¿Cuánto son unas 242 hectáreas? Mientras venía en el taxi que me llevaba a recoger mi coche descompuesto en Héroes de Padierna a las 3 de la tarde con un tráfico de pesadilla, me vino esa pregunta a la mente.
El prócer de la democracia, héroe de esta Nación, (ya le iba a decir don, pero don mi abuelito, no este charro monta perros), el tal Vicente Fox, según una buena nota de Reforma, tiene un ranchito de 242 hectáreas. No está mal comparado con mi departamento de 80 metros cuadrados.
Esas mugres 242 hectáreas en San Francisco del Rincón esquina con no me importa porque saliendo del DF todo es Cuautitlán, son algo así como 2 millones 420 mil metros cuadrados. Chente y la Mafafa Musguito que tiene por grillete y castigo en esta vida, me sacan algo así como unos 2 millones 419 mil 920 metros cuadrados de propiedad, con otra pequeña diferencia: en mi depa la única tierra está en una maceta con una "cuna de Moisés" y en una palmerita de sombra muy coqueta.
Supongo que a mis 37 no puedo aspirar todavía al bienestar económico que ha acumulado un hombre de más de 60, pero tampoco me interesa ser tan rico, pero el ocio me llevó a seguir haciendo cuentas, para no ver cómo el taximetro iba ya en 48 pesotes antes de incorporarnos al Periférico, me hizo calcular que si una hectárea (poca cosa para el cultivo de maíz porque si nos va bien en México sacamos media tonelada de maíz de ahí, mientras un "farmer" gringo sacará unas cinco) son 10 mil metros cuadrados, entonces si el terrenito de los Fox fuera un cuadrado perfecto, mediría algo así como un kilometro 557 metros por lado, nada mal.
Ahora que la revista Quién publicó fotos del ranchillo, muy honestote como es don Chente rápido y sagaz que es el hombre, (porque no hay ser en este mundo más hábil para hacer una pendejada que él) subió sus declaraciones patrimoniales a la red.
¡Eso mi Chente! ¡Qué pantalones! El único "asegún" del bisne es que el terrenito de 2 millones 420 mil metros cuadrados, dice que tiene un precio de 300 mil, no dólares, no euros, no libras esterlinas... de pesotes.
¡Caray! ya llegue por el coche, ya me espera la grúa y se me olvidaron las llaves del Ikon en la casa, ¡me quiero morir! Y ahora que lo reflexiono yo pagué 300 mil pesos de enganche por mi patrimonio lleno de humedad, y todavía me faltan por pagar 600 mil luego de año y medio de "cómodas" mensualidades. Me cae que no soy pobre, lo que pasa es que no sé comprar como Chente o ¿será que en Guanajuato la lana rinde más? a 12 centavos de peso el metro cuadrado(así son los precios en San Pancho) me compraba fácil el Bosque de Chapultepec, qué tonto he sido.
Muchos dicen que Fox fue tonto, pero no ratero... para algunas cosas sí lo fue pero para otras me quedan mis dudas.
26 septiembre, 2007
23 septiembre, 2007
Adorador del pirulí (IV y última parte)
Mis trabajos bizarros tienen una cumbre, un oscar, un tope que creo que jamás será superado: el Festival OTI.
¡¡¡Para-papara-papapá-papara-papa-parapapara-pará-pará-paraaaaá!!! Los Hermanos Zavala, con uno de ellos particularmente maquillado como PeeWee Herman, en vivo interpretando el intro del festival de la canción a todo lo que daba, ¡qué momento!
Uno de los foros de Televisa San Angel, pletórico, lleno de fans hambrientas de aplaudir, echar porras y vitorear a Raúl Velasco, no importa que sea sólo una eliminatoria previa a la gran final, donde cuatro de los 10 de ese día avanzarían.
El nervio se siente en el ambiente, los fans se voltean a ver retadores. Fernando Riba, María del Sol, María Medina, Laura Flores, cada quien tiene su gallo, es la guerra. Y nosotros ahí enmedio con una gruesa de claveles rojos con nuestra pinta de rockeros ochenteros, llenos de pena y angustia.
Nuestro trabajo como "promotores" musicales nos llevó a repartir volantes de conciertos de Tania Libertad, pósters del disco de la Selección 1986 con los "gustados" temas "La Ola Verde" "El equipo tricolor", también colgamos mantas de conciertos de Laureano Brizuela, organizamos un par de conciertos de Luis Miguel y uno de Gloria Trevi (con todo y taco de ojo con sus coristas que gracias al buen ojo del maestro Andrade eran unas diosas), pero nunca hicimos algo como lo que tuvimos que soportar esa noche.
Nuestra misión, y no podíamos rehusarnos a cumplirla porque era encomienda de las "madrinas" de nuestra mafia Jade y Nora, era por unos cuantos pesos extras ser la barra oficial de Víctor Iturbe "El Pirulí" en la eliminatoria.
"El Faz" consiguió una conveniente alianza con las seguidoras de Fernando Riba y en su turno acuñamos el grito de "Arriba, Riba" como estandarte de batalla. En realidad nos veíamos muy raros entre ese enjambre de gatunas seguidoras y uno que otro chotito, porque "El Faz" era una versión adiposa de Dee Snyder; Simón era como un Duran-Duran menos glamoroso; "El Gueiro" (deformación surgida del apodo Alligator) era un fresita de top sailers, suéter tejido estilo Flans (hasta la rodilla) y cabello chino con una coleta; "el Chezner", un hombre que a pesar de sus 20 años aparentaba unos 35 por su gordura y calvicie, y yo, que parecía guitarrista de Luzbel con playera de Metallica.
No encajábamos, pero eso era lo de menos estábamos compitiendo, no nos espantaban los Feliep Gil, ni los Sergio Esquivel, ni las Eugenia León, "El Pirulí" era nuestra bandera y la defendimos con gallardía.
Llegó nuestro turno, el último de la noche por cierto, y nos dispusimos a la epopeya pirulesca. Nos dividimos tres arriba en la tribuna y dos abajo, a nivel de "cancha". Era muy importante que se vieran los claveles rojos mientras don Víctor salía en TV, sino no nos pagaban.
Simón y "Chezner" se fueron al piso, mientras "Gueiro", "Faz" y yo en esas épocas apodado "Árbol" nos apostamos en lo alto.
Simón pidió permiso al floor manager para lanzar unas flores a un cantante, a lo que el sujeto contestó burlón: "pero si sólo falta el Pirulí", y acto seguido todos los camarógrafos y jalacables comenzaron a chiflarnos y burlarse de nuestras "preferencias". "Chezner", hombre de mundo, dijo, "'Cheimen' (contracción chezneriana de Simón) no les hagas caso" y empezó a sonar el requinto del maestro "Chamín" Correa y después la voz de Víctor Iturbe.
Fueron los tres minutos más largos de nuestras vidas, fans y no fans, salvo las aliadas de Riba, se rían de nosotros o por lo menos así lo sentíamos en ese momento y como dice Intocable, "todo para qué".
Después de todo, "El Pirulí no pasó a la final y el esfuerzo de aventar una gruesa de claveles no tuvo efecto.
Poco menos de un año después, volvimos a saber del insigne cantante de "Verónica". El 29 de noviembre de 1987 fue asesinado según decía la vox populi: Víctor Iturbe murió de siete balazos en el pirulí. lo que nos trajo nuevamente un trabajal horrible, porque ahora nos mandaron en Polygram a surtir pedidos por la desmedida euforia por su música, luego de su muerte. En fin, pobre Pirulí siempre nos lleno de chamba ingrata, pero cuando lo oigo, otra vez me dan gans de aventarle claveles de pura nostalgia.
¡¡¡Para-papara-papapá-papara-papa-parapapara-pará-pará-paraaaaá!!! Los Hermanos Zavala, con uno de ellos particularmente maquillado como PeeWee Herman, en vivo interpretando el intro del festival de la canción a todo lo que daba, ¡qué momento!
