.
Un domingo con Raúl era un domingo echado a perder, y tuvo tanto tino el señor que arruinó (a él mismo y a su familia) hasta el último domingo de su vida, con la ocurrencia de en ese mero día entregar el equipo.
Personaje funesto don Raúl del que estuve muy contento el día que supe que de su programa no habría "aún más".
28 noviembre, 2006
22 noviembre, 2006
No peeeeeelas
Orgulloso me siento de ser el principal impulsor en la Ciudad de México de la bella y socorrida frase: "No pelas un chango a nalgadas".
Esta frase es para mí como un hijo, pero como un hijo putativo, porque no me pertenece, bueno pensándolo bien sí me pertenece, porque la he hecho mía, pero yo no la acuñé.
Ya hubiera querido ser la mente que fraguara el yeso que dejó como escultura esa frase, pero no, el autor intelectual es mi padrino y amigo: Antonio Garibay.
Garibay (o Garigay), otrora representante de Adrián Fernández, me soltó esa maravilla hace ya 11 años en Indianápolis cuando andabamos por allá en las 500 Millas. Salió a propósito de las cualidades como piloto de cierto personaje de nombre Stan Fox, que luego terminó embarrado en un muro a 260 kilómetros por hora.
Fox estuvo a minutos de morir, pero sólo quedó casi cuadraplégico, y tras años de valiente rehabiilitación, el hombre volvió a caminar y a manejar, pero sólo para que ahora sí lo cafetearamos por estrellarse (ahora en su coche de calle) en un Freeway.
La cosa es que Toño se refirió a las habilidades de Fox así: "¡N'hombre, ese güey no pela un chango a nalgadas!", lo que me sacó inmediatamente una serie de carcajadas y de lágrimas, nomás de pensar a alguien tratando de despellejar a un mono a puro manazo.
No hay mejor manera de decir que no sirves, y tan es así que conozco a no menos de 100 personas que han tomado la frase como agua de uso y la emplean a la perfección.
Pero a partir de ahí, me he dado a la tarea de coleccionar otras de igual valía y no menos imaginación, que tienen un significado similar.
Qué me dicen de esta chulada: "No sacas un perro a mear". Es como para fundirla en bronce. Si un tipo no es capaz de llevar a un can a marcar su territorio, no sirve para nada. Incluso hasta mi amigo de la infancia el buen "Memorias" sacaba a hacer de las aguas al pekinés, cruzado como con rata de la señora Reloc, y mira que mi cuate no veía más allá de su entrecejo ni con sus lentes de fondo de Squirt.
No me consta, pero creo que esta epopeya del lenguaje tiene la marca de Iván Pirrón, por lo menos mía no es, pero de que es buena, es buena.
Mi buen Padillita (Miguel Ángel Padilla para los que leen Soccermanía) popularizó, no sé si son suyas, aquellas de: "No me arreglas un café" y la de "Hay maderas que no agarran el barniz", también un par de piezas que hacen oda de la ineptitud.
Y no puedo dejar de recordar al filósofo de la orilla del ring, el maestro Ignacio Beristáin, manager y purista del boxeo, que aunque no habla de estupidez, sino de vanidad, hace ver mal a cualquiera que quiera resumir mejor a un presumido.
Don Nacho me aventó una vez en una entrevista este juicio sobre el trabajo de algunos periodistas: "Mire joven, lo que pasa es que algunos de sus colegas le echan mucha caca a su papel". No se puede negar que aunque escatológica es un frasononón, digno de un personaje como don Nacho, un hombre bien entrado en los 60 años con uno de los rostros más chuecos que haya dejado el mundo de los mamporros y los jicamazos.
Así podemos seguir con Nachito y su "Le echas mucho arroz a tus novios" o "Todavía le cuelga el chile a don Felipe", que sin empacho alguno suelta en entrevistas con grabadora prendida y todo, pero creo que el ya clásico "no peeeeelas" ha marcado toda una época y a toda una serie de personajes de que plano no despellejan a un primate con sonoras palmadas.
Esta frase es para mí como un hijo, pero como un hijo putativo, porque no me pertenece, bueno pensándolo bien sí me pertenece, porque la he hecho mía, pero yo no la acuñé.
Ya hubiera querido ser la mente que fraguara el yeso que dejó como escultura esa frase, pero no, el autor intelectual es mi padrino y amigo: Antonio Garibay.
Garibay (o Garigay), otrora representante de Adrián Fernández, me soltó esa maravilla hace ya 11 años en Indianápolis cuando andabamos por allá en las 500 Millas. Salió a propósito de las cualidades como piloto de cierto personaje de nombre Stan Fox, que luego terminó embarrado en un muro a 260 kilómetros por hora.
Fox estuvo a minutos de morir, pero sólo quedó casi cuadraplégico, y tras años de valiente rehabiilitación, el hombre volvió a caminar y a manejar, pero sólo para que ahora sí lo cafetearamos por estrellarse (ahora en su coche de calle) en un Freeway.
La cosa es que Toño se refirió a las habilidades de Fox así: "¡N'hombre, ese güey no pela un chango a nalgadas!", lo que me sacó inmediatamente una serie de carcajadas y de lágrimas, nomás de pensar a alguien tratando de despellejar a un mono a puro manazo.
No hay mejor manera de decir que no sirves, y tan es así que conozco a no menos de 100 personas que han tomado la frase como agua de uso y la emplean a la perfección.
Pero a partir de ahí, me he dado a la tarea de coleccionar otras de igual valía y no menos imaginación, que tienen un significado similar.
Qué me dicen de esta chulada: "No sacas un perro a mear". Es como para fundirla en bronce. Si un tipo no es capaz de llevar a un can a marcar su territorio, no sirve para nada. Incluso hasta mi amigo de la infancia el buen "Memorias" sacaba a hacer de las aguas al pekinés, cruzado como con rata de la señora Reloc, y mira que mi cuate no veía más allá de su entrecejo ni con sus lentes de fondo de Squirt.
No me consta, pero creo que esta epopeya del lenguaje tiene la marca de Iván Pirrón, por lo menos mía no es, pero de que es buena, es buena.
Mi buen Padillita (Miguel Ángel Padilla para los que leen Soccermanía) popularizó, no sé si son suyas, aquellas de: "No me arreglas un café" y la de "Hay maderas que no agarran el barniz", también un par de piezas que hacen oda de la ineptitud.
Y no puedo dejar de recordar al filósofo de la orilla del ring, el maestro Ignacio Beristáin, manager y purista del boxeo, que aunque no habla de estupidez, sino de vanidad, hace ver mal a cualquiera que quiera resumir mejor a un presumido.
Don Nacho me aventó una vez en una entrevista este juicio sobre el trabajo de algunos periodistas: "Mire joven, lo que pasa es que algunos de sus colegas le echan mucha caca a su papel". No se puede negar que aunque escatológica es un frasononón, digno de un personaje como don Nacho, un hombre bien entrado en los 60 años con uno de los rostros más chuecos que haya dejado el mundo de los mamporros y los jicamazos.
Así podemos seguir con Nachito y su "Le echas mucho arroz a tus novios" o "Todavía le cuelga el chile a don Felipe", que sin empacho alguno suelta en entrevistas con grabadora prendida y todo, pero creo que el ya clásico "no peeeeelas" ha marcado toda una época y a toda una serie de personajes de que plano no despellejan a un primate con sonoras palmadas.
21 noviembre, 2006
Apocalípticamente Charger
En mi muy particular interpretación del libro Apocalípticos e integrados de Umberto Eco, la mejor manera de manifestar mi "anticultura", mi contracorriente existencial, es irle a los Cargadores de San Diego.
Me explico, los apocalípticos somos aquellos que estamos en la contracultura, y para ejemplificarlo mejor siempre pongo en la mesa el tema de dime a quién le vas y te diré quién eres.
Yo le voy a los Chargers a muerte. De hecho en mi casa todos, y no me importa si lo aceptan o no, si les gusta o no, todos somos Chargers. Ari y Darío primero tuvieron un jersey de LaDainian Tomlinson y Drew Brees, que patines, bicicleta o un balón de futbol.
No me importa si deciden hacerse dreadlocks, meterse mil piercings e irle a los Pumas, o si decidieran vender Omnilife y ser Chivas, o incluso tomar como forma de vida el honroso oficio de la albañilería y ser Celestes. Eso no me interesa, en mi casa hay libertad de expresión, pero con lo único que no negocio es con que los tres somos Chargers, y punto.
Pero no soy un especimen único, también ser apocalíptico es irle a los Jefes de Kansas (como el buen 'Chaivis Aburo') o a los Cardenales de Arizona (como mi cabecita de algodón, Andrés Amieva), de hecho nuestras respectivas tribus son minorías, pero si nos juntamos somos muchos.
Porque un apocalítptico jamás le irá a los Vaqueros de Dallas o los Acereros de Pittsburgh o los Delfines de Miami. La base de todo, es que es muy fácil irle a un equipo que tiene cinco anillos de Super Bowl o a otro como los Yankees de Nueva York, que en promedio ganan una de cada cinco Series Mundiales. Difícil y de corazón es irle a un equipo que nunca ha ganado un título. Eso es amor.