Uno de los foros de Televisa San Angel, pletórico, lleno de fans hambrientas de aplaudir, echar porras y vitorear a Raúl Velasco, no importa que sea sólo una eliminatoria previa a la gran final, donde cuatro de los 10 de ese día avanzarían.
El nervio se siente en el ambiente, los fans se voltean a ver retadores. Fernando Riba, María del Sol, María Medina, Laura Flores, cada quien tiene su gallo, es la guerra. Y nosotros ahí enmedio con una gruesa de claveles rojos con nuestra pinta de rockeros ochenteros, llenos de pena y angustia.
Nuestro trabajo como "promotores" musicales nos llevó a repartir volantes de conciertos de Tania Libertad, pósters del disco de la Selección 1986 con los "gustados" temas "La Ola Verde" "El equipo tricolor", también colgamos mantas de conciertos de Laureano Brizuela, organizamos un par de conciertos de Luis Miguel y uno de Gloria Trevi (con todo y taco de ojo con sus coristas que gracias al buen ojo del maestro Andrade eran unas diosas), pero nunca hicimos algo como lo que tuvimos que soportar esa noche.
Nuestra misión, y no podíamos rehusarnos a cumplirla porque era encomienda de las "madrinas" de nuestra mafia Jade y Nora, era por unos cuantos pesos extras ser la barra oficial de Víctor Iturbe "El Pirulí" en la eliminatoria.
"El Faz" consiguió una conveniente alianza con las seguidoras de Fernando Riba y en su turno acuñamos el grito de "Arriba, Riba" como estandarte de batalla. En realidad nos veíamos muy raros entre ese enjambre de gatunas seguidoras y uno que otro chotito, porque "El Faz" era una versión adiposa de Dee Snyder; Simón era como un Duran-Duran menos glamoroso; "El Gueiro" (deformación surgida del apodo Alligator) era un fresita de top sailers, suéter tejido estilo Flans (hasta la rodilla) y cabello chino con una coleta; "el Chezner", un hombre que a pesar de sus 20 años aparentaba unos 35 por su gordura y calvicie, y yo, que parecía guitarrista de Luzbel con playera de Metallica.
No encajábamos, pero eso era lo de menos estábamos compitiendo, no nos espantaban los Feliep Gil, ni los Sergio Esquivel, ni las Eugenia León, "El Pirulí" era nuestra bandera y la defendimos con gallardía.
Llegó nuestro turno, el último de la noche por cierto, y nos dispusimos a la epopeya pirulesca. Nos dividimos tres arriba en la tribuna y dos abajo, a nivel de "cancha". Era muy importante que se vieran los claveles rojos mientras don Víctor salía en TV, sino no nos pagaban.
Simón y "Chezner" se fueron al piso, mientras "Gueiro", "Faz" y yo en esas épocas apodado "Árbol" nos apostamos en lo alto.
Simón pidió permiso al floor manager para lanzar unas flores a un cantante, a lo que el sujeto contestó burlón: "pero si sólo falta el Pirulí", y acto seguido todos los camarógrafos y jalacables comenzaron a chiflarnos y burlarse de nuestras "preferencias". "Chezner", hombre de mundo, dijo, "'Cheimen' (contracción chezneriana de Simón) no les hagas caso" y empezó a sonar el requinto del maestro "Chamín" Correa y después la voz de Víctor Iturbe.
Fueron los tres minutos más largos de nuestras vidas, fans y no fans, salvo las aliadas de Riba, se rían de nosotros o por lo menos así lo sentíamos en ese momento y como dice Intocable, "todo para qué".
Después de todo, "El Pirulí no pasó a la final y el esfuerzo de aventar una gruesa de claveles no tuvo efecto.
Poco menos de un año después, volvimos a saber del insigne cantante de "Verónica". El 29 de noviembre de 1987 fue asesinado según decía la vox populi: Víctor Iturbe murió de siete balazos en el pirulí. lo que nos trajo nuevamente un trabajal horrible, porque ahora nos mandaron en Polygram a surtir pedidos por la desmedida euforia por su música, luego de su muerte. En fin, pobre Pirulí siempre nos lleno de chamba ingrata, pero cuando lo oigo, otra vez me dan gans de aventarle claveles de pura nostalgia.
18 septiembre, 2007
¡Tómenla!
Tal para cual: López Doriga junto a Pati Chapoy; Alatorre al lado de Pedrito Sola; Ferriz de Con hombro a hombro con Daniel Bisogno; Ana Vinocour en sintonía con la conductora de Historias Engarzadas (perdón pero no me sé su nombre, mejor pregúntenme el nombre de un cantante de El Recodo), en fin la crema y nata de "nuestro periodismo", las pirujas de las concesiones y las nalgasprontas de las frecuencias, reclamando respeto a la "democracia".
Más allá de sus desinteresadas reclamaciones, de su hilarante propuesta de un referéndum, de su profunda preocupación por dónde irán a parar los miles de millones de pesos de nuestros impuestos que ya no se van a gastar en spots que sólo descalificaban al prójimo, más allá de todo eso, el bonito grupo de personalidades que se juntó fue como para guardar la foto y enseñársela al "Teacher" o a Ciro cada vez que se pongan esas largas batas blancas con las que acostumbran darle clases de moral al mundo.
Fue una chulada verlos irse sin referéndum, muy unidos y con el dictamen de reforma electoral entre las piernas.
PD: No vi ni a Loret ni a Brozo, no sé si se rehusaron o se salvaron, pero ya pueden presumir de algo.
Más allá de sus desinteresadas reclamaciones, de su hilarante propuesta de un referéndum, de su profunda preocupación por dónde irán a parar los miles de millones de pesos de nuestros impuestos que ya no se van a gastar en spots que sólo descalificaban al prójimo, más allá de todo eso, el bonito grupo de personalidades que se juntó fue como para guardar la foto y enseñársela al "Teacher" o a Ciro cada vez que se pongan esas largas batas blancas con las que acostumbran darle clases de moral al mundo.
Fue una chulada verlos irse sin referéndum, muy unidos y con el dictamen de reforma electoral entre las piernas.
PD: No vi ni a Loret ni a Brozo, no sé si se rehusaron o se salvaron, pero ya pueden presumir de algo.
17 septiembre, 2007
El espía que nos violó o sólo nos faltan dos cosas: coach y quarterback
Dicen por ahí que un buen coach toma a su equipo y te despedaza, pero un gran coach puede dirigir a tu equipo y despedazarte mientras tú diriges al suyo.
Bill Belichik es un gran coach, si pone o no cámaras hasta en el baño no es relevante ni con James Bond de nuestro lado ganábamos, les aseguro que podría el próximo fin de semana dirigir a los Chargers y con ellos ganarle a los Pats en Foxboro.
Con esto no digo que sea el único factor que hizo que CSI y Quincy (para los más entrados en añitos) llegaran por los Cargadores. Los forenses encontraron un cadaver que lo mismo murió ahogado, quemado, de 20 balazos, ahorcado, apuñalado y con un una sobredosis de nembutal en la panza, todo al mismo tiempo.
El plan de juego de Belichik fue perfecto, pero no fue para ver quién le puso la multa de 500 mil dólares para él solito, sino para cobrársela al primero que se le atravesara.
Me encantaría seguir hablando de lo buenos que son los Pats, pero por el momento es un tema que me irrita, por lo que más bien escribiré por qué creo que los Chargers están tan mal, lo cual me deprime, pero a lo mejor escribiéndolo se vuelve una catársis y se me pasa más rápido.
Primero, en orden de llegada. El gerente del equipo A.J. Smith ha tomado decisiones muy buenas junto con el extinto panzón, John Butler, como la de dejar pasar la oportunidad de tener al protagonista de Amores Perros, Michael Vick, y tomar al más fino corredor de toda la historia, LaDainian Tomlinson, ¡bravo, genial!, pero sus errores han sido también muy grandes. ¡Cortar a Rodney Harrison! Me pueden decir ¿cuántos profundos como Harrison hay en San Diego actualmente?, ¿cuántos hay en la NFL? Ok, no me clavo, pero cortar a ¡Junior Seau!, no sé si vieron anoche que el polinesio ése fue titular casi todo el tiempo para Nueva Inglaterra, que casi llamaba las jugadas defensivas desde adentro, que impidió con una tacleada maestra que anotara LT, bueno creo que sigue jugando y muy bien.
Sin apasionamientos extremos, a Junior lo suplió Donnie Edwards, líder tacleador del equipo y capitán, pero AJ Smith, ¡lo cortó esta temporada! y en su lugar jugó ayer un amigo de apellido Dobbins que es tan efectivo contra la carrera como Calderón contra la inflación (desaceleración dirán los azules).
El colmo es que el malhecho, que ni estirar el brazo puede, cuyos testículos se reducen a frijoles en cada juego, llamado Philip Rivers sea nuestro quarterback. Es como darle el país a Fox (¡ah chinga! eso ya pasó), es como meter a un chivo en una cristalería, es como dejar que Marta Chapa restaure un Dalí, es como darle a Sari Bermúdez el Conaculta (eso espero que haya sido un mal sueño), es como poner al Maza Rodríguez en la central del Tri, es como si le dieras los Olímpicos a Monterrey... total es como poner a un carnicero a hacer una cirugía de córneas.
Rivers va a romper mi corazón algún día, pero peor aún, el cutis de porcelana de la NFL, Mr. Norv Turner me va a hacer pasar un coraje cada semana. Es más audaz una monja josefina en el vaticano que este señor al frente de mis Bolts. Uno de los equipos con más talento en la Liga, tiene de head coach a un huevos tibios y creo que hasta Jacinto Licea le sacaría más provecho que este clon de Freddy Krueger.
Lamentarme no servirá de nada, la mentárselas tampoco. Ellos cobran como si nada, ni me conocen, ni en su país vivo, si se me hace un erizo el hígado ellos comen igual, yo no sé para qué me enojo. Bueno, sí sé, porque los aficionados de hueso colorado nos morimos con nuestro equipo, con él sí, pero no tengo pensado morir por él.
Bill Belichik es un gran coach, si pone o no cámaras hasta en el baño no es relevante ni con James Bond de nuestro lado ganábamos, les aseguro que podría el próximo fin de semana dirigir a los Chargers y con ellos ganarle a los Pats en Foxboro.
Con esto no digo que sea el único factor que hizo que CSI y Quincy (para los más entrados en añitos) llegaran por los Cargadores. Los forenses encontraron un cadaver que lo mismo murió ahogado, quemado, de 20 balazos, ahorcado, apuñalado y con un una sobredosis de nembutal en la panza, todo al mismo tiempo.
El plan de juego de Belichik fue perfecto, pero no fue para ver quién le puso la multa de 500 mil dólares para él solito, sino para cobrársela al primero que se le atravesara.
Me encantaría seguir hablando de lo buenos que son los Pats, pero por el momento es un tema que me irrita, por lo que más bien escribiré por qué creo que los Chargers están tan mal, lo cual me deprime, pero a lo mejor escribiéndolo se vuelve una catársis y se me pasa más rápido.
Primero, en orden de llegada. El gerente del equipo A.J. Smith ha tomado decisiones muy buenas junto con el extinto panzón, John Butler, como la de dejar pasar la oportunidad de tener al protagonista de Amores Perros, Michael Vick, y tomar al más fino corredor de toda la historia, LaDainian Tomlinson, ¡bravo, genial!, pero sus errores han sido también muy grandes. ¡Cortar a Rodney Harrison! Me pueden decir ¿cuántos profundos como Harrison hay en San Diego actualmente?, ¿cuántos hay en la NFL? Ok, no me clavo, pero cortar a ¡Junior Seau!, no sé si vieron anoche que el polinesio ése fue titular casi todo el tiempo para Nueva Inglaterra, que casi llamaba las jugadas defensivas desde adentro, que impidió con una tacleada maestra que anotara LT, bueno creo que sigue jugando y muy bien.
Sin apasionamientos extremos, a Junior lo suplió Donnie Edwards, líder tacleador del equipo y capitán, pero AJ Smith, ¡lo cortó esta temporada! y en su lugar jugó ayer un amigo de apellido Dobbins que es tan efectivo contra la carrera como Calderón contra la inflación (desaceleración dirán los azules).
El colmo es que el malhecho, que ni estirar el brazo puede, cuyos testículos se reducen a frijoles en cada juego, llamado Philip Rivers sea nuestro quarterback. Es como darle el país a Fox (¡ah chinga! eso ya pasó), es como meter a un chivo en una cristalería, es como dejar que Marta Chapa restaure un Dalí, es como darle a Sari Bermúdez el Conaculta (eso espero que haya sido un mal sueño), es como poner al Maza Rodríguez en la central del Tri, es como si le dieras los Olímpicos a Monterrey... total es como poner a un carnicero a hacer una cirugía de córneas.
Rivers va a romper mi corazón algún día, pero peor aún, el cutis de porcelana de la NFL, Mr. Norv Turner me va a hacer pasar un coraje cada semana. Es más audaz una monja josefina en el vaticano que este señor al frente de mis Bolts. Uno de los equipos con más talento en la Liga, tiene de head coach a un huevos tibios y creo que hasta Jacinto Licea le sacaría más provecho que este clon de Freddy Krueger.
Lamentarme no servirá de nada, la mentárselas tampoco. Ellos cobran como si nada, ni me conocen, ni en su país vivo, si se me hace un erizo el hígado ellos comen igual, yo no sé para qué me enojo. Bueno, sí sé, porque los aficionados de hueso colorado nos morimos con nuestro equipo, con él sí, pero no tengo pensado morir por él.
11 septiembre, 2007
Del Batey a Tamuín (Tercera parte)
Trabajos bizarros o lo que es lo mismo para comer hay que hacer (casi) de todo.
2.- Fotógrafo campesino
Mi servicio social de la carrera de comunicación lo hice en la Confederación Nacional Campesina, brazo rural del PRI, y no es que en la universidad fuera un podrido priista, pero sí busqué mercenariamente un servicio social donde pagaran, y sí, por 500 pesos al mes vendí mi alma a Luis Donaldo Colosio, entonces líder del tricolor.
Maximiliano Silerio Esparza era nuestro líder, pero en realidad yo trabajaba para el diputado, Hugo Andrés Araujo, compadre de Carlos Salinas de Gortari y amigo de Muñoz Rocha.
Ahí me di de topes con el periodismo mexicano desde mi trinchera en el área de comunicación social. Conocí de cerca al chayo pero nunca le di la mano, pero eso es materia aparte, mi trabajo bizarro, por más fascinante que parezca hacer boletines para la fuente campesina, vino después cuando ya como empleado no como servicio social, pasé por momentos a las filas de las campesinas Chanel.
Estas féminas encopetadas vestían dos veces por semana huipiles tipo Beatriz Paredes con bolsas Prada, y el resto de la semana modelitos de alta costura que acompañaban con un rebozo de seda. Eran las esposas del Comité Ejecutivo de la CNC: unas campesinas cuyos únicos animales de corral eran unos hijos malcriados y anorteñados.
Estas primeras damas, como todas las primeras damas de este país (las de los gobiernos, las empresas y los periódicos, incluidas las que creen que lo serán y no se dan cuenta que el susudicho batea chueco, es misógino, no gasta ni en papel de baño, porque vive en en el edificio del diario, ah, pero esa es otra historia) se creían dueñas de la chamba de sus viejos y "sentían un fuerte compromiso con las causas nobles y sociales de este país".
Pues la mera-mera vieja del diputado Araujo, ya entonces líder cenecista, me agarró de su fotógrafo oficial. Primero, lo cual disfruté mucho, me puso a hacer un catálogo de maravillosas artesanías de todo el país con la idea guajira de crear una gran empresa que las comercializara en todo el mundo. Lo hice y quedó muy bien, y miren que no soy un Joel Zamora de la lente, tengo las orejas en su lugar y a pesar de eso hago mis fotitos.
El problema vino después. En una gira por la Huasteca Potosina, fuimos a un impresionante lugar llamado Tamuín, justo dentro de esa mancha verde, a un lado de Ciudad Valles a horas y horas de San Luis Potosí.