Los integrados se cobijan en el placer del triunfo fácil (en el deporte o la política). Para qué pelear si es tan sencillo ponerse del lado del que siempre va a ganar.
Pero esto de ser apocalíptico o integrado no es una elección, es una forma de ver el mundo. Los defensores de las causas perdidas nos decantamos por los Cachorros de Chicago o los Medias Rojas de Boston (en mi caso soy Cub).
Como buen Cachorro, desde antes de nacer arrastro decadas de maldición (dicen que fue por una puta cabra y un puto griego) y dicen que no hay mal que dure 100 años, pero nosotros ya llevamos 98.
No somos perdedores naturales ni mucho menos, somos personas que apreciamos la belleza de un triunfo sobre los Raiders o de una blanqueada sobre los White Sox, y nos regodeamos en nuestro grito solitario ante el touchdown de un Tomlinson o un Tony González. Encontramos las grandes satisfacciones en los pequeños detalles, y el día, porque ese día llegara antes de nuestra muerte, que celebremos la victoria en el Super Bowl todo habrá valido la pena y seremos una excelsa mayoría, gloriosa y reinante.
Ya en el terreno de las confesiones debo debir que tengo una parte integrada como todos: le voy a los Celtics y al América.
En mi descargo diré que es peor irle a los Lakers, y que aunque en la suma de los títulos América es integradísimo, les diré que no es nada fácil irle a las Águilas.
Si bien soy un azulcrema moderado, es zurrante tener que soplarte miles de comentarios insultantes, despectivos o en el mejor de los casos compasivos, cada vez que alguien se entera que eres del América. Ya no se diga cuando se te ocurre (que no lo he hecho) ponerte la playera americanista y salir a la calle. Me ha tocado ver pobres que se han llevado mentadas, mojadas y hasta cocos por el atrevimiento.
Pero se es o no se es. Yo seré Charger, Cachorro, Celtic y Águila siempre, porque eso de cambiar de equipo es peor que cambiar de sexo, y si no vean a algunos que lo han hecho y que luego, ya encarrerados, terminan de tacones o hasta se aplican la jarocha.
Me explico, los apocalípticos somos aquellos que estamos en la contracultura, y para ejemplificarlo mejor siempre pongo en la mesa el tema de dime a quién le vas y te diré quién eres.
Yo le voy a los Chargers a muerte. De hecho en mi casa todos, y no me importa si lo aceptan o no, si les gusta o no, todos somos Chargers. Ari y Darío primero tuvieron un jersey de LaDainian Tomlinson y Drew Brees, que patines, bicicleta o un balón de futbol.
No me importa si deciden hacerse dreadlocks, meterse mil piercings e irle a los Pumas, o si decidieran vender Omnilife y ser Chivas, o incluso tomar como forma de vida el honroso oficio de la albañilería y ser Celestes. Eso no me interesa, en mi casa hay libertad de expresión, pero con lo único que no negocio es con que los tres somos Chargers, y punto.
Pero no soy un especimen único, también ser apocalíptico es irle a los Jefes de Kansas (como el buen 'Chaivis Aburo') o a los Cardenales de Arizona (como mi cabecita de algodón, Andrés Amieva), de hecho nuestras respectivas tribus son minorías, pero si nos juntamos somos muchos.
Porque un apocalítptico jamás le irá a los Vaqueros de Dallas o los Acereros de Pittsburgh o los Delfines de Miami. La base de todo, es que es muy fácil irle a un equipo que tiene cinco anillos de Super Bowl o a otro como los Yankees de Nueva York, que en promedio ganan una de cada cinco Series Mundiales. Difícil y de corazón es irle a un equipo que nunca ha ganado un título. Eso es amor.
Los integrados se cobijan en el placer del triunfo fácil (en el deporte o la política). Para qué pelear si es tan sencillo ponerse del lado del que siempre va a ganar.
Pero esto de ser apocalíptico o integrado no es una elección, es una forma de ver el mundo. Los defensores de las causas perdidas nos decantamos por los Cachorros de Chicago o los Medias Rojas de Boston (en mi caso soy Cub).
Como buen Cachorro, desde antes de nacer arrastro decadas de maldición (dicen que fue por una puta cabra y un puto griego) y dicen que no hay mal que dure 100 años, pero nosotros ya llevamos 98.
No somos perdedores naturales ni mucho menos, somos personas que apreciamos la belleza de un triunfo sobre los Raiders o de una blanqueada sobre los White Sox, y nos regodeamos en nuestro grito solitario ante el touchdown de un Tomlinson o un Tony González. Encontramos las grandes satisfacciones en los pequeños detalles, y el día, porque ese día llegara antes de nuestra muerte, que celebremos la victoria en el Super Bowl todo habrá valido la pena y seremos una excelsa mayoría, gloriosa y reinante.