Las señoras huastecas inmediatamente me cayeron bien. Curiosos seres medio redondos de no más de 1.50 metros de altura, envueltas en vestidos enormes y coloridos, peinadas con trenzas que les duplican el tamaño y que no hablan ni una palabra de español.
Me dejaban que les tomara fotos a sus hijos entre las inmensas raíces de los árboles que cada dos pasos dominan sus tierras. Ahí, la señora Araujo prometió solemnemente invitarlas un día a la Ciudad de México a pasar unas vacaciones, pero inmediatamente que brincan sus maridos y que dicen, "no, estas mujeres no pueden dormir ni una noche fuera de la casa" (pus sí, no vaya a ser que un chilango se las baje).
Confiado regrese al DF pensando que nunca volvería a ver a las huastequitas, pero ¡Oh destino!, nos volvió a juntar. Resulta que la esposa del H. Líder consiguió el permiso de los maridos con la condición de salieran en la madrugada de sus casas y que volvieran en la otra madrugada, con lo que ya no sentían que se habían ido a echar a un petate ajeno.
Así es que llegaron las huastecas, y la campesina Chanel número uno me encomendó ser el fotógrafo, guía de turistas y espiritual de 30 indígenas sueltas en el defectuoso.
La misión tenía un tour inverosímil: CNC, Zócalo, Centro Médico, Cámara de Diputados, Pirámides, Basílica y Polanco... ¡en un sólo día!
Pues ahí me tienen organizando lonches, camiones, porque también las Chanel fueron al tour.
Desde las 5 de la mañana llegaron mis invitadas, que me recibieron entre persignadas y risas tipo India María, muy tiernas todas. La más joven tendría unos 15 años y la más vieja unos 180, una bolita de 1.20 de trenzas largas, largas, largas que no emitía ningún sonido más que cuando huaracheaba para caminar.
De volada hicimos un pisa y corre entre CNC, Zócalo, Centro Médico y Cámara (donde eran vistas como bichos raros). El sistema era llegar decirles, aunque no me entendieran mucho, dónde estábamos y qué se hacía ahí y luego las fotos grupales e individuales con la lideresa.
De ahí a la Basílica en chinga. Eso sí, escoltados por patrullas y todo, porque sino el tráfico nos hubiera matado. Como en cada escala, me bajé del camión y ayudé a bajar una por una cada campesina, de las reales y de las fashion, luego comencé a contar la historia de la Basílica caminando al frente del grupo, ya en la explanda previa al atrio, de repente me quedé hablando solo, cuando giré la cabeza no vi a ninguna. ¿Las perdí?, ¡me las van a cobrar como si fueran bailarinas checas!, ¡sus maridos me van a lapidar en la microplaza de Tamuín!, pero por fin respiré cuando bajé la cabeza ¡poc!, las vi a todas de rodillas rece que rece, avanzando como tortuguitas hasta la iglesia.
Tardamos como una hora en llegar, ninguna se atrevía ponerse de pie frente a la Morenita y mucho menos darle la espalda. Iban en trance.
De regreso en el camión, a destapar lata por lata del refresco porque las santas señoras no se animaban a hacerlo por si mismas, bueno, la primera vez, porque una vez en confianza, las abrían y festejaban el hacerlo como si hubiera metido un gol el Cachorros de San Luis.
Nos encaminamos, con todo y patrullas, hacia las Pirámides, ahí afortunadamente todas en dos patas avanzaron hasta la del Sol y la admiraron desde abajo, atónitas.
Mi pecado fue decirles "¿quieren subir?" porque todas quisieron, pero no podían hacerlo todas sin ayuda. En total subí la pirámide cinco veces, en cada viaje como una zarigüeya cargando varias huastequitas que se me aferraban como koalas, incluida la venerablede 180 años.
Una vez arriba, a tomarles la foto del recuerdo y a espantar a los pinches gringos que a huevo querían tomarles fotos como si fueran joyas arqueológicas vivientes. Eso me enojó mucho, pensaban que estaban en un parque temático y que las huastecas eran botargas tipo Mickey Mouse para el disfrute de los turistas, y no, ellas eran turistas.
Con la lengua de fuera me subí al camión y mis huastequitas, en premio, me cantaron una canción por haberlas ayudado. Contra todos los pronósticos estábamos en Polanco a las 7 de la noche y era curioso ver cómo las marías que vendían pepitas en la calle se admiraban de ver bajar de camiones con aire acondicionado, a unas iguales a ellas pero ataviadas con gorras rojas y cocas en la mano.
Ya encarrerado el gato las metí al metro, ese que tiene unas escaleras eléctricas gigantescas. Toda una odisea, nunca me imaginé que alguien le tuviera miedo a unas escaleras automáticas, pero era lógico, nunca habían visto algo así en su vida. Pues ahí te voy, y subí una por una, del brazo a cada señora a las escaleras. Sus risas se oían con eco en toda la estación, era como el Batman The Ride para ellas. Luego a comprar los boletos, su asombro reapareció con los torniquetes. Maravillosas las viejas. Ver llegar el metro a través del túnel con ellas fue como ver un ovni, y cuando se subieron se sentían como Neil Armstrong.
Pero todo lo bueno termina y de ahí las tuve que despachar con sus maridos, no sin antes llevarme una porra, que si he de ser sincero me conmovió. Llegaron antes de que amaneciera a Tamuín, pero fueron mías todo un día, sólo mías.
2.- Fotógrafo campesino
Mi servicio social de la carrera de comunicación lo hice en la Confederación Nacional Campesina, brazo rural del PRI, y no es que en la universidad fuera un podrido priista, pero sí busqué mercenariamente un servicio social donde pagaran, y sí, por 500 pesos al mes vendí mi alma a Luis Donaldo Colosio, entonces líder del tricolor.
Maximiliano Silerio Esparza era nuestro líder, pero en realidad yo trabajaba para el diputado, Hugo Andrés Araujo, compadre de Carlos Salinas de Gortari y amigo de Muñoz Rocha.
Ahí me di de topes con el periodismo mexicano desde mi trinchera en el área de comunicación social. Conocí de cerca al chayo pero nunca le di la mano, pero eso es materia aparte, mi trabajo bizarro, por más fascinante que parezca hacer boletines para la fuente campesina, vino después cuando ya como empleado no como servicio social, pasé por momentos a las filas de las campesinas Chanel.
Estas féminas encopetadas vestían dos veces por semana huipiles tipo Beatriz Paredes con bolsas Prada, y el resto de la semana modelitos de alta costura que acompañaban con un rebozo de seda. Eran las esposas del Comité Ejecutivo de la CNC: unas campesinas cuyos únicos animales de corral eran unos hijos malcriados y anorteñados.
Estas primeras damas, como todas las primeras damas de este país (las de los gobiernos, las empresas y los periódicos, incluidas las que creen que lo serán y no se dan cuenta que el susudicho batea chueco, es misógino, no gasta ni en papel de baño, porque vive en en el edificio del diario, ah, pero esa es otra historia) se creían dueñas de la chamba de sus viejos y "sentían un fuerte compromiso con las causas nobles y sociales de este país".
Pues la mera-mera vieja del diputado Araujo, ya entonces líder cenecista, me agarró de su fotógrafo oficial. Primero, lo cual disfruté mucho, me puso a hacer un catálogo de maravillosas artesanías de todo el país con la idea guajira de crear una gran empresa que las comercializara en todo el mundo. Lo hice y quedó muy bien, y miren que no soy un Joel Zamora de la lente, tengo las orejas en su lugar y a pesar de eso hago mis fotitos.
El problema vino después. En una gira por la Huasteca Potosina, fuimos a un impresionante lugar llamado Tamuín, justo dentro de esa mancha verde, a un lado de Ciudad Valles a horas y horas de San Luis Potosí.
Las señoras huastecas inmediatamente me cayeron bien. Curiosos seres medio redondos de no más de 1.50 metros de altura, envueltas en vestidos enormes y coloridos, peinadas con trenzas que les duplican el tamaño y que no hablan ni una palabra de español.
Me dejaban que les tomara fotos a sus hijos entre las inmensas raíces de los árboles que cada dos pasos dominan sus tierras. Ahí, la señora Araujo prometió solemnemente invitarlas un día a la Ciudad de México a pasar unas vacaciones, pero inmediatamente que brincan sus maridos y que dicen, "no, estas mujeres no pueden dormir ni una noche fuera de la casa" (pus sí, no vaya a ser que un chilango se las baje).
Confiado regrese al DF pensando que nunca volvería a ver a las huastequitas, pero ¡Oh destino!, nos volvió a juntar. Resulta que la esposa del H. Líder consiguió el permiso de los maridos con la condición de salieran en la madrugada de sus casas y que volvieran en la otra madrugada, con lo que ya no sentían que se habían ido a echar a un petate ajeno.
Así es que llegaron las huastecas, y la campesina Chanel número uno me encomendó ser el fotógrafo, guía de turistas y espiritual de 30 indígenas sueltas en el defectuoso.
La misión tenía un tour inverosímil: CNC, Zócalo, Centro Médico, Cámara de Diputados, Pirámides, Basílica y Polanco... ¡en un sólo día!
Pues ahí me tienen organizando lonches, camiones, porque también las Chanel fueron al tour.
Desde las 5 de la mañana llegaron mis invitadas, que me recibieron entre persignadas y risas tipo India María, muy tiernas todas. La más joven tendría unos 15 años y la más vieja unos 180, una bolita de 1.20 de trenzas largas, largas, largas que no emitía ningún sonido más que cuando huaracheaba para caminar.
De volada hicimos un pisa y corre entre CNC, Zócalo, Centro Médico y Cámara (donde eran vistas como bichos raros). El sistema era llegar decirles, aunque no me entendieran mucho, dónde estábamos y qué se hacía ahí y luego las fotos grupales e individuales con la lideresa.
De ahí a la Basílica en chinga. Eso sí, escoltados por patrullas y todo, porque sino el tráfico nos hubiera matado. Como en cada escala, me bajé del camión y ayudé a bajar una por una cada campesina, de las reales y de las fashion, luego comencé a contar la historia de la Basílica caminando al frente del grupo, ya en la explanda previa al atrio, de repente me quedé hablando solo, cuando giré la cabeza no vi a ninguna. ¿Las perdí?, ¡me las van a cobrar como si fueran bailarinas checas!, ¡sus maridos me van a lapidar en la microplaza de Tamuín!, pero por fin respiré cuando bajé la cabeza ¡poc!, las vi a todas de rodillas rece que rece, avanzando como tortuguitas hasta la iglesia.
Tardamos como una hora en llegar, ninguna se atrevía ponerse de pie frente a la Morenita y mucho menos darle la espalda. Iban en trance.
De regreso en el camión, a destapar lata por lata del refresco porque las santas señoras no se animaban a hacerlo por si mismas, bueno, la primera vez, porque una vez en confianza, las abrían y festejaban el hacerlo como si hubiera metido un gol el Cachorros de San Luis.
Nos encaminamos, con todo y patrullas, hacia las Pirámides, ahí afortunadamente todas en dos patas avanzaron hasta la del Sol y la admiraron desde abajo, atónitas.
Mi pecado fue decirles "¿quieren subir?" porque todas quisieron, pero no podían hacerlo todas sin ayuda. En total subí la pirámide cinco veces, en cada viaje como una zarigüeya cargando varias huastequitas que se me aferraban como koalas, incluida la venerablede 180 años.
Una vez arriba, a tomarles la foto del recuerdo y a espantar a los pinches gringos que a huevo querían tomarles fotos como si fueran joyas arqueológicas vivientes. Eso me enojó mucho, pensaban que estaban en un parque temático y que las huastecas eran botargas tipo Mickey Mouse para el disfrute de los turistas, y no, ellas eran turistas.
Con la lengua de fuera me subí al camión y mis huastequitas, en premio, me cantaron una canción por haberlas ayudado. Contra todos los pronósticos estábamos en Polanco a las 7 de la noche y era curioso ver cómo las marías que vendían pepitas en la calle se admiraban de ver bajar de camiones con aire acondicionado, a unas iguales a ellas pero ataviadas con gorras rojas y cocas en la mano.
Ya encarrerado el gato las metí al metro, ese que tiene unas escaleras eléctricas gigantescas. Toda una odisea, nunca me imaginé que alguien le tuviera miedo a unas escaleras automáticas, pero era lógico, nunca habían visto algo así en su vida. Pues ahí te voy, y subí una por una, del brazo a cada señora a las escaleras. Sus risas se oían con eco en toda la estación, era como el Batman The Ride para ellas. Luego a comprar los boletos, su asombro reapareció con los torniquetes. Maravillosas las viejas. Ver llegar el metro a través del túnel con ellas fue como ver un ovni, y cuando se subieron se sentían como Neil Armstrong.
Pero todo lo bueno termina y de ahí las tuve que despachar con sus maridos, no sin antes llevarme una porra, que si he de ser sincero me conmovió. Llegaron antes de que amaneciera a Tamuín, pero fueron mías todo un día, sólo mías.
10 septiembre, 2007
El negro José (segunda parte del Negrito del Batey)
Gracias a los comentarios escritos y no escritos sobre el Negrito del Batey, he resuelto que trataré de aplicar lo que se supone que sé hacer y por lo menos por lo que me pagan, y editar mis textos para que no sean gigantescos e ilegibles.
Me quedé en la última entrega en mis trabajos más bizarros y retomo la cuenta en el tercero:
3.- Pintor de canchas de basquetbol
Corría el año de 1984 o 1985, no lo tengo muy claro, pero de sólo recordarlo me arden las rodillas.
Mi tío Nacho (nada que ver con el del jabón), un estudiante que dejó trunca la carrera de arquitectura, no sé cómo diablos le hizo pero ganó la licitación para un trabajo en el DDF. Se trataba de pintar las canchas de basquetbol del Deportivo Guelatao, del Plan Sexenal, del Juan de la Barrera y del Palacio de los Deportes, tarea para la cual fuimos reclutados: mi hermano Nacho de 16 años, mi primo de nombre Nachito e hijo de tío de 11 añitos y mi otro primo, Juan Carlos de apenas 9. Luego se nos sumó mi primo Richie, él sí mano de obra legal de 27 años.
Para no extenderme mucho contaré que pintar una cancha de basquet, por lo menos en la técnica de mi tío era algo más o menos así. Él trazaba las líneas transportador, compás de maestro con gis y reglota, luego tendíamos con martillo y clavos unos hilos para seguir esos trazos con cáñamo. Hasta ahí todo parecía sencillo, pero luego venía lo bueno: cubrir con masking tape cada uno de los lados de cada línea que cruzaría la cancha.
Esto, obviamente, de rodillas, muy derechito sin salirse de la raya. Traten de rodear una cancha de basquetbol de rodillas y luego cada raya que la cruza, es casi como querer pagar todos lo pecados de tu estirpe en la sola exposición.
Mi buen tío, también tuvo la gran idea de proponer que además de las cancha de basquet, se pintaran rayas para una de volei, otra de futbol de salón, además de las letras PRODDF y Centro Basquet en la base de las canastas. Entonces el esfuerzo se triplicaba o cuatruplicaba.
El proceso seguía con el pintado (de colores) de cada línea sin salirse del masking, luego retirar el masking de cada línea y después el retocado y limpiado de cada gotita que se hubiera escurrido por ahí.
Aquí se dice fácil, pero para hacer eso pasaban cuatro o cinco días en los que mi empleador, pobre muy pobre, no tenía ni para comprarnos una torta y mi papá nos mandaba sandwiches para todos. Eso se repitió en cada sede, en total 20 días de trabajo por los que recibí como 2 mil pesos, que no me sirvieron para curar las manos agrietadas por el tinher que me tenía que echar todos los días, ni mucho menos para el dolor de rodillas.