Ya en el terreno de las confesiones debo debir que tengo una parte integrada como todos: le voy a los Celtics y al América.
En mi descargo diré que es peor irle a los Lakers, y que aunque en la suma de los títulos América es integradísimo, les diré que no es nada fácil irle a las Águilas.
Si bien soy un azulcrema moderado, es zurrante tener que soplarte miles de comentarios insultantes, despectivos o en el mejor de los casos compasivos, cada vez que alguien se entera que eres del América. Ya no se diga cuando se te ocurre (que no lo he hecho) ponerte la playera americanista y salir a la calle. Me ha tocado ver pobres que se han llevado mentadas, mojadas y hasta cocos por el atrevimiento.
Pero se es o no se es. Yo seré Charger, Cachorro, Celtic y Águila siempre, porque eso de cambiar de equipo es peor que cambiar de sexo, y si no vean a algunos que lo han hecho y que luego, ya encarrerados, terminan de tacones o hasta se aplican la jarocha.
20 noviembre, 2006
Salí del clóset
Nunca pensé que caería. De hecho hace apenas dos meses no sabía lo que eran.
Tuve contacto con uno de ellos y pensé: "Eso no me pasará a mí. Imposible", pero poco a poco, (como siempre pasa) por la mala influencia de mis amigos, lo probé.
Primero fue sólo un poco (la puntita de uno), luego hasta me animé a participar en uno de grupo y ahora digamos que vivo mi primera, primera vez.
La verdad, es algo que yo consideraba como "cosa de niñas" y hoy me veo haciéndolo a altas horas de la noche y a escondidas de la gente, porque como que todavía me da penita reconocerme como uno de ellos.
Si he de ponerle nombre a mi corruptor diré que no fue uno solo, pero el que me dijo: "Mira te va a gustar", fue mi buen Freakney Briseño. ¡Chale! ¡tan chiquito que está (sólo de edad) y me arrastró!
Pero no fue el único, también el hermitaño y chapatinesco Jorge Meléndez tuvo algo que ver. Él sí me rogó, y pues uno, que como buen mexicano no sabe decir que no, pues que caigo.
Y si de destapar todas las cloacas se trata, de plano sacaré un trapito más: Luis Carrillo, sin quererlo, pero poniéndome su sucio ejemplo por delante, terminó por aventarme a la perdición. Con Luis me da más pena, porque es casado como yo, pero como los basureros, si yo me mancho se manchan todos.
¡Pues ya qué! no sé cuánto durará esto, igual se me pasa en un mes o lo sigo haciendo mientras viva, pero mientras ya soy dueño de un "blog" y trataré de aportarle algo de vez en cuando... ¿o qué?, ¿qué estaban pensando? Todo este rollo era para decirles eso, que ya tengo mi blog.
Tuve contacto con uno de ellos y pensé: "Eso no me pasará a mí. Imposible", pero poco a poco, (como siempre pasa) por la mala influencia de mis amigos, lo probé.
Primero fue sólo un poco (la puntita de uno), luego hasta me animé a participar en uno de grupo y ahora digamos que vivo mi primera, primera vez.
La verdad, es algo que yo consideraba como "cosa de niñas" y hoy me veo haciéndolo a altas horas de la noche y a escondidas de la gente, porque como que todavía me da penita reconocerme como uno de ellos.
Si he de ponerle nombre a mi corruptor diré que no fue uno solo, pero el que me dijo: "Mira te va a gustar", fue mi buen Freakney Briseño. ¡Chale! ¡tan chiquito que está (sólo de edad) y me arrastró!
Pero no fue el único, también el hermitaño y chapatinesco Jorge Meléndez tuvo algo que ver. Él sí me rogó, y pues uno, que como buen mexicano no sabe decir que no, pues que caigo.
Y si de destapar todas las cloacas se trata, de plano sacaré un trapito más: Luis Carrillo, sin quererlo, pero poniéndome su sucio ejemplo por delante, terminó por aventarme a la perdición. Con Luis me da más pena, porque es casado como yo, pero como los basureros, si yo me mancho se manchan todos.
¡Pues ya qué! no sé cuánto durará esto, igual se me pasa en un mes o lo sigo haciendo mientras viva, pero mientras ya soy dueño de un "blog" y trataré de aportarle algo de vez en cuando... ¿o qué?, ¿qué estaban pensando? Todo este rollo era para decirles eso, que ya tengo mi blog.
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