A mí me fue bien porque me pagaron, claro después de dos meses, cuando mi tío pudo cobrar el trabajo con la burocracia local lo que le fue muy lucrativo, porque cuatro niños y dos adultos hicieron la chamba de por lo menos 10 expertos maestros pintores. Pero a mis pobres primos, mi tío les descontó de su sueldo, una maceta que rompieron por correr en su casa, un bote de pintura polyform (carísima) que voltearon cuando echábamos la clásica cáscarita de "ñil" con bola de masking (durísima) al término de la faena, y por supuesto el bote de tinher especial polyform con el que se borraron las manchas de la pintura derramada.
El basquetbol me gusta mucho pero cada vez que me paro en una duela no puedo evitar pensar: "qué chinga para el pobre wey que pintó esto", conciencia gremial pura.
PD que no tiene nada que ver con las chambas
El otro día en la TV vi las escenas de una entrevista que le hacía el pseudopensante René Franco a los ídolos del Flack, los Timbirichos, y no pude evitar reconocer el increíble parecido que tiene ahora Erik Rubín con Sergio Esquivel, aquél cantante del OTI (éxito: Un tipo como yo), está tan acabado que al final pensé que Segio Esquivel nunca estuvo tan indignamente jodido y creo que Rubín se parece más ahora a "Polillita", el patiño que recitaba del extinto Paco Stanley.
Me quedé en la última entrega en mis trabajos más bizarros y retomo la cuenta en el tercero:
3.- Pintor de canchas de basquetbol
Corría el año de 1984 o 1985, no lo tengo muy claro, pero de sólo recordarlo me arden las rodillas.
Mi tío Nacho (nada que ver con el del jabón), un estudiante que dejó trunca la carrera de arquitectura, no sé cómo diablos le hizo pero ganó la licitación para un trabajo en el DDF. Se trataba de pintar las canchas de basquetbol del Deportivo Guelatao, del Plan Sexenal, del Juan de la Barrera y del Palacio de los Deportes, tarea para la cual fuimos reclutados: mi hermano Nacho de 16 años, mi primo de nombre Nachito e hijo de tío de 11 añitos y mi otro primo, Juan Carlos de apenas 9. Luego se nos sumó mi primo Richie, él sí mano de obra legal de 27 años.
Para no extenderme mucho contaré que pintar una cancha de basquet, por lo menos en la técnica de mi tío era algo más o menos así. Él trazaba las líneas transportador, compás de maestro con gis y reglota, luego tendíamos con martillo y clavos unos hilos para seguir esos trazos con cáñamo. Hasta ahí todo parecía sencillo, pero luego venía lo bueno: cubrir con masking tape cada uno de los lados de cada línea que cruzaría la cancha.
Esto, obviamente, de rodillas, muy derechito sin salirse de la raya. Traten de rodear una cancha de basquetbol de rodillas y luego cada raya que la cruza, es casi como querer pagar todos lo pecados de tu estirpe en la sola exposición.
Mi buen tío, también tuvo la gran idea de proponer que además de las cancha de basquet, se pintaran rayas para una de volei, otra de futbol de salón, además de las letras PRODDF y Centro Basquet en la base de las canastas. Entonces el esfuerzo se triplicaba o cuatruplicaba.
El proceso seguía con el pintado (de colores) de cada línea sin salirse del masking, luego retirar el masking de cada línea y después el retocado y limpiado de cada gotita que se hubiera escurrido por ahí.
Aquí se dice fácil, pero para hacer eso pasaban cuatro o cinco días en los que mi empleador, pobre muy pobre, no tenía ni para comprarnos una torta y mi papá nos mandaba sandwiches para todos. Eso se repitió en cada sede, en total 20 días de trabajo por los que recibí como 2 mil pesos, que no me sirvieron para curar las manos agrietadas por el tinher que me tenía que echar todos los días, ni mucho menos para el dolor de rodillas.
A mí me fue bien porque me pagaron, claro después de dos meses, cuando mi tío pudo cobrar el trabajo con la burocracia local lo que le fue muy lucrativo, porque cuatro niños y dos adultos hicieron la chamba de por lo menos 10 expertos maestros pintores. Pero a mis pobres primos, mi tío les descontó de su sueldo, una maceta que rompieron por correr en su casa, un bote de pintura polyform (carísima) que voltearon cuando echábamos la clásica cáscarita de "ñil" con bola de masking (durísima) al término de la faena, y por supuesto el bote de tinher especial polyform con el que se borraron las manchas de la pintura derramada.
El basquetbol me gusta mucho pero cada vez que me paro en una duela no puedo evitar pensar: "qué chinga para el pobre wey que pintó esto", conciencia gremial pura.
PD que no tiene nada que ver con las chambas
El otro día en la TV vi las escenas de una entrevista que le hacía el pseudopensante René Franco a los ídolos del Flack, los Timbirichos, y no pude evitar reconocer el increíble parecido que tiene ahora Erik Rubín con Sergio Esquivel, aquél cantante del OTI (éxito: Un tipo como yo), está tan acabado que al final pensé que Segio Esquivel nunca estuvo tan indignamente jodido y creo que Rubín se parece más ahora a "Polillita", el patiño que recitaba del extinto Paco Stanley.
04 septiembre, 2007
El negrito del Batey (Primera parte)
Primero, este blog no agredirá, por esta vez, al Flack.
Ahora sí, al tema que me atañe. Como fiel seguidor de las teorías del "Negrito del Batey", creo fervientemente que el trabajo lo hizo Dios como castigo.
Pero, infelizmente (como dice Pelé), la parte de la teoría bateyana que obviamente no he podido seguir y que por ello ojalá me perdonen algún día la Sonora Matancera, Alberto Beltrán y don Medardo Guzmán, es aquella de que el trabajo se lo dejo todo al buey, porque en mi vida el buey que ha trabajado soy yo.
Qué más quisiera yo que estarme rascando el tuch hasta que me salga sangre (Tuch: ombligo en maya, para los malpensados que creyeron otra cosa), pero nací pobre y aunque iba para rico, en el camino me descompuse.
Dicen por ahí que el trabajo dignifica, eso seguramente lo dijo uno de esos weyes que "trabaja" en una ONG en algo sí como salvar los puffins (que por cierto en Islandia se los comen como gallinas, según me contó mi amiga Susanita, que háganme el favor, fue a una boda hasta allá y comió de estos pajarillos que bien podrían haber sido la mascota de alguna olimpiada), pero claro, como ellos no trabajan, sino más bien buscan qué hacer con su tiempo libre, no entienden el sentimiento de los que tenemos que talonearle para vivir.
Afortunadamente tengo unos 16 años haciendo algo que me gusta y para lo que soy competitivamente bueno, que me ha servido para llevar el sustento a mis pollitos. Pero por puro ocio haré mi ranking de los cinco trabajos más folclóricos que he desempeñado, desde los 10 otoños en que me dispuse a empezar a pagarme desde los útiles hasta mis vacaciones.
En orden invertido para ponerle emoción:
5.- Empacador en la Conasupo de Universidad y Uxmal.
Ahí donde hoy se levanta el concurridísimo restaurante con chupes, Don Camilo, estuvo una tienda Conasupo, fundada por ahí de 1980. Donde hoy está el asador y las primeras mesas, estaba la oficina del gerente de nombre José Luis Rodríguez, a quien por supuesto le decían "El Puma" y quien ahora es el que lleva a los mentados Asociados de Reforma (sí ése barbón cincuentón de pecho inflado, fue mi primer jefe). Donde está la caja del antro, era precisamente donde empezaba el área de cajas donde Maribel, la jefa de cajeras, nos dio el visto bueno a mi hermano Nacho y a mí para ser los miembros fundadores del H. Cuerpo de Cerillos de la Conasupo.
La inspección fue tanto visual como física, casi casi nos aplicó la de si pesan más que un perro, están más anchos que un poste y más altos que un tambo, entran. Nos checó la dentadura y nos pidió nuestra boleta de calificaciones.
Yo tardé una semana en presentarme porque como que presentía que si empezabaa trabajar mi vida cambiaría y ya no me podría zafar. Luego de ver llegar a mi carnal, dos años mayor que yo que apenas pasaba de 10, con por lo menos 100 morlacos en las alforjas, dije, yo también quiero.
Las finanzas familiares no eran boyantes, así que a todos nos cayó de perlas la lanita, porque como dije, a partir de ese momento yo financié mi vida.
Mi récord fueron 500 pesotes en una quincena que trabajé en sábado de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, pero todo se acabó con el temblor del 19 de septiembre de 1985. La Conasupo casi se colapsa y la cerraron por derribo. El ingenio popular personificado en Marcos, el chino del departamento de recibo, acuñó un chistecito local que decía "Cómo chupo que se cayó la conachupo". Lo extraño es que 22 años más tarde sigue el mismito edificio ahora como restaurante, cuando yo lo vi con unas cuarteaduras que rajaban las paredes de lado a lado y unos letrerotes de clausurado.
Como nota la calce, diré que tener tu despertar sexual (es decir que te empiecen a gustar las mujeres) mientras tus confidentes y consejeros son tablajeros, carniceros, estibadores y salchichoneros, cajeras veintonas, puede parecer el peor escenario imaginado por un padre de familia, pero para un chamaco es como ver Calígula mientras tus compañeros de clase ven La Dama y el Vagabundo. Se los dejo de tarea.
4.- Monitoreador de radio en Discos Polygram.
Empujado por mis cuates Simón (quien en realidad se llama Arturo) y El Faz (Faz, mote surgido por el gran tamaño de su "feis" que no face) caí en la industria discográfica por ahí del 1986. Nosotros nos decíamos "checadores" y nuesta labor era monitorear cada quien entre 5 y 6 estaciones de radio cada día y anotar cada una de las canciones que pasaran ahí entre las 8 de la mañana y la 1 de la tarde.
No parecería nada raro o desagradable, escuchar la radio y que te paguen, pero ahí no terminaba la labor de este escuadrón de finas y educadas orejas, porque además teníamos que cumplir con una cuota diaria de llamadas telefónicas a no menos finas estaciones, para inflar a los cantantes que por esa época grababan en Polygram.
El método era sencillo, supongo que todos han llamado alguna vez a Radio Felicidad para hablar con el locutor o el programador y solicitar su rola ¿o no?. Bueno, en realidad nunca lo había hecho, pero ahí aprendí a hacerlo. Pues se trataba de marcar a Radio Éxitos, Radio Variedades, Radio Capital o Radio Hits y con mucha dulzura decir. "Me podría poner una canción". Luego el locutor contestaba con mucha hueva y fastidio (si no estaba al aire): "¿Cuál?", a lo que había que reaccionar con agilidad para recitar: "Cada vez que tú te vas, del Grupo Yndio". Si lograbas que el hombre colgara en ese momento, la prueba había sido sencilla, pero por lo regular te espetaban: "¿para quién?", y 100 de 100 en la primera llamada del día decías tu nombre y tras escuchar el "de parte de quién", decías el nombre de tu novia de verdad, y después tu colonia y delegación. Hasta ahí todo bien, la bronca era hacerlo 30 o 35 veces al día, porque a la tercera el locutor te gritaba: "¡deja de estar chingando, huevón!" y te colgaba. Para superar este trance diario, la tecnología puso a nuestro servicio listas elaboradas por Nora y Jade, jefas del H. Cuerpo de Checadores, en donde se podían leer más de 100 nombres masculinos, más de 100 femeninos, unas 50 colonias y sus respectivas delegaciones, con las que sorteabamos el interrogatorio con variadas y creativas combinaciones: "para Matilde... de Pedro... de la Pensil... la de Cómo no quererte a ti, de Fresas", una chulada de profesión.
Además cada día nos superábamos en el impostamiento de la voz para lograr actuaciones que ni "Tilín, el fotógrafo de la voz" o Gilberto Gless habrían logrado en sus épocas de gloria, todo para no ser descubiertos, en particular por el locutor de Radio Sensación, que era escatológicamente lépero y malhumorado y en una sola frase podía recordar a tu madre, violarla, matarla y ensuciarla. Muy distinta era la historia si entraba tu llamada mientras el merolico estaba al aire, ahí se portaban de lo mejor y hasta te mandaban saludos o te regalaban un disco.
Total, ese trabajo era rudo y no payasadas. Ya los quiero ver escuchando la rola que grabaron Los Pulpos ("Yo en mi casa, ella en el Bar"), Los Muecas (Bésame y olvídame), Los Bríos (Yo sé que te acordarás) o Los Strwk en 1973 y tenerla que anotar a mil por hora, mientras pasabas a la siguiente estación y estaba el dueto de Prisma y Joan Sebastian, titulado "Oiga". Un oasis en el desierto era si después en una de las cinco estaciones que tenías que monitorear al mismo tiempo durante seis horas continuas aparecía, "Déjenme si estoy llorando" de los Ángeles Negros, canción clásica, que quien no sepa quién la canta o no la haya oído que me enseñe su pasaporte marroquí o su carta de liberación de San Quintín después de 50 años de condena.
En fin, me tocó encumbrar a astros de la música como Francisco Xavier, Erika Buenfil, Ricardo Padilla (aquél de Garra de León), Alejandro Jaén (Vas a acordarte de mí), Fresas y los mismísimos Botellos que por esas épocas promovían su tercer disco, aquél del Tlalocman. Ahora que lo recuerdo tuve que entrarle como miembro del Club Charrocanrroleros del Guacarock para que los hombres que se adelantaron a su tiempo pudieran decir en la disquera que tenían seguidores.
La única manera que había de desarrollo en esa chamba, por lo menos para mí, era dejar las estaciones en español y ser el checador de las que pasaban música en inglés: Rock 101 (idea musical), Radio Hits (que del rock pasó al High Energy con su máxima estrella Mike Marine, y eso sí era un suplicio), Radio Universal, Radio Capital (Con Rock a la Rolling y el Mundo Romántico del Rock) y Radio Éxitos (Madonnísimo, Durantástico), pero la hora más esperada del día era de de José José en Sensación, todos cantábamos mientras degustábamos tortas fiadas de la fonda de "Juen" (sí con e, desde entonces la influencia de Ángel Fernández era brutal) o bolillos con chicharrón de harina y cacahuate japonés.
Fueron grandes años, eso ni dudarlo, y por eso mismo ahora soy como una versión con patas del cancionero Picot, pero como ya me colgué mucho dejo para la siguiente entrega los tres trabajos que faltan: Pintor de canchas de basquetbol, periodista campesino y adorador del Pirulí.
PD: por cierto Batey, es una comunidad azucarera cubana pobre, pobre, muy pobre.
Ahora sí, al tema que me atañe. Como fiel seguidor de las teorías del "Negrito del Batey", creo fervientemente que el trabajo lo hizo Dios como castigo.
Pero, infelizmente (como dice Pelé), la parte de la teoría bateyana que obviamente no he podido seguir y que por ello ojalá me perdonen algún día la Sonora Matancera, Alberto Beltrán y don Medardo Guzmán, es aquella de que el trabajo se lo dejo todo al buey, porque en mi vida el buey que ha trabajado soy yo.
Qué más quisiera yo que estarme rascando el tuch hasta que me salga sangre (Tuch: ombligo en maya, para los malpensados que creyeron otra cosa), pero nací pobre y aunque iba para rico, en el camino me descompuse.
Dicen por ahí que el trabajo dignifica, eso seguramente lo dijo uno de esos weyes que "trabaja" en una ONG en algo sí como salvar los puffins (que por cierto en Islandia se los comen como gallinas, según me contó mi amiga Susanita, que háganme el favor, fue a una boda hasta allá y comió de estos pajarillos que bien podrían haber sido la mascota de alguna olimpiada), pero claro, como ellos no trabajan, sino más bien buscan qué hacer con su tiempo libre, no entienden el sentimiento de los que tenemos que talonearle para vivir.
Afortunadamente tengo unos 16 años haciendo algo que me gusta y para lo que soy competitivamente bueno, que me ha servido para llevar el sustento a mis pollitos. Pero por puro ocio haré mi ranking de los cinco trabajos más folclóricos que he desempeñado, desde los 10 otoños en que me dispuse a empezar a pagarme desde los útiles hasta mis vacaciones.
En orden invertido para ponerle emoción:
5.- Empacador en la Conasupo de Universidad y Uxmal.
Ahí donde hoy se levanta el concurridísimo restaurante con chupes, Don Camilo, estuvo una tienda Conasupo, fundada por ahí de 1980. Donde hoy está el asador y las primeras mesas, estaba la oficina del gerente de nombre José Luis Rodríguez, a quien por supuesto le decían "El Puma" y quien ahora es el que lleva a los mentados Asociados de Reforma (sí ése barbón cincuentón de pecho inflado, fue mi primer jefe). Donde está la caja del antro, era precisamente donde empezaba el área de cajas donde Maribel, la jefa de cajeras, nos dio el visto bueno a mi hermano Nacho y a mí para ser los miembros fundadores del H. Cuerpo de Cerillos de la Conasupo.
La inspección fue tanto visual como física, casi casi nos aplicó la de si pesan más que un perro, están más anchos que un poste y más altos que un tambo, entran. Nos checó la dentadura y nos pidió nuestra boleta de calificaciones.
Yo tardé una semana en presentarme porque como que presentía que si empezabaa trabajar mi vida cambiaría y ya no me podría zafar. Luego de ver llegar a mi carnal, dos años mayor que yo que apenas pasaba de 10, con por lo menos 100 morlacos en las alforjas, dije, yo también quiero.
Las finanzas familiares no eran boyantes, así que a todos nos cayó de perlas la lanita, porque como dije, a partir de ese momento yo financié mi vida.
Mi récord fueron 500 pesotes en una quincena que trabajé en sábado de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, pero todo se acabó con el temblor del 19 de septiembre de 1985. La Conasupo casi se colapsa y la cerraron por derribo. El ingenio popular personificado en Marcos, el chino del departamento de recibo, acuñó un chistecito local que decía "Cómo chupo que se cayó la conachupo". Lo extraño es que 22 años más tarde sigue el mismito edificio ahora como restaurante, cuando yo lo vi con unas cuarteaduras que rajaban las paredes de lado a lado y unos letrerotes de clausurado.
Como nota la calce, diré que tener tu despertar sexual (es decir que te empiecen a gustar las mujeres) mientras tus confidentes y consejeros son tablajeros, carniceros, estibadores y salchichoneros, cajeras veintonas, puede parecer el peor escenario imaginado por un padre de familia, pero para un chamaco es como ver Calígula mientras tus compañeros de clase ven La Dama y el Vagabundo. Se los dejo de tarea.
4.- Monitoreador de radio en Discos Polygram.
Empujado por mis cuates Simón (quien en realidad se llama Arturo) y El Faz (Faz, mote surgido por el gran tamaño de su "feis" que no face) caí en la industria discográfica por ahí del 1986. Nosotros nos decíamos "checadores" y nuesta labor era monitorear cada quien entre 5 y 6 estaciones de radio cada día y anotar cada una de las canciones que pasaran ahí entre las 8 de la mañana y la 1 de la tarde.
No parecería nada raro o desagradable, escuchar la radio y que te paguen, pero ahí no terminaba la labor de este escuadrón de finas y educadas orejas, porque además teníamos que cumplir con una cuota diaria de llamadas telefónicas a no menos finas estaciones, para inflar a los cantantes que por esa época grababan en Polygram.
El método era sencillo, supongo que todos han llamado alguna vez a Radio Felicidad para hablar con el locutor o el programador y solicitar su rola ¿o no?. Bueno, en realidad nunca lo había hecho, pero ahí aprendí a hacerlo. Pues se trataba de marcar a Radio Éxitos, Radio Variedades, Radio Capital o Radio Hits y con mucha dulzura decir. "Me podría poner una canción". Luego el locutor contestaba con mucha hueva y fastidio (si no estaba al aire): "¿Cuál?", a lo que había que reaccionar con agilidad para recitar: "Cada vez que tú te vas, del Grupo Yndio". Si lograbas que el hombre colgara en ese momento, la prueba había sido sencilla, pero por lo regular te espetaban: "¿para quién?", y 100 de 100 en la primera llamada del día decías tu nombre y tras escuchar el "de parte de quién", decías el nombre de tu novia de verdad, y después tu colonia y delegación. Hasta ahí todo bien, la bronca era hacerlo 30 o 35 veces al día, porque a la tercera el locutor te gritaba: "¡deja de estar chingando, huevón!" y te colgaba. Para superar este trance diario, la tecnología puso a nuestro servicio listas elaboradas por Nora y Jade, jefas del H. Cuerpo de Checadores, en donde se podían leer más de 100 nombres masculinos, más de 100 femeninos, unas 50 colonias y sus respectivas delegaciones, con las que sorteabamos el interrogatorio con variadas y creativas combinaciones: "para Matilde... de Pedro... de la Pensil... la de Cómo no quererte a ti, de Fresas", una chulada de profesión.
Además cada día nos superábamos en el impostamiento de la voz para lograr actuaciones que ni "Tilín, el fotógrafo de la voz" o Gilberto Gless habrían logrado en sus épocas de gloria, todo para no ser descubiertos, en particular por el locutor de Radio Sensación, que era escatológicamente lépero y malhumorado y en una sola frase podía recordar a tu madre, violarla, matarla y ensuciarla. Muy distinta era la historia si entraba tu llamada mientras el merolico estaba al aire, ahí se portaban de lo mejor y hasta te mandaban saludos o te regalaban un disco.
Total, ese trabajo era rudo y no payasadas. Ya los quiero ver escuchando la rola que grabaron Los Pulpos ("Yo en mi casa, ella en el Bar"), Los Muecas (Bésame y olvídame), Los Bríos (Yo sé que te acordarás) o Los Strwk en 1973 y tenerla que anotar a mil por hora, mientras pasabas a la siguiente estación y estaba el dueto de Prisma y Joan Sebastian, titulado "Oiga". Un oasis en el desierto era si después en una de las cinco estaciones que tenías que monitorear al mismo tiempo durante seis horas continuas aparecía, "Déjenme si estoy llorando" de los Ángeles Negros, canción clásica, que quien no sepa quién la canta o no la haya oído que me enseñe su pasaporte marroquí o su carta de liberación de San Quintín después de 50 años de condena.
En fin, me tocó encumbrar a astros de la música como Francisco Xavier, Erika Buenfil, Ricardo Padilla (aquél de Garra de León), Alejandro Jaén (Vas a acordarte de mí), Fresas y los mismísimos Botellos que por esas épocas promovían su tercer disco, aquél del Tlalocman. Ahora que lo recuerdo tuve que entrarle como miembro del Club Charrocanrroleros del Guacarock para que los hombres que se adelantaron a su tiempo pudieran decir en la disquera que tenían seguidores.
La única manera que había de desarrollo en esa chamba, por lo menos para mí, era dejar las estaciones en español y ser el checador de las que pasaban música en inglés: Rock 101 (idea musical), Radio Hits (que del rock pasó al High Energy con su máxima estrella Mike Marine, y eso sí era un suplicio), Radio Universal, Radio Capital (Con Rock a la Rolling y el Mundo Romántico del Rock) y Radio Éxitos (Madonnísimo, Durantástico), pero la hora más esperada del día era de de José José en Sensación, todos cantábamos mientras degustábamos tortas fiadas de la fonda de "Juen" (sí con e, desde entonces la influencia de Ángel Fernández era brutal) o bolillos con chicharrón de harina y cacahuate japonés.
Fueron grandes años, eso ni dudarlo, y por eso mismo ahora soy como una versión con patas del cancionero Picot, pero como ya me colgué mucho dejo para la siguiente entrega los tres trabajos que faltan: Pintor de canchas de basquetbol, periodista campesino y adorador del Pirulí.
PD: por cierto Batey, es una comunidad azucarera cubana pobre, pobre, muy pobre.
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